¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con el tema de Puerto Caldera. Ya parece telenovela, cambian los actores y la trama sigue igual: incertidumbre, demoras y un sector empresarial mordiéndose las uñas. Agusto, si esto no se soluciona pronto, nos vamos a ir al traste como país. Estamos hablando de un contrato vital para el comercio nacional, y seguimos dando rodeos con la concesión.
Para refrescarles la memoria, el contrato actual con la Sociedad Portuaria de Caldera (SPC) se vence el 11 de agosto del 2026, un día que parece lejano, pero viendo cómo van las cosas, llegará rapidísimo. Según Incop, la Contraloría iba a refrendar el nuevo contrato justo cinco días antes, el 6 de agosto. Pero, ¿realmente llegaremos a eso? ¡Qué cargada!
La verdad es que la historia se complica porque la Contraloría ya rechazó el último recurso contra el pliego de condiciones, lo cual permite que Incop avance. Pero la Crecex, nuestra cámara de comercio exterior, está sacudiendo la mesa: preocupados, muy preocupados. Dicen que el deterioro de Caldera es evidente y que la incertidumbre de quién operará el puerto después de agosto del 2026 es un riesgo enorme para todos nosotros, mae. Piensa en la cadena de suministro, piensa en los socios comerciales... piensa en lo que cuesta mandar un contenedor ahora mismo.
Y no es para menos, porque según Crecex, estamos hablando de afectación a la seguridad de la cadena de suministro, pérdida de confianza internacional, e incluso impacto social negativo. Dice la agrupación que la saturación de Caldera no es un problema aislado, sino una amenaza directa a nuestro crecimiento económico. Imagínate, todo ese papeleo, esos retrasos, esos costos extra que terminamos pagando los consumidores… ¡Una torta!
Ahora bien, hablemos del proyecto en sí. Son unos $600 millones de inversión para modernizar la terminal, incluyendo nuevas áreas de atraque para barcos portacontenedores, ampliaciones en la zona de almacenamiento, y hasta mejores caminos dentro del puerto. Y para la terminal de graneles, quieren poner nuevas grúas y tolvas, para agilizar la descarga de minerales y otros productos a gran escala. Lo más ambicioso es el nuevo muelle para la terminal de carga general, ¡uno de 250 metros de largo!
La promesa del gobierno es que, una vez terminada la obra, pasaremos de atender 600 buques al año a casi 900, y que la capacidad de manejo de mercancías saltará de 6 millones a 11 millones de toneladas. Suena chivo, ¿verdad? Pero ahí viene el brete: los expertos dicen que los efectos reales de la nueva terminal tardarán hasta 2029 en sentirse, debido a todo el papeleo administrativo y la construcción. Eso deja un período de incertidumbre entre 2025 y 2029 que preocupa a muchos.
Durante ese tiempo, la administración Chaves Robles ha prometido invertir alrededor de $14 millones en mejoras paliativas, pero el sector empresarial considera que eso es como echarle agua al mar. Una chincha de arreglo para taparle el hoyo a un problema que requiere soluciones estructurales profundas. Mientras tanto, las empresas siguen sufriendo retrasos, costos adicionales y una pérdida de competitividad que se siente en nuestros bolsillos, diay.
Entonces, la pregunta que queda flotando en el aire es esta: ¿Seremos capaces de resolver esta papeleta antes de que el 11 de agosto del 2026 llegue a ser un día negro para el comercio costarricense? ¿O tendremos que preparar las palomitas para ver cómo Caldera se va al traste y nos quedamos varados en medio de la ruta comercial? ¡Compas, a darle duro al debate!
Para refrescarles la memoria, el contrato actual con la Sociedad Portuaria de Caldera (SPC) se vence el 11 de agosto del 2026, un día que parece lejano, pero viendo cómo van las cosas, llegará rapidísimo. Según Incop, la Contraloría iba a refrendar el nuevo contrato justo cinco días antes, el 6 de agosto. Pero, ¿realmente llegaremos a eso? ¡Qué cargada!
La verdad es que la historia se complica porque la Contraloría ya rechazó el último recurso contra el pliego de condiciones, lo cual permite que Incop avance. Pero la Crecex, nuestra cámara de comercio exterior, está sacudiendo la mesa: preocupados, muy preocupados. Dicen que el deterioro de Caldera es evidente y que la incertidumbre de quién operará el puerto después de agosto del 2026 es un riesgo enorme para todos nosotros, mae. Piensa en la cadena de suministro, piensa en los socios comerciales... piensa en lo que cuesta mandar un contenedor ahora mismo.
Y no es para menos, porque según Crecex, estamos hablando de afectación a la seguridad de la cadena de suministro, pérdida de confianza internacional, e incluso impacto social negativo. Dice la agrupación que la saturación de Caldera no es un problema aislado, sino una amenaza directa a nuestro crecimiento económico. Imagínate, todo ese papeleo, esos retrasos, esos costos extra que terminamos pagando los consumidores… ¡Una torta!
Ahora bien, hablemos del proyecto en sí. Son unos $600 millones de inversión para modernizar la terminal, incluyendo nuevas áreas de atraque para barcos portacontenedores, ampliaciones en la zona de almacenamiento, y hasta mejores caminos dentro del puerto. Y para la terminal de graneles, quieren poner nuevas grúas y tolvas, para agilizar la descarga de minerales y otros productos a gran escala. Lo más ambicioso es el nuevo muelle para la terminal de carga general, ¡uno de 250 metros de largo!
La promesa del gobierno es que, una vez terminada la obra, pasaremos de atender 600 buques al año a casi 900, y que la capacidad de manejo de mercancías saltará de 6 millones a 11 millones de toneladas. Suena chivo, ¿verdad? Pero ahí viene el brete: los expertos dicen que los efectos reales de la nueva terminal tardarán hasta 2029 en sentirse, debido a todo el papeleo administrativo y la construcción. Eso deja un período de incertidumbre entre 2025 y 2029 que preocupa a muchos.
Durante ese tiempo, la administración Chaves Robles ha prometido invertir alrededor de $14 millones en mejoras paliativas, pero el sector empresarial considera que eso es como echarle agua al mar. Una chincha de arreglo para taparle el hoyo a un problema que requiere soluciones estructurales profundas. Mientras tanto, las empresas siguen sufriendo retrasos, costos adicionales y una pérdida de competitividad que se siente en nuestros bolsillos, diay.
Entonces, la pregunta que queda flotando en el aire es esta: ¿Seremos capaces de resolver esta papeleta antes de que el 11 de agosto del 2026 llegue a ser un día negro para el comercio costarricense? ¿O tendremos que preparar las palomitas para ver cómo Caldera se va al traste y nos quedamos varados en medio de la ruta comercial? ¡Compas, a darle duro al debate!