Maes, no sé si ya vieron la última joyita que nos regaló la precampaña, pero hay que sentarse a hablar de la vara. Estaba viendo El Octavo Mandamiento y de repente, ¡boom! Álvaro Ramos, el candidato del PLN, se mandó una frase que es para enmarcarla. Con una seguridad que ya muchos quisieran, dijo, y cito casi textual: “estamos —perdone la rajonada— sobrados de gente para gobernar”. Diay, hay que tener cancha para soltar algo así en tele nacional, y la verdad es que la frase tiene tela que cortar por todo lado. Es la típica declaración que amas u odias, que te parece la máxima muestra de confianza o la rajonada más grande de la historia reciente.
Por un lado, uno entiende el juego. Ramos está vendiendo la idea de que el PLN es una máquina aceitada, un partido con banca, con gente que sabe cómo funciona el chunche del Estado. La carta de presentación es la experiencia. El argumento de los “más de 500 miembros trabajando en el plan de gobierno” busca reforzar justamente eso: que aquí no se está improvisando, que hay un ejército de gente pensante detrás. Es un dardo directo al gobierno actual y a otros partidos, a los que a menudo se les critica por la famosa “curva de aprendizaje” que, seamos honestos, a veces parece más una montaña rusa sin frenos. Ramos está diciendo: “Nosotros no necesitamos aprender, nosotros ya sabemos cómo es el brete”. Y para un sector del país, cansado de lo que perciben como un desorden, ese discurso puede sonar a música celestial.
Pero por otro lado, esa misma frase puede ser un boomerang. La palabra “sobrados” tiene una connotación de arrogancia que cala hondo en un país que, históricamente, desconfía de los que se sienten dueños de la verdad. ¿“Sobrados de gente”? ¿Es la misma gente que ha estado en gobiernos anteriores, con aciertos y, no nos olvidemos, con errores que nos han costado caro? La “Nueva Liberación” de la que habla Ramos corre el riesgo de sonar a la misma Liberación de siempre, pero con un filtro de Instagram. Porque cuando uno revisa las propuestas que menciona el artículo —más policías, fortalecer el INA y la Caja, impulsar clústeres—, suenan como el checklist de “Cosas que un candidato tico tiene que decir para sonar presidenciable”. No está mal, para nada, pero no se siente revolucionario.
El verdadero despiche de fondo es que esta declaración nos pone, como electores, en una encrucijada clásica. La vara no es si el PLN tiene gente o no; es un partido enorme, claro que la tiene. La pregunta del millón es si esa gente “de sobra” tiene las ideas, la ética y la capacidad de ejecución que Costa Rica necesita en este momento. Porque seamos claros, de planes de gobierno bien intencionados están los archivos de la Asamblea Legislativa llenos. El verdadero brete, el que define si un gobierno funciona o se va al traste, está en los detalles, en la capacidad de negociar, en la transparencia y, sobre todo, en conectar con una ciudadanía que está hasta la coronilla de la politiquería.
Al final, la “rajonada” de Ramos es una movida de ajedrez calculada. Busca proyectar fuerza y diferenciarse de sus rivales. Le habla a su base, a los que creen que solo el PLN tiene la fórmula, y de paso, intenta pescar a los indecisos que valoran la experiencia por encima de todo. Pero también le da munición a sus críticos, que ven en esa frase la soberbia de un partido que a veces parece no haber aprendido de sus propias tortas pasadas. Es una apuesta de alto riesgo, y será fascinante ver si le funciona o si la gente le cobra la factura en las urnas.
Así que, maes, abro el debate: ¿Ustedes le compran la vara a Ramos? ¿Es esa confianza de "sobrados" lo que el país necesita para salir del hueco, o es la misma hablada de siempre que ya nos sabemos de memoria? ¿Creen que la experiencia del PLN es garantía de un buen gobierno o prefieren arriesgarse con caras nuevas aunque en el proceso se jalen algún tortón?
Por un lado, uno entiende el juego. Ramos está vendiendo la idea de que el PLN es una máquina aceitada, un partido con banca, con gente que sabe cómo funciona el chunche del Estado. La carta de presentación es la experiencia. El argumento de los “más de 500 miembros trabajando en el plan de gobierno” busca reforzar justamente eso: que aquí no se está improvisando, que hay un ejército de gente pensante detrás. Es un dardo directo al gobierno actual y a otros partidos, a los que a menudo se les critica por la famosa “curva de aprendizaje” que, seamos honestos, a veces parece más una montaña rusa sin frenos. Ramos está diciendo: “Nosotros no necesitamos aprender, nosotros ya sabemos cómo es el brete”. Y para un sector del país, cansado de lo que perciben como un desorden, ese discurso puede sonar a música celestial.
Pero por otro lado, esa misma frase puede ser un boomerang. La palabra “sobrados” tiene una connotación de arrogancia que cala hondo en un país que, históricamente, desconfía de los que se sienten dueños de la verdad. ¿“Sobrados de gente”? ¿Es la misma gente que ha estado en gobiernos anteriores, con aciertos y, no nos olvidemos, con errores que nos han costado caro? La “Nueva Liberación” de la que habla Ramos corre el riesgo de sonar a la misma Liberación de siempre, pero con un filtro de Instagram. Porque cuando uno revisa las propuestas que menciona el artículo —más policías, fortalecer el INA y la Caja, impulsar clústeres—, suenan como el checklist de “Cosas que un candidato tico tiene que decir para sonar presidenciable”. No está mal, para nada, pero no se siente revolucionario.
El verdadero despiche de fondo es que esta declaración nos pone, como electores, en una encrucijada clásica. La vara no es si el PLN tiene gente o no; es un partido enorme, claro que la tiene. La pregunta del millón es si esa gente “de sobra” tiene las ideas, la ética y la capacidad de ejecución que Costa Rica necesita en este momento. Porque seamos claros, de planes de gobierno bien intencionados están los archivos de la Asamblea Legislativa llenos. El verdadero brete, el que define si un gobierno funciona o se va al traste, está en los detalles, en la capacidad de negociar, en la transparencia y, sobre todo, en conectar con una ciudadanía que está hasta la coronilla de la politiquería.
Al final, la “rajonada” de Ramos es una movida de ajedrez calculada. Busca proyectar fuerza y diferenciarse de sus rivales. Le habla a su base, a los que creen que solo el PLN tiene la fórmula, y de paso, intenta pescar a los indecisos que valoran la experiencia por encima de todo. Pero también le da munición a sus críticos, que ven en esa frase la soberbia de un partido que a veces parece no haber aprendido de sus propias tortas pasadas. Es una apuesta de alto riesgo, y será fascinante ver si le funciona o si la gente le cobra la factura en las urnas.
Así que, maes, abro el debate: ¿Ustedes le compran la vara a Ramos? ¿Es esa confianza de "sobrados" lo que el país necesita para salir del hueco, o es la misma hablada de siempre que ya nos sabemos de memoria? ¿Creen que la experiencia del PLN es garantía de un buen gobierno o prefieren arriesgarse con caras nuevas aunque en el proceso se jalen algún tortón?