Maes, pónganse cómodos porque la vara con el Banco de Costa Rica (BCR) y su subsidiaria, la SAFI, está para comerse las uñas. Resulta que la administradora de fondos de inversión del banco estatal se jaló una torta de proporciones épicas con un negocio inmobiliario, y ahora el despiche es tal que la SAFI podría quedar en quiebra técnica. ¿Lo peor? Como el BCR es el papá en este enredo, es muy probable que al final la plata para tapar el hueco salga de fondos públicos. O sea, de nuestros bolsillos.
La historia es así: en 2020, en plena pandemia, a unos genios en la SAFI se les ocurrió la brillante idea de comprar un complejo de bodegas llamado Parque Empresarial del Pacífico (PEP) por la módica suma de $70 millones. El plan era alquilarlo, sacarle el jugo y repartir las ganancias entre la gente que había metido su plata en un fondo de inversión. ¡Qué tuanis sonaba! El problema, diay, es que años después nos venimos a dar cuenta de que el chunche este valía menos de la mitad ($34,7 millones), que lo compraron sin terminar y que para colmo el único inquilino que tenía estaba más pegado que calcomanía vieja con los pagos.
Ante semejante descalabro, el ente regulador, la Sugeval, les puso un estatequieto y les dijo: "Me hacen el favor y le devuelven los $70 millones a ese fondo de inversión, pero ya". Aquí es donde la puerca tuerce el rabo. La SAFI, por sí sola, no tiene la harina para cubrir esa suma. Entonces, ¿a quién le toca el brete de responder? ¡Bingo! Al BCR. El banco, que es de todos los ticos, tiene que ver cómo soluciona el problemón que le heredó su propia subsidiaria.
Lo más increíble es que los mismos informes del BCR pintan un panorama desolador. Analizaron tres posibles formas de cumplir con la orden de Sugeval y, para ponerlo simple, todas son un mal negocio. En el primer escenario, el BCR compra el parque y asume la pérdida de un solo, lo que le pega un hachazo directo a las utilidades. En el segundo, que es el más dramático, el BCR le da la plata a la SAFI para que ella compre el inmueble, pero esto provocaría que la subsidiaria se vaya al traste y quede en quiebra técnica, un golpe mortal a la reputación de todo el conglomerado. ¡Qué sal! No hay quite, por donde lo vean, salen perdiendo.
El tercer escenario es una jugada financiera más compleja para evitar la quiebra, pero al final del día, el resultado es el mismo: el BCR termina asumiendo una pérdida millonaria. Ahorita el banco está tratando de pelear la orden en los tribunales, pero el daño ya está hecho. La confianza en una de las instituciones financieras más importantes del país está en juego por un negocio que huele mal desde el inicio. Maes, la pregunta del millón es: al final del día, ¿quién creen que va a terminar pagando los platos rotos de este despiche? ¿Y qué nos dice esto sobre cómo se maneja la plata de todos en los bancos del Estado?
La historia es así: en 2020, en plena pandemia, a unos genios en la SAFI se les ocurrió la brillante idea de comprar un complejo de bodegas llamado Parque Empresarial del Pacífico (PEP) por la módica suma de $70 millones. El plan era alquilarlo, sacarle el jugo y repartir las ganancias entre la gente que había metido su plata en un fondo de inversión. ¡Qué tuanis sonaba! El problema, diay, es que años después nos venimos a dar cuenta de que el chunche este valía menos de la mitad ($34,7 millones), que lo compraron sin terminar y que para colmo el único inquilino que tenía estaba más pegado que calcomanía vieja con los pagos.
Ante semejante descalabro, el ente regulador, la Sugeval, les puso un estatequieto y les dijo: "Me hacen el favor y le devuelven los $70 millones a ese fondo de inversión, pero ya". Aquí es donde la puerca tuerce el rabo. La SAFI, por sí sola, no tiene la harina para cubrir esa suma. Entonces, ¿a quién le toca el brete de responder? ¡Bingo! Al BCR. El banco, que es de todos los ticos, tiene que ver cómo soluciona el problemón que le heredó su propia subsidiaria.
Lo más increíble es que los mismos informes del BCR pintan un panorama desolador. Analizaron tres posibles formas de cumplir con la orden de Sugeval y, para ponerlo simple, todas son un mal negocio. En el primer escenario, el BCR compra el parque y asume la pérdida de un solo, lo que le pega un hachazo directo a las utilidades. En el segundo, que es el más dramático, el BCR le da la plata a la SAFI para que ella compre el inmueble, pero esto provocaría que la subsidiaria se vaya al traste y quede en quiebra técnica, un golpe mortal a la reputación de todo el conglomerado. ¡Qué sal! No hay quite, por donde lo vean, salen perdiendo.
El tercer escenario es una jugada financiera más compleja para evitar la quiebra, pero al final del día, el resultado es el mismo: el BCR termina asumiendo una pérdida millonaria. Ahorita el banco está tratando de pelear la orden en los tribunales, pero el daño ya está hecho. La confianza en una de las instituciones financieras más importantes del país está en juego por un negocio que huele mal desde el inicio. Maes, la pregunta del millón es: al final del día, ¿quién creen que va a terminar pagando los platos rotos de este despiche? ¿Y qué nos dice esto sobre cómo se maneja la plata de todos en los bancos del Estado?