¡Ay, Dios mío! Aquí seguimos con los mismos problemas, ¿eh? Este martes amanecimos con la noticia del desalojo en Chorreras de Cutris, una comunidad que lleva más de treinta años ahí plantada. Las autoridades entraron con todo, SINAC, Fuerza Pública, Cruz Roja… pareciá película de acción. Después de tanto trámite legal y un juez que mandó a tumbar las casitas, pues llegó el día que muchos temían. Una verdadera torta lo del cambio climático y cómo afecta a nosotros, los pueblitos.
Para ponerlos al tanto, Chorreras de Cutris está metida en el Corredor Fronterizo Norte, cerquita de la mina Crucitas. Ahí es donde empieza el problema, porque con la cercanía de la mina, llegaron unos tipos raritos, los llamados “coligalleros”. Estos señores se dedican a buscar oro ilegal, y eso, como ya saben, no es precisamente amigable con el medio ambiente. Dicen las malas lenguas que el asunto de la mina ha encendido todas las alarmas ambientales por allá arriba.
Y claro, el gobierno no podía quedarse de brazos cruzados. Un juez, hace cositas como en septiembre pasado, mandó a desalojar el lugar y tumbar casi setenta casas, incluyendo la escuela. Le dieron dos meses a los moradores, y bueno, algunos se fueron con calma, buscando otro lao pa’ echar raíces. Pero otros, agarrados a sus tradiciones y a su terruño, esperaban que se calmara la cosa. Qué bronca, ¿verdad?
Pero este martes, no había chance. Llegaron las autoridades con toda la maquinaria pesada, y bueno, el desalojo se llevó a cabo. Se dice que unas veinte familias todavía estaban aferradas al lugar, pero finalmente tuvieron que empacar sus cosas y buscarle a dónde ir. Imagínate la angustia de tener que dejar atrás todo lo que construiste durante tantos años. ¡Qué sal!
Participaron muchísimas instituciones en el operativo, desde el Sistema Nacional de Áreas de Conservación hasta el Ministerio de Obras Públicas. Todos coordinándose para llevar a cabo la orden judicial y tumbar las estructuras que quedaban en pie. Parece sacado de una novela, la verdad. La policía migratoria también estaba allí, revisando documentos y asegurándose de que todo estuviera en regla. Uno se queda pensando qué tan justo es esto realmente.
Ahora la gran pregunta es: ¿esto va a pasar en otros pueblos de la frontera? Hay mucha preocupación entre las comunidades campesinas, porque sienten que este desalojo puede sentar un precedente peligroso. Temen que el gobierno, bajo cualquier pretexto, pueda seguir quitándoles sus tierras y obligándolos a desplazarse. Eso sí sería un despiche, ¿no creen?
Algunos expertos dicen que este caso pone de manifiesto la necesidad de revisar la política de desarrollo rural en zonas fronterizas. Señalan que se necesita encontrar un equilibrio entre la protección del medio ambiente y el derecho a la propiedad y a la vivienda de las comunidades campesinas. Porque a final de cuentas, todos queremos vivir tranquilos en nuestro país, sin que nos estén echando de nuestros hogares por culpa de intereses económicos o políticos. Esto es un brete que tenemos que resolver como sociedad, diay.
La situación en Chorreras de Cutris deja muchas reflexiones. ¿Será que estamos sacrificando nuestras comunidades rurales y el patrimonio cultural del país en aras de un supuesto progreso económico? ¿O será que necesitamos replantearnos nuestra relación con la naturaleza y encontrar modelos de desarrollo más sostenibles y justos? ¿Ustedes qué opinan? Dejen sus comentarios en el foro, ¡me interesa saber qué piensan mis compas!
Para ponerlos al tanto, Chorreras de Cutris está metida en el Corredor Fronterizo Norte, cerquita de la mina Crucitas. Ahí es donde empieza el problema, porque con la cercanía de la mina, llegaron unos tipos raritos, los llamados “coligalleros”. Estos señores se dedican a buscar oro ilegal, y eso, como ya saben, no es precisamente amigable con el medio ambiente. Dicen las malas lenguas que el asunto de la mina ha encendido todas las alarmas ambientales por allá arriba.
Y claro, el gobierno no podía quedarse de brazos cruzados. Un juez, hace cositas como en septiembre pasado, mandó a desalojar el lugar y tumbar casi setenta casas, incluyendo la escuela. Le dieron dos meses a los moradores, y bueno, algunos se fueron con calma, buscando otro lao pa’ echar raíces. Pero otros, agarrados a sus tradiciones y a su terruño, esperaban que se calmara la cosa. Qué bronca, ¿verdad?
Pero este martes, no había chance. Llegaron las autoridades con toda la maquinaria pesada, y bueno, el desalojo se llevó a cabo. Se dice que unas veinte familias todavía estaban aferradas al lugar, pero finalmente tuvieron que empacar sus cosas y buscarle a dónde ir. Imagínate la angustia de tener que dejar atrás todo lo que construiste durante tantos años. ¡Qué sal!
Participaron muchísimas instituciones en el operativo, desde el Sistema Nacional de Áreas de Conservación hasta el Ministerio de Obras Públicas. Todos coordinándose para llevar a cabo la orden judicial y tumbar las estructuras que quedaban en pie. Parece sacado de una novela, la verdad. La policía migratoria también estaba allí, revisando documentos y asegurándose de que todo estuviera en regla. Uno se queda pensando qué tan justo es esto realmente.
Ahora la gran pregunta es: ¿esto va a pasar en otros pueblos de la frontera? Hay mucha preocupación entre las comunidades campesinas, porque sienten que este desalojo puede sentar un precedente peligroso. Temen que el gobierno, bajo cualquier pretexto, pueda seguir quitándoles sus tierras y obligándolos a desplazarse. Eso sí sería un despiche, ¿no creen?
Algunos expertos dicen que este caso pone de manifiesto la necesidad de revisar la política de desarrollo rural en zonas fronterizas. Señalan que se necesita encontrar un equilibrio entre la protección del medio ambiente y el derecho a la propiedad y a la vivienda de las comunidades campesinas. Porque a final de cuentas, todos queremos vivir tranquilos en nuestro país, sin que nos estén echando de nuestros hogares por culpa de intereses económicos o políticos. Esto es un brete que tenemos que resolver como sociedad, diay.
La situación en Chorreras de Cutris deja muchas reflexiones. ¿Será que estamos sacrificando nuestras comunidades rurales y el patrimonio cultural del país en aras de un supuesto progreso económico? ¿O será que necesitamos replantearnos nuestra relación con la naturaleza y encontrar modelos de desarrollo más sostenibles y justos? ¿Ustedes qué opinan? Dejen sus comentarios en el foro, ¡me interesa saber qué piensan mis compas!
