¡Ay, mae! Aquí estamos otra vez, discutiendo si somos un país donde la voz del pueblo realmente cuenta. Leyendo la columna del Msc. Karla Salguero Moya, te pone a pensar... ¿hasta dónde nos hemos dormido en los laureles de la “democracia” mientras la participación ciudadana va cuesta abajo?
Verás, la idea es simple: una democracia robusta necesita ciudadanos activos, informados y dispuestos a exigir cuentas a sus representantes. No basta con ir a votar cada cuatro años y luego olvidarnos de lo que pasa hasta la próxima elección. El artículo nos recuerda que la esencia de la democracia no reside en tener elecciones libres, sino en cómo usamos esos derechos entre ellas. ¡Un brete, vaya!
Y miren, la realidad es que nos hemos acomodado. Nos dejamos llevar por el “diay, qué le vamos a hacer” y permitimos que unos pocos tomen decisiones que afectan a todos. Vemos cómo se manejan los presupuestos, cómo se otorgan contratos públicos, cómo se legisla… y muchas veces, simplemente cerramos los ojos. ¡Nos jalamos una torta colectiva, créeme!
Ahora bien, no todo está perdido. Todavía hay esperanza. Hay organizaciones civiles, grupos comunitarios y activistas que luchan día a día por defender nuestros derechos y promover la transparencia. Gente que se come este brete, eh. Pero necesitan apoyo, necesitan que más personas se involucren.
Quizás uno de los mayores desafíos que enfrentamos hoy es la desconfianza en las instituciones públicas. Muchos sienten que su voz no importa, que el sistema está amañado y que cualquier intento de cambio es inútil. Esto es peligroso porque alimenta la apatía y facilita la corrupción. ¡Qué sal!
Pero también veo señales positivas. Hemos visto un aumento en la conciencia social, especialmente entre los jóvenes. Cada vez más personas están utilizando las redes sociales para denunciar injusticias, organizar protestas y exigir cambios. Ese “qué carga” que algunos proyectos han generado, precisamente es gracias a la presión popular.
De hecho, plataformas digitales permiten involucrarse en temas de interés público más fácilmente que nunca. Se puede firmar peticiones online, participar en debates virtuales, contactar a legisladores y seguir de cerca el trabajo del gobierno. ¡Una herramienta chiva, sin duda!
En fin, la pregunta que nos deja toda esta reflexión es: ¿Estamos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos y a luchar por una democracia más participativa y transparente? ¿O preferiremos seguir siendo espectadores pasivos mientras otros deciden nuestro futuro? ¡Dime, tú qué opinas, maé!? ¿Qué acciones concretas podemos tomar desde nuestras comunidades para fortalecer la ciudadanía activa en Costa Rica?
Verás, la idea es simple: una democracia robusta necesita ciudadanos activos, informados y dispuestos a exigir cuentas a sus representantes. No basta con ir a votar cada cuatro años y luego olvidarnos de lo que pasa hasta la próxima elección. El artículo nos recuerda que la esencia de la democracia no reside en tener elecciones libres, sino en cómo usamos esos derechos entre ellas. ¡Un brete, vaya!
Y miren, la realidad es que nos hemos acomodado. Nos dejamos llevar por el “diay, qué le vamos a hacer” y permitimos que unos pocos tomen decisiones que afectan a todos. Vemos cómo se manejan los presupuestos, cómo se otorgan contratos públicos, cómo se legisla… y muchas veces, simplemente cerramos los ojos. ¡Nos jalamos una torta colectiva, créeme!
Ahora bien, no todo está perdido. Todavía hay esperanza. Hay organizaciones civiles, grupos comunitarios y activistas que luchan día a día por defender nuestros derechos y promover la transparencia. Gente que se come este brete, eh. Pero necesitan apoyo, necesitan que más personas se involucren.
Quizás uno de los mayores desafíos que enfrentamos hoy es la desconfianza en las instituciones públicas. Muchos sienten que su voz no importa, que el sistema está amañado y que cualquier intento de cambio es inútil. Esto es peligroso porque alimenta la apatía y facilita la corrupción. ¡Qué sal!
Pero también veo señales positivas. Hemos visto un aumento en la conciencia social, especialmente entre los jóvenes. Cada vez más personas están utilizando las redes sociales para denunciar injusticias, organizar protestas y exigir cambios. Ese “qué carga” que algunos proyectos han generado, precisamente es gracias a la presión popular.
De hecho, plataformas digitales permiten involucrarse en temas de interés público más fácilmente que nunca. Se puede firmar peticiones online, participar en debates virtuales, contactar a legisladores y seguir de cerca el trabajo del gobierno. ¡Una herramienta chiva, sin duda!
En fin, la pregunta que nos deja toda esta reflexión es: ¿Estamos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos y a luchar por una democracia más participativa y transparente? ¿O preferiremos seguir siendo espectadores pasivos mientras otros deciden nuestro futuro? ¡Dime, tú qué opinas, maé!? ¿Qué acciones concretas podemos tomar desde nuestras comunidades para fortalecer la ciudadanía activa en Costa Rica?