Maes, pónganle atención a esta vara porque tiene todos los ingredientes para convertirse en un dolor de cabeza nacional. La historia suena bien en el papel: el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) quiere modernizar el país y meterle tecnología al control del ganado. La idea es pasar de un sistema de identificación grupal a uno individual, con cada res portando su propio arete con código, todo conectado a un sistema digital. ¿El objetivo? Mejorar la trazabilidad, o sea, saber de dónde viene y a dónde va cada animal. Suena tuanis, ¿verdad? Casi que a primer mundo. El problema, como casi siempre en este país, está en la ejecución. El decreto entra a regir en febrero y, agárrense, a estas alturas solo el 14% del ganado tiene el famoso arete. ¡Un 14%! Estamos hablando de que más de un millón de reses andan por ahí sin identificar y el tiempo corre. ¡Qué despiche se está armando!
Desde la Corporación Ganadera (Corfoga) no maquillan la realidad. Luis Diego Obando, el director ejecutivo, lo dijo con todas las letras: "la preocupación nuestra es que el avance no ha sido el que uno quisiera". Diay, mae, es el eufemismo del año. Pasar de identificar 204 mil cabezas a más de 1.5 millones en unos pocos meses suena a misión imposible. Según él, el nuevo sistema digitalizado con guías de movilización electrónicas es el futuro y permitirá a los finqueros llevar un control nivel pro de su hato. El asunto es que ese futuro parece estar chocando de frente con el presente. La directriz impone una restricción clarísima: a partir de febrero, animal que no esté areteado, no se mueve. Esto podría paralizar el comercio y la movilización de ganado si las cosas no se aceleran, y todo apunta a que ese tren ya se fue.
Y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga, porque no es solo un tema de ir lento. El sector ganadero está partido en dos. Por un lado, tenés a los productores que ya le entraron a la vara, tienen sus fincas con todo el ganado areteado y más bien piden que el sistema se implemente ya. Pero por el otro, tenés a un grupo enorme, representado por la Unión de Productores Agropecuarios (UPA), que está que echa chispas. Guido Vargas, el secretario general, fue tajante: rechazan la propuesta. Su argumento es simple y directo: ya existe un sistema de trazabilidad, y esto nuevo solo viene a sumar tramitología, costos y dolores de cabeza a una actividad que, según él, más bien necesita impulso, no más trabas. Y toca un punto clave: la brecha digital. ¿De verdad creen en un escritorio en San José que un productor en una zona remota de Talamanca o Los Chiles, donde a duras penas entra la señal de celular, se va a poner a llenar formularios electrónicos?
Como si el panorama no fuera lo suficientemente complicado, tenemos un invitado inesperado y peligrosísimo en esta fiesta: el gusano barrenador. Después de más de 20 años erradicado, el bicho este reapareció en 2023, y es una amenaza no solo para el ganado, sino para toda la fauna, mascotas y hasta para los humanos. La lógica de Vargas es aplastante: obligar a perforar la oreja de más de un millón de animales en medio de una alerta sanitaria por un parásito que se mete, precisamente, por las heridas… es jugar con fuego. "Vamos a ampliar las condiciones favorables para que se reproduzca con mucha más rapidez", advirtió. Desde Corfoga se defienden diciendo que con buenas prácticas de saneamiento no debería haber problema y que solo un 10% de los casos de gusano barrenador se han dado por el areteo. Pero claro, una cosa es la teoría y otra muy distinta es la práctica en cientos de fincas a lo largo y ancho del país.
Al final, estamos frente a un cuello de botella que se veía venir a kilómetros. Una directriz que busca la modernización, pero que parece ignorar las realidades del campo, los costos para el productor y una crisis sanitaria activa. Con el reloj en contra, la pregunta es si el MAG va a recapacitar y ajustar los plazos o si se va a empecinar en una fecha que parece destinada a generar un caos en el sector ganadero. Este brete del areteo está dejando más dudas que certezas y amenaza con ser el ejemplo perfecto de cómo una buena intención puede irse al traste por una mala planificación. Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Quién creen que se está jalando la torta aquí? ¿Es el Gobierno por imponer un cambio a la carrera sin medir las consecuencias, o son los ganaderos que se resisten a la modernización? ¿Y lo del gusano? ¿Vale la pena el riesgo? ¡Los leo!
Desde la Corporación Ganadera (Corfoga) no maquillan la realidad. Luis Diego Obando, el director ejecutivo, lo dijo con todas las letras: "la preocupación nuestra es que el avance no ha sido el que uno quisiera". Diay, mae, es el eufemismo del año. Pasar de identificar 204 mil cabezas a más de 1.5 millones en unos pocos meses suena a misión imposible. Según él, el nuevo sistema digitalizado con guías de movilización electrónicas es el futuro y permitirá a los finqueros llevar un control nivel pro de su hato. El asunto es que ese futuro parece estar chocando de frente con el presente. La directriz impone una restricción clarísima: a partir de febrero, animal que no esté areteado, no se mueve. Esto podría paralizar el comercio y la movilización de ganado si las cosas no se aceleran, y todo apunta a que ese tren ya se fue.
Y aquí es donde la cosa se pone color de hormiga, porque no es solo un tema de ir lento. El sector ganadero está partido en dos. Por un lado, tenés a los productores que ya le entraron a la vara, tienen sus fincas con todo el ganado areteado y más bien piden que el sistema se implemente ya. Pero por el otro, tenés a un grupo enorme, representado por la Unión de Productores Agropecuarios (UPA), que está que echa chispas. Guido Vargas, el secretario general, fue tajante: rechazan la propuesta. Su argumento es simple y directo: ya existe un sistema de trazabilidad, y esto nuevo solo viene a sumar tramitología, costos y dolores de cabeza a una actividad que, según él, más bien necesita impulso, no más trabas. Y toca un punto clave: la brecha digital. ¿De verdad creen en un escritorio en San José que un productor en una zona remota de Talamanca o Los Chiles, donde a duras penas entra la señal de celular, se va a poner a llenar formularios electrónicos?
Como si el panorama no fuera lo suficientemente complicado, tenemos un invitado inesperado y peligrosísimo en esta fiesta: el gusano barrenador. Después de más de 20 años erradicado, el bicho este reapareció en 2023, y es una amenaza no solo para el ganado, sino para toda la fauna, mascotas y hasta para los humanos. La lógica de Vargas es aplastante: obligar a perforar la oreja de más de un millón de animales en medio de una alerta sanitaria por un parásito que se mete, precisamente, por las heridas… es jugar con fuego. "Vamos a ampliar las condiciones favorables para que se reproduzca con mucha más rapidez", advirtió. Desde Corfoga se defienden diciendo que con buenas prácticas de saneamiento no debería haber problema y que solo un 10% de los casos de gusano barrenador se han dado por el areteo. Pero claro, una cosa es la teoría y otra muy distinta es la práctica en cientos de fincas a lo largo y ancho del país.
Al final, estamos frente a un cuello de botella que se veía venir a kilómetros. Una directriz que busca la modernización, pero que parece ignorar las realidades del campo, los costos para el productor y una crisis sanitaria activa. Con el reloj en contra, la pregunta es si el MAG va a recapacitar y ajustar los plazos o si se va a empecinar en una fecha que parece destinada a generar un caos en el sector ganadero. Este brete del areteo está dejando más dudas que certezas y amenaza con ser el ejemplo perfecto de cómo una buena intención puede irse al traste por una mala planificación. Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Quién creen que se está jalando la torta aquí? ¿Es el Gobierno por imponer un cambio a la carrera sin medir las consecuencias, o son los ganaderos que se resisten a la modernización? ¿Y lo del gusano? ¿Vale la pena el riesgo? ¡Los leo!