¡Ay, maé! La boleta cayó dura este lunes para el mundo artístico costarricense. Nos fuimos a parar con la noticia del fallecimiento de Gonzalo Castellón Vargas, un hombre que le metió empeño a la cultura como pocos. Tenía 74 añitos, diay... y deja un vacío enorme, especialmente en la Compañía Lírica Nacional.
Castellón, además de ser un tenorazo con voz potente, era abogado, historiador y escritor. Un verdadero ’carga’ de talentos, vamos. Su paso por la Compañía Lírica, donde dirigió durante varios años, marcó un antes y un después en cómo se promovió la ópera en nuestro país. Se dice por ahí que le echó ganas para impulsar a los jóvenes cantantes y abrirle espacios a nuevas propuestas. ¡Qué tuanis!
Según el Ministerio de Cultura y Juventud, “lamentan profundamente” su partida. En sus redes sociales dejaron claro que Castellón fue clave para impulsar la excelencia artística acá en Costa Rica. Eso sí que habla del impacto que tuvo, ¿eh? No cualquier ’chunche’ recibe esas alabanzas, maé.
Su formación fue de lujo, desde la Escuela de Artes Musicales de la UCR hasta las academias más prestigiosas de Italia, en Milán. Aprendió de los mejores y trajo ese conocimiento pa' compartirlo con nosotros. Imagínate estudiar con gente del Teatro alla Scala… ¡eso es nivelazo!
Como director de la Compañía Lírica, Castellón no se conformaba con mantener lo que había. Él quería hacer crecer el género, llevarlo a otro nivel. Buscaba nuevos talentos, abría puertas a compositores nacionales y se esforzaba por conectar la ópera con el público general. A veces, eso es complicado, porque muchos piensen que es cosa de ‘gente chota’, pero él luchaba contra eso.
Las redes explotaron con mensajes de cariño, anécdotas y agradecimiento. Colegas, amigos y familiares recordaron su generosidad, su dedicación al arte y su sentido del humor. Se le veía siempre sonriendo, aunque detrás de ese rostro hubiera muchas horas de trabajo duro, que nadie ve, diay. Muchos recuerdan sus charlas, sus consejos y su entusiasmo contagioso.
Se hablaba mucho de su esfuerzo por acercar la ópera a la gente común, realizar conciertos didácticos y programas educativos. Quería que todos entendieran la belleza y la importancia de este género musical, que no fuera solo para unos cuantos privilegiados. Esa vara, de democratizar el acceso al arte, es algo que merece reconocimiento, así no esté de moda.
Ahora, con su partida, nos queda un legado invaluable: su amor por la música, su compromiso con la cultura y su incansable lucha por dejar una huella imborrable en el corazón de Costa Rica. Pero me pregunto, maés, ¿qué podemos hacer nosotros, los que quedamos, para honrar su memoria y seguir adelante con su visión de una Costa Rica más culta y creativa? ¿Cómo podemos asegurar que la ópera y otras expresiones artísticas tengan el apoyo y el reconocimiento que merecen?
Castellón, además de ser un tenorazo con voz potente, era abogado, historiador y escritor. Un verdadero ’carga’ de talentos, vamos. Su paso por la Compañía Lírica, donde dirigió durante varios años, marcó un antes y un después en cómo se promovió la ópera en nuestro país. Se dice por ahí que le echó ganas para impulsar a los jóvenes cantantes y abrirle espacios a nuevas propuestas. ¡Qué tuanis!
Según el Ministerio de Cultura y Juventud, “lamentan profundamente” su partida. En sus redes sociales dejaron claro que Castellón fue clave para impulsar la excelencia artística acá en Costa Rica. Eso sí que habla del impacto que tuvo, ¿eh? No cualquier ’chunche’ recibe esas alabanzas, maé.
Su formación fue de lujo, desde la Escuela de Artes Musicales de la UCR hasta las academias más prestigiosas de Italia, en Milán. Aprendió de los mejores y trajo ese conocimiento pa' compartirlo con nosotros. Imagínate estudiar con gente del Teatro alla Scala… ¡eso es nivelazo!
Como director de la Compañía Lírica, Castellón no se conformaba con mantener lo que había. Él quería hacer crecer el género, llevarlo a otro nivel. Buscaba nuevos talentos, abría puertas a compositores nacionales y se esforzaba por conectar la ópera con el público general. A veces, eso es complicado, porque muchos piensen que es cosa de ‘gente chota’, pero él luchaba contra eso.
Las redes explotaron con mensajes de cariño, anécdotas y agradecimiento. Colegas, amigos y familiares recordaron su generosidad, su dedicación al arte y su sentido del humor. Se le veía siempre sonriendo, aunque detrás de ese rostro hubiera muchas horas de trabajo duro, que nadie ve, diay. Muchos recuerdan sus charlas, sus consejos y su entusiasmo contagioso.
Se hablaba mucho de su esfuerzo por acercar la ópera a la gente común, realizar conciertos didácticos y programas educativos. Quería que todos entendieran la belleza y la importancia de este género musical, que no fuera solo para unos cuantos privilegiados. Esa vara, de democratizar el acceso al arte, es algo que merece reconocimiento, así no esté de moda.
Ahora, con su partida, nos queda un legado invaluable: su amor por la música, su compromiso con la cultura y su incansable lucha por dejar una huella imborrable en el corazón de Costa Rica. Pero me pregunto, maés, ¿qué podemos hacer nosotros, los que quedamos, para honrar su memoria y seguir adelante con su visión de una Costa Rica más culta y creativa? ¿Cómo podemos asegurar que la ópera y otras expresiones artísticas tengan el apoyo y el reconocimiento que merecen?