La incertidumbre sigue royendo corazones en Guanacaste y el sur de nuestro país. Desde hace días, la Cruz Roja Costarricense (CRC) no baja los brazos en la búsqueda de dos personas desaparecidas tras desafortunados accidentes acuáticos. ¡Qué despiche!, la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, especialmente cuando estamos disfrutando de nuestros hermosos balnearios.
El primer caso nos golpeó en Matapalo, Guanacaste. Luis Gerardo Quesada Chaves, un pescador conocido en Sardinal de Carrillo, desapareció mientras laboraba cerca de la costa el pasado viernes. Marjorie Quesada Chaves, su hermana, nos contó que simplemente, desconozco qué pudo haber pasado. Un giro fatal, así lo ven, para una familia que ahora vive momentos terribles, esperando ansiosamente alguna señal de esperanza en medio de tanta angustia. La CRC, con todas sus fuerzas, sigue rastreando el mar, coordinándose con el Guardacostas, quienes realizan búsquedas más profundas; un brete intenso y agotador para todos los involucrados.
Y luego tenemos el caso de Puerto Jiménez. El domingo, una embarcación zarpó con cinco personas abordo hacia playas paradisiacas, pero el clima les jugó una mala pasada. Fuertes corrientes y vientos implacables hicieron que la lancha terminara volcada. Por fortuna, cuatro lograron regresar a tierra firme, pero Walter Fonseca Fallas, un joven de apenas 28 años, permanece desaparecido. El ayuntamiento de Puerto Jiménez ha movilizado a toda la comunidad, invitando a los boteros locales a unirse a la búsqueda; realmente, un esfuerzo conjunto para encontrarlo sano y salvo.
Las autoridades han destacado la importancia de extremar precauciones en estos entornos. Las condiciones climáticas pueden cambiar drásticamente en cuestión de minutos y el oleaje, incluso en días aparentemente tranquilos, puede ser engañoso. Esto nos recuerda la necesidad crucial de estar informados sobre las alertas marítimas y de respetar las indicaciones de salvavidas y autoridades competentes. No vaya a ser que alguien se jale una torta y termine en problemas.
Algunos lugareños, hablando entre risas nerviosas, comentan que este año el mar está “más bravo que nunca”. Dicen que hay algo inusual en las corrientes y el oleaje. Claro, eso es hablar por experiencia propia, porque ellos conocen bien la dinámica del mar. Pero también subrayan la importancia de cuidar el entorno natural. Muchos argumentan que el aumento de la actividad turística y la falta de regulaciones adecuadas podrían estar afectando el equilibrio ecológico de nuestras costas, generando estas situaciones peligrosas. Un chunche complicado que requiere atención urgente.
Lo que más preocupa a muchos es la vulnerabilidad de los pescadores artesanales y pequeños operadores turísticos, quienes dependen directamente de las condiciones del mar para ganarse la vida. Ellos son los más expuestos a este tipo de riesgos y, a menudo, carecen de los recursos necesarios para contar con equipos de seguridad adecuados. El Estado tiene una responsabilidad clara en garantizar su protección, ofreciéndoles capacitación, apoyo económico e infraestructura adecuada.
Esta tragedia, además de la pena y el dolor que causa a las familias afectadas, nos obliga a reflexionar sobre nuestra relación con el mar y la naturaleza. Necesitamos aprender a convivir de forma sostenible con este recurso vital, respetando sus límites y protegiendo su salud. No podemos seguir explotándolo sin pensar en las consecuencias. Porque al final, ¡qué carga vamos a dejarle a las futuras generaciones si seguimos destruyendo nuestro patrimonio natural!
Ante esta difícil situación, me pregunto: ¿Qué medidas concretas deberían implementarse, tanto a nivel gubernamental como comunitario, para prevenir tragedias similares y garantizar la seguridad de quienes disfrutan de nuestras playas y mares?
El primer caso nos golpeó en Matapalo, Guanacaste. Luis Gerardo Quesada Chaves, un pescador conocido en Sardinal de Carrillo, desapareció mientras laboraba cerca de la costa el pasado viernes. Marjorie Quesada Chaves, su hermana, nos contó que simplemente, desconozco qué pudo haber pasado. Un giro fatal, así lo ven, para una familia que ahora vive momentos terribles, esperando ansiosamente alguna señal de esperanza en medio de tanta angustia. La CRC, con todas sus fuerzas, sigue rastreando el mar, coordinándose con el Guardacostas, quienes realizan búsquedas más profundas; un brete intenso y agotador para todos los involucrados.
Y luego tenemos el caso de Puerto Jiménez. El domingo, una embarcación zarpó con cinco personas abordo hacia playas paradisiacas, pero el clima les jugó una mala pasada. Fuertes corrientes y vientos implacables hicieron que la lancha terminara volcada. Por fortuna, cuatro lograron regresar a tierra firme, pero Walter Fonseca Fallas, un joven de apenas 28 años, permanece desaparecido. El ayuntamiento de Puerto Jiménez ha movilizado a toda la comunidad, invitando a los boteros locales a unirse a la búsqueda; realmente, un esfuerzo conjunto para encontrarlo sano y salvo.
Las autoridades han destacado la importancia de extremar precauciones en estos entornos. Las condiciones climáticas pueden cambiar drásticamente en cuestión de minutos y el oleaje, incluso en días aparentemente tranquilos, puede ser engañoso. Esto nos recuerda la necesidad crucial de estar informados sobre las alertas marítimas y de respetar las indicaciones de salvavidas y autoridades competentes. No vaya a ser que alguien se jale una torta y termine en problemas.
Algunos lugareños, hablando entre risas nerviosas, comentan que este año el mar está “más bravo que nunca”. Dicen que hay algo inusual en las corrientes y el oleaje. Claro, eso es hablar por experiencia propia, porque ellos conocen bien la dinámica del mar. Pero también subrayan la importancia de cuidar el entorno natural. Muchos argumentan que el aumento de la actividad turística y la falta de regulaciones adecuadas podrían estar afectando el equilibrio ecológico de nuestras costas, generando estas situaciones peligrosas. Un chunche complicado que requiere atención urgente.
Lo que más preocupa a muchos es la vulnerabilidad de los pescadores artesanales y pequeños operadores turísticos, quienes dependen directamente de las condiciones del mar para ganarse la vida. Ellos son los más expuestos a este tipo de riesgos y, a menudo, carecen de los recursos necesarios para contar con equipos de seguridad adecuados. El Estado tiene una responsabilidad clara en garantizar su protección, ofreciéndoles capacitación, apoyo económico e infraestructura adecuada.
Esta tragedia, además de la pena y el dolor que causa a las familias afectadas, nos obliga a reflexionar sobre nuestra relación con el mar y la naturaleza. Necesitamos aprender a convivir de forma sostenible con este recurso vital, respetando sus límites y protegiendo su salud. No podemos seguir explotándolo sin pensar en las consecuencias. Porque al final, ¡qué carga vamos a dejarle a las futuras generaciones si seguimos destruyendo nuestro patrimonio natural!
Ante esta difícil situación, me pregunto: ¿Qué medidas concretas deberían implementarse, tanto a nivel gubernamental como comunitario, para prevenir tragedias similares y garantizar la seguridad de quienes disfrutan de nuestras playas y mares?
