Imagínese esto: cada mes, en Tiquicia, 30 personas ven cómo su mundo se pone de cabeza. Un resbalón en el brete, un mal giro en la carretera, y de un pronto a otro, la vida cambia por completo. Hablamos de lesiones medulares, una de esas varas que nadie quiere ni pensar, pero que lamentablemente pasan. Y cuando suceden, el despiche físico, emocional y familiar es monumental. Sin embargo, en medio de ese caos, el Instituto Nacional de Seguros (INS) tiene montado un operativo de apoyo que va mucho más allá de pagar una incapacidad. Es una red completa que busca, literalmente, volver a poner a la gente de pie, o en este caso, a rodar con toda la independencia posible.
Seamos honestos, uno oye "INS" y piensa en marchamos y trámites. Pero lo que están haciendo con estos pacientes es de otro nivel. No es solo una receta y “nos vemos en seis meses”. Es un combo integral donde entra a jugar un equipo de primera: médicos especialistas, psicólogos, trabajadores sociales y terapeutas que no solo se enfocan en el cuerpo, sino en la jupa y en el alma. La doctora Alejandra Jiménez, una de las jefas en el INS, lo pone clarito: el reto es masivo. De repente dependés de una silla de ruedas y te enfrentás a un mundo que no está hecho para vos. Por eso, el trabajo de este equipo es titánico: desde la rehabilitación física hasta preparar al paciente y a su familia para la nueva realidad, con el objetivo final de que puedan, si es posible, volver al brete y ser dueños de su vida otra vez.
Y para que la vara no se quede en pura hablada institucional, conozcan a don Óscar González. En 2013, se cayó de una altura de casi seis metros en su trabajo. El resultado: una fractura en la médula que lo dejó sin poder mover las piernas. Uno podría pensar que ahí se acabó todo, pero diay, aquí es donde la historia se pone buena. Gracias a la póliza de Riesgos del Trabajo, el INS se hizo cargo. Don Óscar lo dice él mismo, fue una “gran bendición” tener esa renta mensual, la silla, las terapias y hasta el apoyo psicológico para él y su familia. Pero lo más impresionante es lo que hizo después: hoy se dedica a modificar carros para personas con movilidad reducida. O sea, el mae no solo se levantó anímicamente, sino que ahora usa su experiencia para ayudar a otros. ¡Qué nivel!
Pero aquí viene la parte que, para mí, es la más tuanis de todo el asunto: el Taller de Lesionados Medulares (TLM). Este no es un grupo de apoyo cualquiera; es el único especializado en el país y funciona dentro del Hospital del Trauma. Es un espacio donde los pacientes se topan con otros que están en las mismas. Y seamos claros, por más bueno que sea un doctor o un psicólogo, no hay nada como hablar con un compa que de verdad entiende por lo que estás pasando. En el TLM se comparten piques, estrategias para afrontar el día a día y, sobre todo, se dan cuenta de que no están solos. Es un complemento perfecto al tratamiento clínico, porque se enfoca en la resiliencia, en fortalecer los lazos y en empoderar a la gente para que exija su espacio en la sociedad.
Al final, este programa del INS es un recordatorio de que detrás de las cifras y los accidentes hay historias de una fortaleza increíble. Es un sistema que, por lo visto, funciona y que prioriza la dignidad humana por encima de todo. No se trata solo de curar una herida, sino de reconstruir una vida. La historia de don Óscar y la existencia del TLM demuestran que, aunque el golpe sea durísimo, con el apoyo correcto se puede salir adelante y hasta encontrar un nuevo propósito. Es una de esas noticias que te hacen pensar que, a pesar de todo, algunas cosas en este país sí se están haciendo a cachete.
Pero bueno, esa es mi lectura. Ahora les pregunto a ustedes, maes: Más allá del INS, ¿creen que como sociedad estamos haciendo lo suficiente por la inclusión de personas con movilidad reducida? ¿Qué le falta a nuestras aceras, buses y bretes para que de verdad sean para todos?
Seamos honestos, uno oye "INS" y piensa en marchamos y trámites. Pero lo que están haciendo con estos pacientes es de otro nivel. No es solo una receta y “nos vemos en seis meses”. Es un combo integral donde entra a jugar un equipo de primera: médicos especialistas, psicólogos, trabajadores sociales y terapeutas que no solo se enfocan en el cuerpo, sino en la jupa y en el alma. La doctora Alejandra Jiménez, una de las jefas en el INS, lo pone clarito: el reto es masivo. De repente dependés de una silla de ruedas y te enfrentás a un mundo que no está hecho para vos. Por eso, el trabajo de este equipo es titánico: desde la rehabilitación física hasta preparar al paciente y a su familia para la nueva realidad, con el objetivo final de que puedan, si es posible, volver al brete y ser dueños de su vida otra vez.
Y para que la vara no se quede en pura hablada institucional, conozcan a don Óscar González. En 2013, se cayó de una altura de casi seis metros en su trabajo. El resultado: una fractura en la médula que lo dejó sin poder mover las piernas. Uno podría pensar que ahí se acabó todo, pero diay, aquí es donde la historia se pone buena. Gracias a la póliza de Riesgos del Trabajo, el INS se hizo cargo. Don Óscar lo dice él mismo, fue una “gran bendición” tener esa renta mensual, la silla, las terapias y hasta el apoyo psicológico para él y su familia. Pero lo más impresionante es lo que hizo después: hoy se dedica a modificar carros para personas con movilidad reducida. O sea, el mae no solo se levantó anímicamente, sino que ahora usa su experiencia para ayudar a otros. ¡Qué nivel!
Pero aquí viene la parte que, para mí, es la más tuanis de todo el asunto: el Taller de Lesionados Medulares (TLM). Este no es un grupo de apoyo cualquiera; es el único especializado en el país y funciona dentro del Hospital del Trauma. Es un espacio donde los pacientes se topan con otros que están en las mismas. Y seamos claros, por más bueno que sea un doctor o un psicólogo, no hay nada como hablar con un compa que de verdad entiende por lo que estás pasando. En el TLM se comparten piques, estrategias para afrontar el día a día y, sobre todo, se dan cuenta de que no están solos. Es un complemento perfecto al tratamiento clínico, porque se enfoca en la resiliencia, en fortalecer los lazos y en empoderar a la gente para que exija su espacio en la sociedad.
Al final, este programa del INS es un recordatorio de que detrás de las cifras y los accidentes hay historias de una fortaleza increíble. Es un sistema que, por lo visto, funciona y que prioriza la dignidad humana por encima de todo. No se trata solo de curar una herida, sino de reconstruir una vida. La historia de don Óscar y la existencia del TLM demuestran que, aunque el golpe sea durísimo, con el apoyo correcto se puede salir adelante y hasta encontrar un nuevo propósito. Es una de esas noticias que te hacen pensar que, a pesar de todo, algunas cosas en este país sí se están haciendo a cachete.
Pero bueno, esa es mi lectura. Ahora les pregunto a ustedes, maes: Más allá del INS, ¿creen que como sociedad estamos haciendo lo suficiente por la inclusión de personas con movilidad reducida? ¿Qué le falta a nuestras aceras, buses y bretes para que de verdad sean para todos?