¡Buenas tardes, foro! Les traemos un bocado interesante hoy. Parece que Enzo Carpanetti, este güegüé que anda moviéndose en altos mandos internacionales, nos está compartiendo sus secretos para que las ideas grandiosas no se vayan al traste cuando llegan a nuestros barrios. La revista Summa lo entrevistó y vino con bastante material para pensar cómo hacemos bien las cosas aquí en nuestro terruño.
Verá, el señor Carpanetti explica que no basta con tener la visión perfecta, de esas que salen en PowerPoint y suenan maravillosas, sino que hay que aterrizarla a nuestra realidad. Dice que una estrategia sin contexto es como ir buscando aguacate en pleno invierno, pura pérdida de tiempo. Él ha andado trabajando en diferentes partes del mundo y se dio cuenta de que lo que funciona en un lugar puede ser un fracaso absoluto si no le ajustas los tornillos a la idiosincrasia, a las leyes y a la manera de pensar de la gente.
Y ahí viene la clave, ¿eh? Porque muchos jefes esperan a que todo esté quebrado para empezar a mover los hilos, a cambiar las cosas. Carpanetti dice que el momento ideal es cuando la empresa está tranquila, confiada. Ahí es donde puedes echarle un ojo crítico a las cosas, cuestionar lo establecido y darle un giro estratégico sin miedo a que te caigas encima. Imagínate, reinventarse mientras andás to’ pa’ arriba, ¡eso sí que es jugar con inteligencia!
Pero, obviamente, no se trata de prenderle fuego a todo sin más. Hay que saber cómo hacer la transición sin afectar el brete diario. El tipo insiste en que la transformación debe ir de la mano con la operación, no en contra. Crear sistemas fuertes, tener gobernanzas claras, equipitos motivados y estar atento a cualquier fricción que pueda surgir. No se trata de buscar la ruptura a toda costa, sino de afinar los procesos y hacerlo todo con precisión.
Ahora, para ser un buen líder en este mundo loco, Carpanetti opina que hay que ser más visionario que gestor. Que hay que crear una imagen clara de a dónde quieres llegar, comunicarla con pasión y mover cielo y tierra para lograrlo. Pero, sobre todo, que hay que ser accesible, estar dispuesto a hablar con todos, desde el pinche becario hasta el gerente general. Creer en hacer un hábito de ser accesible y nunca cansarte de contar la historia porque la claridad y la repetición generan confianza. Esa es la pura verdad.
Verá, el señor Carpanetti explica que no basta con tener la visión perfecta, de esas que salen en PowerPoint y suenan maravillosas, sino que hay que aterrizarla a nuestra realidad. Dice que una estrategia sin contexto es como ir buscando aguacate en pleno invierno, pura pérdida de tiempo. Él ha andado trabajando en diferentes partes del mundo y se dio cuenta de que lo que funciona en un lugar puede ser un fracaso absoluto si no le ajustas los tornillos a la idiosincrasia, a las leyes y a la manera de pensar de la gente.
Y ahí viene la clave, ¿eh? Porque muchos jefes esperan a que todo esté quebrado para empezar a mover los hilos, a cambiar las cosas. Carpanetti dice que el momento ideal es cuando la empresa está tranquila, confiada. Ahí es donde puedes echarle un ojo crítico a las cosas, cuestionar lo establecido y darle un giro estratégico sin miedo a que te caigas encima. Imagínate, reinventarse mientras andás to’ pa’ arriba, ¡eso sí que es jugar con inteligencia!
Pero, obviamente, no se trata de prenderle fuego a todo sin más. Hay que saber cómo hacer la transición sin afectar el brete diario. El tipo insiste en que la transformación debe ir de la mano con la operación, no en contra. Crear sistemas fuertes, tener gobernanzas claras, equipitos motivados y estar atento a cualquier fricción que pueda surgir. No se trata de buscar la ruptura a toda costa, sino de afinar los procesos y hacerlo todo con precisión.
Ahora, para ser un buen líder en este mundo loco, Carpanetti opina que hay que ser más visionario que gestor. Que hay que crear una imagen clara de a dónde quieres llegar, comunicarla con pasión y mover cielo y tierra para lograrlo. Pero, sobre todo, que hay que ser accesible, estar dispuesto a hablar con todos, desde el pinche becario hasta el gerente general. Creer en hacer un hábito de ser accesible y nunca cansarte de contar la historia porque la claridad y la repetición generan confianza. Esa es la pura verdad.
