¡Ay, diay! Esta vainera me llegó hasta los huesos. La muerte de Natali Noboa Alvarado, una muchacha apenas de 14 años, tiene a toda la familia hecha trizas y encima, con razón, cuestionando cómo la trataron en el Ebáis de Siquirres. Uno piensa, ¿cómo es posible que así pase?
Don Juan Antonio Noboa Ramírez, el papá, se armó de valor para contarle a CR Hoy el calvario que pasaron esos últimos días. No se anduvo con rodeos, puso pa’lante todos los detalles de cómo la atienden en esos centros de salud... y bueno, parece que hubo varias cosas que no cuadraron, chunches que dejaron mucho que desear.
Todo empezó un martes, el 18 de noviembre, cuando Natali se sintió mal. La llevaron al Ebáis de Imperio y ahí le dijeron que tenía un virus, nada más. La mandaron pa' la casa, con la promesa de unos exámenes en el CAIS el jueves siguiente. ¡Un brete!, imagínate la angustia de esperar así, con la hija peor cada hora.
Pero el jueves, la situación empeoró drásticamente. Ahí sí tuvieron que pedir ayuda y la trasladaron de emergencia al Hospital Tony Facio en Limón. ¡Qué tremenda sal! De camino, la neta, convulsionó y cayó en coma. Ya nunca más despertó, falleció 12 días después, el 2 de diciembre. A pesar de todo el esfuerzo médico, la cosa se fue al traste.
Después, los doctores le dieron la explicación: una diabetes no diagnosticada, con niveles de azúcar altísimos, ¡800! Según cuentan, el páncreas ya no estaba produciendo insulina. El pobre Don Juan dice que le explicaron que la hemorragia cerebral fue la gota que derramó el vaso. Y encima, resulta que tienen familiares con diabetes, una vara que, aparentemente, Natali heredó, pero nadie se dio cuenta antes.
Lo que más le duele a Don Juan es que, según él, si le hubieran hecho un simple examen de azúcar en el Ebáis, tal vez podrían haber evitado todo este despiche. “Si a ella le hubieran hecho ese examen el martes, hubiésemos sabido que ella padecía del azúcar y se hubiese tratado”, dice con la voz quebrada. No entender cómo un diagnóstico básico podía haber cambiado tanto la historia.
Natali era una jovencita ejemplar, según su papá. Cursaba segundo año en el Liceo Maryland, danzaba en la iglesia, era muy estudiosa y siempre aprobaba a caballo. Se va dejando un vacío enorme en la familia, que además ya enfrentaba otro duelo reciente: la pérdida de su mamá hace poco más de un año por cáncer. ¡Menuda carga!, doble golpe que les cuesta seguir adelante.
Ahora, la familia busca respuestas y esperan que este caso sirva para que otros jóvenes no tengan que pasar por esta torta. ¿Será posible que revisen los protocolos de atención primaria en los Ebáis para evitar diagnósticos tardíos y mejorar la calidad de la atención médica para nuestros jóvenes? ¿Creen que la CCSS tomará medidas efectivas para garantizar que esto no vuelva a suceder, o se quedará en promesas vacías?
Don Juan Antonio Noboa Ramírez, el papá, se armó de valor para contarle a CR Hoy el calvario que pasaron esos últimos días. No se anduvo con rodeos, puso pa’lante todos los detalles de cómo la atienden en esos centros de salud... y bueno, parece que hubo varias cosas que no cuadraron, chunches que dejaron mucho que desear.
Todo empezó un martes, el 18 de noviembre, cuando Natali se sintió mal. La llevaron al Ebáis de Imperio y ahí le dijeron que tenía un virus, nada más. La mandaron pa' la casa, con la promesa de unos exámenes en el CAIS el jueves siguiente. ¡Un brete!, imagínate la angustia de esperar así, con la hija peor cada hora.
Pero el jueves, la situación empeoró drásticamente. Ahí sí tuvieron que pedir ayuda y la trasladaron de emergencia al Hospital Tony Facio en Limón. ¡Qué tremenda sal! De camino, la neta, convulsionó y cayó en coma. Ya nunca más despertó, falleció 12 días después, el 2 de diciembre. A pesar de todo el esfuerzo médico, la cosa se fue al traste.
Después, los doctores le dieron la explicación: una diabetes no diagnosticada, con niveles de azúcar altísimos, ¡800! Según cuentan, el páncreas ya no estaba produciendo insulina. El pobre Don Juan dice que le explicaron que la hemorragia cerebral fue la gota que derramó el vaso. Y encima, resulta que tienen familiares con diabetes, una vara que, aparentemente, Natali heredó, pero nadie se dio cuenta antes.
Lo que más le duele a Don Juan es que, según él, si le hubieran hecho un simple examen de azúcar en el Ebáis, tal vez podrían haber evitado todo este despiche. “Si a ella le hubieran hecho ese examen el martes, hubiésemos sabido que ella padecía del azúcar y se hubiese tratado”, dice con la voz quebrada. No entender cómo un diagnóstico básico podía haber cambiado tanto la historia.
Natali era una jovencita ejemplar, según su papá. Cursaba segundo año en el Liceo Maryland, danzaba en la iglesia, era muy estudiosa y siempre aprobaba a caballo. Se va dejando un vacío enorme en la familia, que además ya enfrentaba otro duelo reciente: la pérdida de su mamá hace poco más de un año por cáncer. ¡Menuda carga!, doble golpe que les cuesta seguir adelante.
Ahora, la familia busca respuestas y esperan que este caso sirva para que otros jóvenes no tengan que pasar por esta torta. ¿Será posible que revisen los protocolos de atención primaria en los Ebáis para evitar diagnósticos tardíos y mejorar la calidad de la atención médica para nuestros jóvenes? ¿Creen que la CCSS tomará medidas efectivas para garantizar que esto no vuelva a suceder, o se quedará en promesas vacías?