¡Aguante! Resulta que el ex Presidente Miguel Ángel Rodríguez soltó unas verdades sobre la Doctrina Social de la Iglesia, y vaya que dieron qué pensar. No estamos hablando de sermones aburridos, sino de un llamado serio a ver cómo vivimos juntos en este país, donde somos tan diversos que a veces parece que vamos en direcciones opuestas. Él lo plantea desde la perspectiva del amor y el reconocimiento de que todos necesitamos de todos, como si fuéramos piezas de un rompecabezas gigante, diay.
Rodríguez retoma ideas clave de la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, allá por 1891. Imagínate eso, ¡hace más de 130 años! Don León estaba preocupado porque la Revolución Industrial había cambiado todo, la gente trabajaba en fábricas, y había muchísima desigualdad. Entonces, escribió esta carta, como diríamos ahora, para recordar que aunque cambie el mundo, siempre hay principios básicos que no pueden faltar: tratar a todos con respeto, buscar el bien común, y luchar por una sociedad justa. Lo que hoy sigue siendo una carga, créeme.
Pero la idea es que esto no nació con Rerum Novarum, sino que viene desde tiempos bíblicos. Según Rodríguez, el mensaje de Jesús y las cartas de San Pablo, especialmente la Primera Carta a los Corintios y la Carta a los Romanos, nos enseñan que somos como un cuerpo, con partes distintas pero interdependientes. Así como el ojo necesita la mano y la cabeza necesita los pies, así también cada persona tiene su rol y contribución en la sociedad. ¡Qué nivel de sabiduría ancestral!
San Pablo, con toda su palabrería fina, compara la iglesia con un cuerpo, enfatizando que incluso los miembros más “débiles” son esenciales. Dice textualmente que si uno sufre, todos sufren; y si uno se destaca, todos celebramos. Eso sí que es un consejo para Costa Rica, ¿no creen? Porque últimamente parece que nos enfocamos más en señalar las diferencias que en celebrar nuestras virtudes compartidas, y eso nos va a ir mal, mi pana.
Lo interesante de todo esto es que Rodríguez conecta estos principios antiguos con la realidad actual. Con tanto conflicto político, tanta polarización, tanta gente gritándose en redes sociales, nos recuerda que necesitamos urgentemente practicar el amor, la tolerancia, y la empatía. Que dejemos de tirar piedras y empecemos a construir puentes, como decía mi abu. Y que, como ciudadanos, asumamos nuestra responsabilidad de contribuir al bienestar de todos, no solamente al nuestro. Vamos a darle, señores.
Aunque la base de estas reflexiones es católica, Rodríguez apunta a que la Doctrina Social de la Iglesia, en realidad, debería ser un faro para todos los costarricenses, independientemente de su credo. Se trata de valores universales como la dignidad humana, la justicia social, y la solidaridad. Cosas que podríamos rescatar, porque a veces olvidamos lo básico cuando estamos enfrascados en nuestras disputas personales y partidistas. Es una vara alta, pero necesaria para navegar este brete.
Me pregunto si realmente internalizamos estos mensajes. Prometemos en campaña hacer el bien común, pero luego nos olvidamos cuando llegamos al poder. Hablamos de igualdad, pero permitimos que persistan desigualdades flagrantes. Nos decimos solidarios, pero preferimos mirar hacia otro lado cuando vemos sufrimiento. A veces me siento salado, pensando en cómo vamos a lograr cambiar esta dinámica, pero creo que empezar por reflexionar sobre estos principios, y ponerlos en práctica en nuestra vida diaria, es un buen comienzo. ¡Vamos a dejar de jalarse tortas y empezar a trabajar en equipo!
Entonces, díganme ustedes: ¿Cómo podemos aplicar estos principios de la Doctrina Social de la Iglesia, o cualquier filosofía similar que promueva el bien común, en nuestra vida cotidiana y en la política nacional? ¿Qué acciones concretas podemos tomar para construir una sociedad más justa, equitativa y llena de chunches para todos?
Rodríguez retoma ideas clave de la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, allá por 1891. Imagínate eso, ¡hace más de 130 años! Don León estaba preocupado porque la Revolución Industrial había cambiado todo, la gente trabajaba en fábricas, y había muchísima desigualdad. Entonces, escribió esta carta, como diríamos ahora, para recordar que aunque cambie el mundo, siempre hay principios básicos que no pueden faltar: tratar a todos con respeto, buscar el bien común, y luchar por una sociedad justa. Lo que hoy sigue siendo una carga, créeme.
Pero la idea es que esto no nació con Rerum Novarum, sino que viene desde tiempos bíblicos. Según Rodríguez, el mensaje de Jesús y las cartas de San Pablo, especialmente la Primera Carta a los Corintios y la Carta a los Romanos, nos enseñan que somos como un cuerpo, con partes distintas pero interdependientes. Así como el ojo necesita la mano y la cabeza necesita los pies, así también cada persona tiene su rol y contribución en la sociedad. ¡Qué nivel de sabiduría ancestral!
San Pablo, con toda su palabrería fina, compara la iglesia con un cuerpo, enfatizando que incluso los miembros más “débiles” son esenciales. Dice textualmente que si uno sufre, todos sufren; y si uno se destaca, todos celebramos. Eso sí que es un consejo para Costa Rica, ¿no creen? Porque últimamente parece que nos enfocamos más en señalar las diferencias que en celebrar nuestras virtudes compartidas, y eso nos va a ir mal, mi pana.
Lo interesante de todo esto es que Rodríguez conecta estos principios antiguos con la realidad actual. Con tanto conflicto político, tanta polarización, tanta gente gritándose en redes sociales, nos recuerda que necesitamos urgentemente practicar el amor, la tolerancia, y la empatía. Que dejemos de tirar piedras y empecemos a construir puentes, como decía mi abu. Y que, como ciudadanos, asumamos nuestra responsabilidad de contribuir al bienestar de todos, no solamente al nuestro. Vamos a darle, señores.
Aunque la base de estas reflexiones es católica, Rodríguez apunta a que la Doctrina Social de la Iglesia, en realidad, debería ser un faro para todos los costarricenses, independientemente de su credo. Se trata de valores universales como la dignidad humana, la justicia social, y la solidaridad. Cosas que podríamos rescatar, porque a veces olvidamos lo básico cuando estamos enfrascados en nuestras disputas personales y partidistas. Es una vara alta, pero necesaria para navegar este brete.
Me pregunto si realmente internalizamos estos mensajes. Prometemos en campaña hacer el bien común, pero luego nos olvidamos cuando llegamos al poder. Hablamos de igualdad, pero permitimos que persistan desigualdades flagrantes. Nos decimos solidarios, pero preferimos mirar hacia otro lado cuando vemos sufrimiento. A veces me siento salado, pensando en cómo vamos a lograr cambiar esta dinámica, pero creo que empezar por reflexionar sobre estos principios, y ponerlos en práctica en nuestra vida diaria, es un buen comienzo. ¡Vamos a dejar de jalarse tortas y empezar a trabajar en equipo!
Entonces, díganme ustedes: ¿Cómo podemos aplicar estos principios de la Doctrina Social de la Iglesia, o cualquier filosofía similar que promueva el bien común, en nuestra vida cotidiana y en la política nacional? ¿Qué acciones concretas podemos tomar para construir una sociedad más justa, equitativa y llena de chunches para todos?
