¡Ay, Dios mío! Uno de esos cuentos que te sacuden el alma, ¿eh? Un señor de acá tranquilito, vecino nuestro de San José, se fajó un premio de ¢400 millones en el sorteo de consolación. Imagínate el chamaco, pasando de vivir como nosotros a tener más lana que el Banco Central. ¡Qué viaje!
La movida empezó allá por el Mercado Central, justo donde uno va buscando el pan, unas zapateras o, si le da la gana, un billetazo de lotería. Parece que el destino lo tenía marcado desde ahí, porque ahí mismo compró el boleto que le cambiaría la vida. Después de pasar por el Gordo Navideño –donde pegó un tercerpuesto, unos buenos ¢80 mil–, pensó: 'Voy a seguirle dando hasta que salga el sol'. Y vaya que salió el sol, ¡pero de qué manera!
Según nos cuentan, el señor, que prefiere mantener el anonimato por ahora (ya les entiendo, yo también me escondería), volvió a la misma ventanita, a la misma doña que le vendió el boleto. “La señora me cayó bien, fue muy amable,” dijo al explicar su decisión. ¡Un detalle así puede hacer la diferencia, mándale! Al final, esa amabilidad resultó ser la llave de la fortuna.
La Junta de Protección Social ya confirmó la jugada. El tipo apareció en sus oficinas con el boleto en mano, listo para hacer efectivo el premio. Dicen que no gritó ni corrió a darle besos a su mamá (aunque seguramente lo hizo en privado), sino que se presentó con calma, como quien va a pagar una factura. Eso sí, seguro que en casa estaban celebrando a toda máquina. Imagínate el morrocotudo que debieron estar armando.
Pero ojo, que este mae no parece planea despilfarrar la plata, ¿eh? No vamos a ver portadas de revistas con él comprándose autos deportivos ni mansiones en Pescadero. Según él, quiere invertir una parte para asegurar el futuro y guardar otra para... bueno, para disfrutarla sin poner en riesgo su tranquilidad. Una actitud responsable, ¡hay que aplaudirla! Muchos podrían haberse ido de cabeza, pero este señor parece tener la cordura intacta.
Para poner esto en perspectiva, el Sorteo Extraordinario de Consolación repartió una bolsa total de ¢2.000 millones, ¡una verdadera lluvia de bendiciones! El primer premio, como ya sabemos, era de ¢400 millones por entero (dividido en cinco emisiones). Luego vinieron otros premios más modestos, pero igualmente significativos, para aquellos que tuvieron un poquito de suerte extra. Así que ya saben, ¡siempre hay una chance!
Recordemos que esta es la segunda oportunidad para soñar, después del revuelo del Gordo Navideño. Miles de catradores seguimos con la ilusión de pescar el granito de arena y salir de cualquier brete. Y aunque no siempre sale como queremos, la esperanza es lo último que se pierde, ¿verdad? Es una tradición muy nuestra, agarrarle con ganas y apostar por la suerte, ¡pa’ que luego no digan que no les dimos oportunidad!
En fin, una historia que nos demuestra que la suerte, a veces, llama a la puerta de cualquiera. Pero la pregunta que tengo pa' ustedes, mis queridos lectores del Foro, es esta: ¿Si tú ganaras ¢400 millones, cuál sería la primera cosa que harías y cómo te asegurarías de que esa fortuna te trajera paz y felicidad a largo plazo?
La movida empezó allá por el Mercado Central, justo donde uno va buscando el pan, unas zapateras o, si le da la gana, un billetazo de lotería. Parece que el destino lo tenía marcado desde ahí, porque ahí mismo compró el boleto que le cambiaría la vida. Después de pasar por el Gordo Navideño –donde pegó un tercerpuesto, unos buenos ¢80 mil–, pensó: 'Voy a seguirle dando hasta que salga el sol'. Y vaya que salió el sol, ¡pero de qué manera!
Según nos cuentan, el señor, que prefiere mantener el anonimato por ahora (ya les entiendo, yo también me escondería), volvió a la misma ventanita, a la misma doña que le vendió el boleto. “La señora me cayó bien, fue muy amable,” dijo al explicar su decisión. ¡Un detalle así puede hacer la diferencia, mándale! Al final, esa amabilidad resultó ser la llave de la fortuna.
La Junta de Protección Social ya confirmó la jugada. El tipo apareció en sus oficinas con el boleto en mano, listo para hacer efectivo el premio. Dicen que no gritó ni corrió a darle besos a su mamá (aunque seguramente lo hizo en privado), sino que se presentó con calma, como quien va a pagar una factura. Eso sí, seguro que en casa estaban celebrando a toda máquina. Imagínate el morrocotudo que debieron estar armando.
Pero ojo, que este mae no parece planea despilfarrar la plata, ¿eh? No vamos a ver portadas de revistas con él comprándose autos deportivos ni mansiones en Pescadero. Según él, quiere invertir una parte para asegurar el futuro y guardar otra para... bueno, para disfrutarla sin poner en riesgo su tranquilidad. Una actitud responsable, ¡hay que aplaudirla! Muchos podrían haberse ido de cabeza, pero este señor parece tener la cordura intacta.
Para poner esto en perspectiva, el Sorteo Extraordinario de Consolación repartió una bolsa total de ¢2.000 millones, ¡una verdadera lluvia de bendiciones! El primer premio, como ya sabemos, era de ¢400 millones por entero (dividido en cinco emisiones). Luego vinieron otros premios más modestos, pero igualmente significativos, para aquellos que tuvieron un poquito de suerte extra. Así que ya saben, ¡siempre hay una chance!
Recordemos que esta es la segunda oportunidad para soñar, después del revuelo del Gordo Navideño. Miles de catradores seguimos con la ilusión de pescar el granito de arena y salir de cualquier brete. Y aunque no siempre sale como queremos, la esperanza es lo último que se pierde, ¿verdad? Es una tradición muy nuestra, agarrarle con ganas y apostar por la suerte, ¡pa’ que luego no digan que no les dimos oportunidad!
En fin, una historia que nos demuestra que la suerte, a veces, llama a la puerta de cualquiera. Pero la pregunta que tengo pa' ustedes, mis queridos lectores del Foro, es esta: ¿Si tú ganaras ¢400 millones, cuál sería la primera cosa que harías y cómo te asegurarías de que esa fortuna te trajera paz y felicidad a largo plazo?