¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, mi gente. Costa Rica, el paraíso, ahora figura en los radares del mundo… pero no precisamente por sus playas turquesas ni su café orgánico. El OCINDEX 2025 nos ha dado una bofetada de realidad bien tremenda: hemos escalado 14 peldaños en el ranking mundial de crimen organizado. Sí, leyeron bien. ¡Catorce! Parece mentira, ¿verdad?
Según el estudio de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, nuestro puntaje ha ido para atrás, llegando a 5.90 sobre 10. Esto nos pone en el puesto 58 a nivel global, pero lo peor es que estamos en el número 13 de toda Latinoamérica. Un cambio brutal si recordamos que en 2023 estábamos mucho más abajo, en la posición 72. ¡Una espiral cuesta abajo que nos preocupa a to’os!
Y no es que haya llegado así de repente, amigos. Todo este desmadre está ligado a varias cosas malas: el narcotráfico que se sale de control, la corrupción que se mete hasta en las paredes del gobierno y unos delincuentes que cada día se ponen más listos. Están usando tecnología, creando empresas fantasma... ¡Se les ocurre de todo para meter droga y lavar plata!
El problema más grande sigue siendo el tráfico de cocaína. Somos un puente importantísimo entre Colombia y Estados Unidos, y también para Europa. Pero ahora, encima, el consumo interno ha subido, lo que ha provocado que la violencia se sienta más acá adentro. Organizaciones como el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Clan del Golfo están moviendo sus fichas abiertamente, repartiendo miedo y haciendo negocios turbios.
Pero no crean que solo eso. Ahora tenemos otros problemas que antes ni imaginábamos. La ciberdelincuencia está a tope: ransomware atacando instituciones gubernamentales, robos de datos personales… ¡Hasta están usando inteligencia artificial para hacerse pasar por políticos y estafar a la gente! Y los crímenes financieros, pues ni hablar: evasión de impuestos, fraudes online… Una locura, diay. Y ojo, que tampoco podemos olvidar el tráfico de personas, incluyendo casos terribles de turismo sexual infantil en lugares como Jacó, y rumores de tráfico de órganos que dan escalofríos.
Lo más preocupante de todo es que las bandas locales han crecido como setas después de la lluvia. En la última década, pasamos de tener unas 35 bandas pequeñas a más de 340. Esa pelea constante por territorio es la que ha elevado los índices de homicidio a niveles históricos. Tenemos nombres que asustan como la banda de ‘Diablo’, que controla el tráfico local, la extorsión y el sicariato. También están Los Picudos, Carryway y La Narco Familia, siempre buscando apoderarse de nuevos territorios y hacer daño.
Y para colmo, estos grupitos pequeños trabajan con las mafias internacionales más poderosas. No solo tenemos confirmada la presencia del CJNG y el Clan del Golfo, sino que también hay indicios de que la ‘Ndrangheta italiana y el Tren de Aragua venezolano están metidos hasta las cejas en nuestros asuntos. Además, el sector privado –empresas de construcción, bienes raíces, hotelería– está siendo utilizado como fachada para lavar el dinero sucio que entra al país. ¡Es un círculo vicioso que nos ahoga, maes!
La pregunta es: ¿hasta dónde vamos a llegar antes de que el gobierno tome cartas en el asunto? Con una justicia lenta, leyes obsoletas y una policía que necesita más recursos, ¿cómo vamos a combatir a estas organizaciones criminales que tienen más poder y plata que nosotros? ¿Ustedes creen que Costa Rica puede revertir esta tendencia y recuperar la tranquilidad que perdimos, o estamos condenados a convertirnos en un nuevo centro neurálgico del crimen organizado latinoamericano?
Según el estudio de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, nuestro puntaje ha ido para atrás, llegando a 5.90 sobre 10. Esto nos pone en el puesto 58 a nivel global, pero lo peor es que estamos en el número 13 de toda Latinoamérica. Un cambio brutal si recordamos que en 2023 estábamos mucho más abajo, en la posición 72. ¡Una espiral cuesta abajo que nos preocupa a to’os!
Y no es que haya llegado así de repente, amigos. Todo este desmadre está ligado a varias cosas malas: el narcotráfico que se sale de control, la corrupción que se mete hasta en las paredes del gobierno y unos delincuentes que cada día se ponen más listos. Están usando tecnología, creando empresas fantasma... ¡Se les ocurre de todo para meter droga y lavar plata!
El problema más grande sigue siendo el tráfico de cocaína. Somos un puente importantísimo entre Colombia y Estados Unidos, y también para Europa. Pero ahora, encima, el consumo interno ha subido, lo que ha provocado que la violencia se sienta más acá adentro. Organizaciones como el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Clan del Golfo están moviendo sus fichas abiertamente, repartiendo miedo y haciendo negocios turbios.
Pero no crean que solo eso. Ahora tenemos otros problemas que antes ni imaginábamos. La ciberdelincuencia está a tope: ransomware atacando instituciones gubernamentales, robos de datos personales… ¡Hasta están usando inteligencia artificial para hacerse pasar por políticos y estafar a la gente! Y los crímenes financieros, pues ni hablar: evasión de impuestos, fraudes online… Una locura, diay. Y ojo, que tampoco podemos olvidar el tráfico de personas, incluyendo casos terribles de turismo sexual infantil en lugares como Jacó, y rumores de tráfico de órganos que dan escalofríos.
Lo más preocupante de todo es que las bandas locales han crecido como setas después de la lluvia. En la última década, pasamos de tener unas 35 bandas pequeñas a más de 340. Esa pelea constante por territorio es la que ha elevado los índices de homicidio a niveles históricos. Tenemos nombres que asustan como la banda de ‘Diablo’, que controla el tráfico local, la extorsión y el sicariato. También están Los Picudos, Carryway y La Narco Familia, siempre buscando apoderarse de nuevos territorios y hacer daño.
Y para colmo, estos grupitos pequeños trabajan con las mafias internacionales más poderosas. No solo tenemos confirmada la presencia del CJNG y el Clan del Golfo, sino que también hay indicios de que la ‘Ndrangheta italiana y el Tren de Aragua venezolano están metidos hasta las cejas en nuestros asuntos. Además, el sector privado –empresas de construcción, bienes raíces, hotelería– está siendo utilizado como fachada para lavar el dinero sucio que entra al país. ¡Es un círculo vicioso que nos ahoga, maes!
La pregunta es: ¿hasta dónde vamos a llegar antes de que el gobierno tome cartas en el asunto? Con una justicia lenta, leyes obsoletas y una policía que necesita más recursos, ¿cómo vamos a combatir a estas organizaciones criminales que tienen más poder y plata que nosotros? ¿Ustedes creen que Costa Rica puede revertir esta tendencia y recuperar la tranquilidad que perdimos, o estamos condenados a convertirnos en un nuevo centro neurálgico del crimen organizado latinoamericano?