A ver, maes, hablemos claro y sin pelos en la lengua. Hay días en que uno se levanta, ve las noticias y piensa: "no puede ser, esto tiene que ser un meme". Pero no, es la pura realidad de nuestra política criolla. La última joyita viene directo desde el Caribe: resulta que se convocó una sesión solemne en Limón para celebrar el Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense, una fecha que debería ser de respeto y presencia. ¿Y qué pasó? Pues que 20 de nuestros honorables padres y madres de la patria decidieron que tenían mejores cosas que hacer. Un faltazo masivo que convirtió lo que debía ser un acto formal en un completo despiche.
El plan era sencillo: ir a Limón, hacer acto de presencia, dar unos discursos y demostrar que la provincia caribeña le importa a la Asamblea Legislativa. Pero como a menudo pasa, del dicho al hecho hay un trecho enorme. La ausencia de 20 diputados mandó todo al traste. Sin el famoso quórum, la sesión solemne no podía realizarse como tal. Legalmente, la vara se degradó a un simple "grupo de trabajo". En otras palabras, se jalaron una torta monumental. No es solo ausentarse al brete; es el mensaje que se envía en una fecha tan simbólica. Es una bofetada a la cultura afrocostarricense y una muestra de desinterés que, honestamente, ya cansa. Algunos presentaron incapacidades y permisos, lo cual se entiende, pero otros simplemente... no llegaron. Así, sin más.
Pero aquí es donde la historia da un giro tragicómico, muy al estilo tico. Ante el vacío de poder y discursos, la Casa de la Cultura de Limón no se quedó en silencio. ¿La solución? ¡Música, por supuesto! Y con la música, vino el baile. Mientras casi la mitad de sus colegas brillaban por su ausencia, los diputados que sí se presentaron le sacaron brillo al piso. Vimos a Paulina Ramírez y Luis Fernando Mendoza aplaudiendo, pero la que se robó el show fue Katherine Moreira, diputada limonense, quien con su traje típico demostró que al menos para ella, la celebración era en serio. Ver a los políticos bailando donde debían estar legislando es la metáfora perfecta de nuestro realismo mágico.
Y mientras unos bailaban y otros estaban quién sabe dónde, el presidente del Congreso, Rodrigo Arias, aprovechó el micrófono para lanzar un discurso casi surrealista en ese contexto. Habló de la urgencia de defender la democracia contra las "amenazas del populismo autoritario". Diay, don Rodrigo, con todo el respeto del mundo, ¿cómo se defiende la democracia si ni siquiera se puede garantizar la asistencia para un acto que celebra una de las raíces fundamentales de nuestra identidad nacional? Es un poco difícil tomarse en serio un llamado a la unidad cuando un tercio de la planilla legislativa ni siquiera se digna a cruzar el Zurquí para un evento de esta magnitud. La lista de ausentes es un quién es quién de varios partidos, desde el oficialismo hasta Liberación y el PUSC, demostrando que el desinterés, a veces, es multipartidista.
Al final, la jornada dejó un sabor amargo. Salado Limón, que una vez más tiene que conformarse con las sobras de la atención de la capital. La imagen del día no fueron los discursos profundos, sino las sillas vacías y una fiesta improvisada que nació de un fracaso institucional. Fue un recordatorio de que una cosa es el discurso de inclusión y otra muy distinta es el compromiso real de estar ahí, de escuchar y de celebrar juntos. Pero bueno, les tiro la bola a ustedes, maes: ¿Qué pesa más? ¿La justificación de una incapacidad o el mensaje que manda una silla vacía en un día como este? ¿O es que ya nos acostumbramos a que el 'brete' de representar a la gente sea... opcional? Los leo.
El plan era sencillo: ir a Limón, hacer acto de presencia, dar unos discursos y demostrar que la provincia caribeña le importa a la Asamblea Legislativa. Pero como a menudo pasa, del dicho al hecho hay un trecho enorme. La ausencia de 20 diputados mandó todo al traste. Sin el famoso quórum, la sesión solemne no podía realizarse como tal. Legalmente, la vara se degradó a un simple "grupo de trabajo". En otras palabras, se jalaron una torta monumental. No es solo ausentarse al brete; es el mensaje que se envía en una fecha tan simbólica. Es una bofetada a la cultura afrocostarricense y una muestra de desinterés que, honestamente, ya cansa. Algunos presentaron incapacidades y permisos, lo cual se entiende, pero otros simplemente... no llegaron. Así, sin más.
Pero aquí es donde la historia da un giro tragicómico, muy al estilo tico. Ante el vacío de poder y discursos, la Casa de la Cultura de Limón no se quedó en silencio. ¿La solución? ¡Música, por supuesto! Y con la música, vino el baile. Mientras casi la mitad de sus colegas brillaban por su ausencia, los diputados que sí se presentaron le sacaron brillo al piso. Vimos a Paulina Ramírez y Luis Fernando Mendoza aplaudiendo, pero la que se robó el show fue Katherine Moreira, diputada limonense, quien con su traje típico demostró que al menos para ella, la celebración era en serio. Ver a los políticos bailando donde debían estar legislando es la metáfora perfecta de nuestro realismo mágico.
Y mientras unos bailaban y otros estaban quién sabe dónde, el presidente del Congreso, Rodrigo Arias, aprovechó el micrófono para lanzar un discurso casi surrealista en ese contexto. Habló de la urgencia de defender la democracia contra las "amenazas del populismo autoritario". Diay, don Rodrigo, con todo el respeto del mundo, ¿cómo se defiende la democracia si ni siquiera se puede garantizar la asistencia para un acto que celebra una de las raíces fundamentales de nuestra identidad nacional? Es un poco difícil tomarse en serio un llamado a la unidad cuando un tercio de la planilla legislativa ni siquiera se digna a cruzar el Zurquí para un evento de esta magnitud. La lista de ausentes es un quién es quién de varios partidos, desde el oficialismo hasta Liberación y el PUSC, demostrando que el desinterés, a veces, es multipartidista.
Al final, la jornada dejó un sabor amargo. Salado Limón, que una vez más tiene que conformarse con las sobras de la atención de la capital. La imagen del día no fueron los discursos profundos, sino las sillas vacías y una fiesta improvisada que nació de un fracaso institucional. Fue un recordatorio de que una cosa es el discurso de inclusión y otra muy distinta es el compromiso real de estar ahí, de escuchar y de celebrar juntos. Pero bueno, les tiro la bola a ustedes, maes: ¿Qué pesa más? ¿La justificación de una incapacidad o el mensaje que manda una silla vacía en un día como este? ¿O es que ya nos acostumbramos a que el 'brete' de representar a la gente sea... opcional? Los leo.
