Y de paso dos rocos majaderos ahí en Lincoln, que ni disimular saben y pasan caminando por todo el baño demasiado obvios y aunque nadie les da pelota siguen de necios.No sé cómo hace la gorda quebrada que se planta en la entrada del baño a esperar que entre el hombre de sus sueños para ir al acecho, va y vuelve y nadie le dice nada, la suerte de las feas