¡Qué atracón de nombres pesados! Más de setecientos cerebritos, políticos y hasta el mismísimo Príncipe Enrique andan preocupadísimos porque, según dicen, estamos jugando con fuego. Parece que la inteligencia artificial (IA) quiere crecer tanto que ya ni nosotros, sus creadores, sabemos qué va a pasar. La bronca es que quieren parar el desarrollo de la llamada 'superinteligencia', aquella que supuestamente nos dejará comiendo polvo.
La movida empezó con una carta abierta impulsada por el Future of Life Institute, una organización gringa que siempre anda avisándole a la humanidad sobre cositas peligrosas. Básicamente, dicen que hasta que no tengamos claro cómo controlar esta súper IA y asegurarnos de que no se nos vaya de las manos, mejor la dejamos quieta. No es que quieran acabar con la IA en sí misma, sino con esa versión turbo que podría pensar más rápido que nosotros y tomar decisiones sin pedir permiso. ¡Imagínate la chincha!
Y fíjense quiénes están firmando la petición: gente como Geoffrey Hinton, que ganó el Premio Nobel de Física hace poco, Stuart Russell, un profe de computación que sabe un huevo, y Yoshua Bengio, otro cerebro grande desde Canadá. Pero eso no es todo, pues también hay magnates como Richard Branson y Steve Wozniak, el papá de Apple, junto con tipos influyentes como Steve Bannon y Susan Rice. ¡Hasta el Papa está involucrado a través de su asesor, Paolo Benanti! Y claro, la pareja real, Enrique y Meghan, tampoco quisieron quedarse afuera, demostrando que hasta la realeza está consciente del potencial peligro.
La cosa es que las empresas de tecnología, digamos las grandes, están apostando duro a crear una Inteligencia Artificial General (IAG), que sería como una mente humana digital. Pero la súper inteligencia va un paso más allá: piensa más rápido, aprende más rápido y, teóricamente, podría resolver problemas que ni siquiera imaginamos. Algunos expertos, como Sam Altman, jefe de OpenAI (los de ChatGPT), creen que podríamos llegar a ese punto en tan solo cinco años. ¡Cinco años para cambiarle la cara al planeta o para echarnos a perder! Es como si estuviéramos inventando la pólvora sin saber bien cómo manejarla.
Max Tegmark, líder del Future of Life Institute, es bastante enfático al decir que las empresas no deberían andar trabajando en estos proyectos “sin ningún marco regulatorio”. Él argumenta que podemos querer la IA para cosas buenas, como curar enfermedades, pero eso no justifica correr riesgos innecesarios. Es como tener un machete para cortar caña, pero sin saber cómo usarlo sin cortarte la mano. ¡Qué riesgo!
Lo interesante de la movida es que refleja una preocupación creciente, no solo en círculos científicos, sino también en la política y la sociedad en general. Ya no es solo cosa de nerds encerrados en laboratorios, sino un tema que afecta a todos los ticos, a toda la humanidad, diay. Estamos hablando de un cambio tecnológico tan profundo que podría transformar nuestra forma de vivir, trabajar e incluso relacionarnos unos con otros. Algunos dicen que es la próxima revolución industrial, otros que es el principio del fin.
En Costa Rica, esto nos obliga a reflexionar sobre nuestro lugar en este panorama global. Somos un país pequeño, pero tenemos mucho que aportar en términos de conocimiento y creatividad. Quizás podamos enfocarnos en desarrollar soluciones éticas y sostenibles para la IA, en vez de perseguir la innovación a cualquier costo. Después de todo, ¿de qué sirve tener la tecnología más avanzada del mundo si terminamos perdiendo el control?
Con tantas voces alzándose contra el avance desenfrenado de la súper inteligencia, ¿cree usted que deberíamos exigir una pausa en el desarrollo de estas tecnologías, aunque eso signifique retrasar avances potencialmente beneficiosos? ¿O debemos confiar en que los científicos y empresarios sabrán encontrar la manera de controlar esta fuerza imparable? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!
La movida empezó con una carta abierta impulsada por el Future of Life Institute, una organización gringa que siempre anda avisándole a la humanidad sobre cositas peligrosas. Básicamente, dicen que hasta que no tengamos claro cómo controlar esta súper IA y asegurarnos de que no se nos vaya de las manos, mejor la dejamos quieta. No es que quieran acabar con la IA en sí misma, sino con esa versión turbo que podría pensar más rápido que nosotros y tomar decisiones sin pedir permiso. ¡Imagínate la chincha!
Y fíjense quiénes están firmando la petición: gente como Geoffrey Hinton, que ganó el Premio Nobel de Física hace poco, Stuart Russell, un profe de computación que sabe un huevo, y Yoshua Bengio, otro cerebro grande desde Canadá. Pero eso no es todo, pues también hay magnates como Richard Branson y Steve Wozniak, el papá de Apple, junto con tipos influyentes como Steve Bannon y Susan Rice. ¡Hasta el Papa está involucrado a través de su asesor, Paolo Benanti! Y claro, la pareja real, Enrique y Meghan, tampoco quisieron quedarse afuera, demostrando que hasta la realeza está consciente del potencial peligro.
La cosa es que las empresas de tecnología, digamos las grandes, están apostando duro a crear una Inteligencia Artificial General (IAG), que sería como una mente humana digital. Pero la súper inteligencia va un paso más allá: piensa más rápido, aprende más rápido y, teóricamente, podría resolver problemas que ni siquiera imaginamos. Algunos expertos, como Sam Altman, jefe de OpenAI (los de ChatGPT), creen que podríamos llegar a ese punto en tan solo cinco años. ¡Cinco años para cambiarle la cara al planeta o para echarnos a perder! Es como si estuviéramos inventando la pólvora sin saber bien cómo manejarla.
Max Tegmark, líder del Future of Life Institute, es bastante enfático al decir que las empresas no deberían andar trabajando en estos proyectos “sin ningún marco regulatorio”. Él argumenta que podemos querer la IA para cosas buenas, como curar enfermedades, pero eso no justifica correr riesgos innecesarios. Es como tener un machete para cortar caña, pero sin saber cómo usarlo sin cortarte la mano. ¡Qué riesgo!
Lo interesante de la movida es que refleja una preocupación creciente, no solo en círculos científicos, sino también en la política y la sociedad en general. Ya no es solo cosa de nerds encerrados en laboratorios, sino un tema que afecta a todos los ticos, a toda la humanidad, diay. Estamos hablando de un cambio tecnológico tan profundo que podría transformar nuestra forma de vivir, trabajar e incluso relacionarnos unos con otros. Algunos dicen que es la próxima revolución industrial, otros que es el principio del fin.
En Costa Rica, esto nos obliga a reflexionar sobre nuestro lugar en este panorama global. Somos un país pequeño, pero tenemos mucho que aportar en términos de conocimiento y creatividad. Quizás podamos enfocarnos en desarrollar soluciones éticas y sostenibles para la IA, en vez de perseguir la innovación a cualquier costo. Después de todo, ¿de qué sirve tener la tecnología más avanzada del mundo si terminamos perdiendo el control?
Con tantas voces alzándose contra el avance desenfrenado de la súper inteligencia, ¿cree usted que deberíamos exigir una pausa en el desarrollo de estas tecnologías, aunque eso signifique retrasar avances potencialmente beneficiosos? ¿O debemos confiar en que los científicos y empresarios sabrán encontrar la manera de controlar esta fuerza imparable? ¡Déjenme sus opiniones en los comentarios!
