Maes, agárrense porque esta vara es de otro nivel. Resulta que la Asamblea Legislativa acaba de soltar la bomba: van a invertir la módica suma de ¢115 MILLONES en un juguetito nuevo. ¿Y qué hace este chunche tan caro? Pues, básicamente, es un sistema de reconocimiento facial para escanearle la cara a cada uno de los 57 diputados y así asegurarse de que no se pelen del Plenario a media sesión. O sea, estamos en 2025 y vamos a gastar un platal en un sistema para que los papás de la patria hagan el brete por el que, valga la redundancia, ya se les paga una dieta. De no creer.
Para entender por qué llegamos a esto, hay que ver el despiche que tienen montado ahora mismo. Según un informe de la propia Auditoría del Congreso, el método actual es casi una comedia. Imagínense a un ujier con una hojita de papel y un lápiz, apuntando quién entra y quién sale, para luego sacar una calculadora y contar manualmente si hay quórum (los 38 diputados mínimos para sesionar). A pura pata y calculadora, como en la pulpería del barrio. Con razón se les hacía un enredo y los pagos de las dietas podían tener errores. La verdad, que en pleno siglo XXI el corazón de nuestra democracia dependa de un sistema tan artesanal es, como mínimo, una torta monumental.
Ahora, la solución propuesta es un salto cuántico. Este nuevo sistema biométrico no solo va a registrar la entrada y salida, sino que va a monitorear la permanencia. Traducido al buen tico: se acabó el "voy al baño" y aparecer dos horas después. La tecnología va a generar reportes en tiempo real con hora, minutos y segundos de cada movimiento. Toda esta información se va a mostrar en una pantalla en la mesa del Directorio y en la curul de cada diputado, para que nadie pueda decir que no sabía. Según la directora ejecutiva del Congreso, Karla Granados, este sistema se va a conectar directamente con el Departamento Financiero. En otras palabras: si el sistema no te ve en el Plenario, olvidate de una parte de la dieta. ¡Zas!
La vara va a empezar como un "plan piloto" con los diputados actuales a finales de este año, pero el estreno oficial con todas las de ley será en mayo de 2026, con la nueva camada de legisladores que elijamos en febrero. Por supuesto, ya salieron a decir que todo se hará cumpliendo la Ley de Protección de Datos y que la información estará segura. Habrá que ver. Lo que sí es un hecho es que la intención es clara: amarrar el pago a la presencia física y verificable dentro del recinto. Se acabó la confianza, ahora todo es con cámaras y algoritmos.
Como era de esperar, las reacciones no se hicieron esperar. La diputada Vanessa Castro, del PUSC, dice que lo ve "muy bien" y que es pura "transparencia y agilidad". Por otro lado, el diputado José Pablo Sibaja, de Nueva República, aunque apoya el control, pegó el grito en el cielo por el costo. Para él, ¢115 millones es un monto "muy elevado" y ya anunció que va a pedirle cuentas a la Administración del Congreso. Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo, maes. Seamos honestos, el hecho de que necesitemos un ‘Gran Hermano’ legislativo para que los diputados hagan su brete... diay, ya de por sí dice mucho, ¿no creen?
La pregunta del millón (o de los 115 millones, más bien): ¿Ustedes qué piensan? ¿Es una inversión necesaria para la transparencia o un gasto excesivo que demuestra que la cosa ya se fue al traste? ¿Ocupamos un Big Brother para que hagan el brete por el que les pagamos? Los leo.
Para entender por qué llegamos a esto, hay que ver el despiche que tienen montado ahora mismo. Según un informe de la propia Auditoría del Congreso, el método actual es casi una comedia. Imagínense a un ujier con una hojita de papel y un lápiz, apuntando quién entra y quién sale, para luego sacar una calculadora y contar manualmente si hay quórum (los 38 diputados mínimos para sesionar). A pura pata y calculadora, como en la pulpería del barrio. Con razón se les hacía un enredo y los pagos de las dietas podían tener errores. La verdad, que en pleno siglo XXI el corazón de nuestra democracia dependa de un sistema tan artesanal es, como mínimo, una torta monumental.
Ahora, la solución propuesta es un salto cuántico. Este nuevo sistema biométrico no solo va a registrar la entrada y salida, sino que va a monitorear la permanencia. Traducido al buen tico: se acabó el "voy al baño" y aparecer dos horas después. La tecnología va a generar reportes en tiempo real con hora, minutos y segundos de cada movimiento. Toda esta información se va a mostrar en una pantalla en la mesa del Directorio y en la curul de cada diputado, para que nadie pueda decir que no sabía. Según la directora ejecutiva del Congreso, Karla Granados, este sistema se va a conectar directamente con el Departamento Financiero. En otras palabras: si el sistema no te ve en el Plenario, olvidate de una parte de la dieta. ¡Zas!
La vara va a empezar como un "plan piloto" con los diputados actuales a finales de este año, pero el estreno oficial con todas las de ley será en mayo de 2026, con la nueva camada de legisladores que elijamos en febrero. Por supuesto, ya salieron a decir que todo se hará cumpliendo la Ley de Protección de Datos y que la información estará segura. Habrá que ver. Lo que sí es un hecho es que la intención es clara: amarrar el pago a la presencia física y verificable dentro del recinto. Se acabó la confianza, ahora todo es con cámaras y algoritmos.
Como era de esperar, las reacciones no se hicieron esperar. La diputada Vanessa Castro, del PUSC, dice que lo ve "muy bien" y que es pura "transparencia y agilidad". Por otro lado, el diputado José Pablo Sibaja, de Nueva República, aunque apoya el control, pegó el grito en el cielo por el costo. Para él, ¢115 millones es un monto "muy elevado" y ya anunció que va a pedirle cuentas a la Administración del Congreso. Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo, maes. Seamos honestos, el hecho de que necesitemos un ‘Gran Hermano’ legislativo para que los diputados hagan su brete... diay, ya de por sí dice mucho, ¿no creen?
La pregunta del millón (o de los 115 millones, más bien): ¿Ustedes qué piensan? ¿Es una inversión necesaria para la transparencia o un gasto excesivo que demuestra que la cosa ya se fue al traste? ¿Ocupamos un Big Brother para que hagan el brete por el que les pagamos? Los leo.