Doña Laura tiró la bomba: ¿De verdad estamos coqueteando con la idea de volver a tener ejército?

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Okay, maes, a ver. Hay días en que uno lee una noticia y tiene que parpadear un par de veces para ver si entendió bien. Hoy fue uno de esos días. La vara es que la expresidenta Laura Chinchilla se mandó con todo y soltó una frase que, para cualquier tico, suena como un mal presagio, casi como una blasfemia: “Yo no descartaría que en algún momento digan que se justificaría volver a crear el ejército en Costa Rica, lo cual sería una barbaridad”. ¡Qué torta se armaría! Solo leerlo pone la piel de gallina. No estamos hablando de un chunche cualquiera, estamos hablando de una de las bases de nuestra identidad como país.

Diay, ¿y de dónde sale este bombazo? Según doña Laura, el problema nace del estilo de la administración Chaves para enfrentar la ola de violencia y narcotráfico que nos tiene ahogados. En una entrevista, ella básicamente dibujó un panorama bastante gris: un gobierno que, en su afán por mostrar mano dura, está debilitando las instituciones democráticas y actuando sin coordinar con los otros poderes de la República. La lógica de la expresidenta es clara: cuando la casa está en desorden y la desesperación aprieta, siempre aparece alguien proponiendo soluciones “rápidas” y peligrosas. La advertencia es que este camino de debilitar la democracia para buscar seguridad es una trampa mortal que podría terminar en el peor de los escenarios.

Y es que aquí es donde la cosa se pone seria de verdad. Pensemos un toque en lo que significa no tener ejército. Es de esas varas que nos meten en el ADN desde la escuela, el famoso “país de paz sin ejército”. Es la razón por la cual, con todos nuestros problemas, el mundo nos ve diferente. Es el pilar sobre el que se construyó nuestro Estado Social de Derecho. La idea de siquiera poner ese tema en la mesa de discusión es, como dice Chinchilla, un retroceso monumental. Sería como querer volver a usar carretas en la General Cañas. Todo ese brete de décadas, de construir un país donde los presupuestos van a educación y salud en lugar de tanques y fusiles, se podría ir al traste si la desesperación nos gana la partida.

Ahora, seamos claros. La preocupación por la inseguridad es real y es urgente. Nadie quiere vivir con miedo. El punto que parece querer hacer la exmandataria es que la cura no puede ser peor que la enfermedad. Fortalecer a la policía, mejorar la inteligencia, atacar las finanzas del narco y cooperar entre poderes son caminos difíciles y lentos, pero respetan el modelo de país que hemos elegido. La otra opción, la del populismo autoritario que promete barrer la delincuencia a punta de bota militar, es un atajo que la historia de Latinoamérica ha demostrado que casi siempre termina en un despiche mucho mayor. Si el gobierno actual, por buscar aplausos fáciles o por pura incapacidad de coordinar, sigue debilitando el sistema, se estaría jalando una torta de proporciones históricas.

Al final, la declaración de Chinchilla funciona como un electroshock. Nos obliga a detenernos y a pensar más allá del titular del día siguiente. Nos pregunta qué estamos dispuestos a sacrificar por una sensación de seguridad. ¿Vale la pena arriesgar la esencia de “la Suiza centroamericana” por una solución que, en el fondo, podría destruir la paz que tanto nos ha costado construir? La advertencia queda en el aire, flotando sobre un país cada vez más polarizado y asustado. Y es una advertencia que no podemos darnos el lujo de ignorar, porque hay errores de los que un país simplemente no se recupera.

¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Es doña Laura una exagerada o de verdad estamos en un punto donde este despiche de la inseguridad nos podría llevar a cometer una locura histórica? ¿Se imaginan a Tiquicia con ejército otra vez? Leo sus comentarios, porque esta vara está para sentarse a pensarla bien.
 
El lema "país de paz" por no tener ejército por muchos años fue una buena estrategia de marketing para atraer turismo e inversión. Sin embargo, seamos realistas, estamos inmersos en una ola de violencia muy grave, y la opinión popular puede verse seducida con medidas de represión más agresivas. Ejemplo de ello es ver en redes sociales personas que dicen desear un lider como el de El Salvador cuyo régimen se mantiene gracias a tener un ejército que respalde sus decisiones. Pero no creo que en CR veamos a un candidato animarse a plantear la cuestión del establecimiento de un ejército.
 
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Okay, maes, a ver. Hay días en que uno lee una noticia y tiene que parpadear un par de veces para ver si entendió bien. Hoy fue uno de esos días. La vara es que la expresidenta Laura Chinchilla se mandó con todo y soltó una frase que, para cualquier tico, suena como un mal presagio, casi como una blasfemia: “Yo no descartaría que en algún momento digan que se justificaría volver a crear el ejército en Costa Rica, lo cual sería una barbaridad”. ¡Qué torta se armaría! Solo leerlo pone la piel de gallina. No estamos hablando de un chunche cualquiera, estamos hablando de una de las bases de nuestra identidad como país.

Diay, ¿y de dónde sale este bombazo? Según doña Laura, el problema nace del estilo de la administración Chaves para enfrentar la ola de violencia y narcotráfico que nos tiene ahogados. En una entrevista, ella básicamente dibujó un panorama bastante gris: un gobierno que, en su afán por mostrar mano dura, está debilitando las instituciones democráticas y actuando sin coordinar con los otros poderes de la República. La lógica de la expresidenta es clara: cuando la casa está en desorden y la desesperación aprieta, siempre aparece alguien proponiendo soluciones “rápidas” y peligrosas. La advertencia es que este camino de debilitar la democracia para buscar seguridad es una trampa mortal que podría terminar en el peor de los escenarios.

Y es que aquí es donde la cosa se pone seria de verdad. Pensemos un toque en lo que significa no tener ejército. Es de esas varas que nos meten en el ADN desde la escuela, el famoso “país de paz sin ejército”. Es la razón por la cual, con todos nuestros problemas, el mundo nos ve diferente. Es el pilar sobre el que se construyó nuestro Estado Social de Derecho. La idea de siquiera poner ese tema en la mesa de discusión es, como dice Chinchilla, un retroceso monumental. Sería como querer volver a usar carretas en la General Cañas. Todo ese brete de décadas, de construir un país donde los presupuestos van a educación y salud en lugar de tanques y fusiles, se podría ir al traste si la desesperación nos gana la partida.

Ahora, seamos claros. La preocupación por la inseguridad es real y es urgente. Nadie quiere vivir con miedo. El punto que parece querer hacer la exmandataria es que la cura no puede ser peor que la enfermedad. Fortalecer a la policía, mejorar la inteligencia, atacar las finanzas del narco y cooperar entre poderes son caminos difíciles y lentos, pero respetan el modelo de país que hemos elegido. La otra opción, la del populismo autoritario que promete barrer la delincuencia a punta de bota militar, es un atajo que la historia de Latinoamérica ha demostrado que casi siempre termina en un despiche mucho mayor. Si el gobierno actual, por buscar aplausos fáciles o por pura incapacidad de coordinar, sigue debilitando el sistema, se estaría jalando una torta de proporciones históricas.

Al final, la declaración de Chinchilla funciona como un electroshock. Nos obliga a detenernos y a pensar más allá del titular del día siguiente. Nos pregunta qué estamos dispuestos a sacrificar por una sensación de seguridad. ¿Vale la pena arriesgar la esencia de “la Suiza centroamericana” por una solución que, en el fondo, podría destruir la paz que tanto nos ha costado construir? La advertencia queda en el aire, flotando sobre un país cada vez más polarizado y asustado. Y es una advertencia que no podemos darnos el lujo de ignorar, porque hay errores de los que un país simplemente no se recupera.

¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Es doña Laura una exagerada o de verdad estamos en un punto donde este despiche de la inseguridad nos podría llevar a cometer una locura histórica? ¿Se imaginan a Tiquicia con ejército otra vez? Leo sus comentarios, porque esta vara está para sentarse a pensarla bien.
Costa Rica es conocido por su compromiso con la paz y la conservación del medio ambiente. La abolición del ejército en 1948 y la protección de la biodiversidad han sido pilares fundamentales de la identidad nacional. Sin embargo, como mencionas, existen desafíos importantes que afectan la imagen del país y su desarrollo sostenible.

Desafíos Ambientales

- Botaderos clandestinos: La existencia de botaderos clandestinos es un problema grave que afecta la salud pública y el medio ambiente.
- Ríos contaminados: La contaminación de los ríos es un tema crítico que requiere atención inmediata para proteger la biodiversidad y la salud humana.

Desafíos Sociales

- Violencia: La violencia es un problema que afecta a muchas comunidades en Costa Rica y requiere una atención integral para abordarla.

Desafíos Económicos

- Descenso en el ingreso por turismo: El descenso en el ingreso por turismo puede tener un impacto significativo en la economía del país y requiere una estrategia para revitalizar el sector.

Oportunidades para el Cambio

- Inversión en infraestructura: La inversión en infraestructura para la gestión de residuos y la protección del medio ambiente puede ayudar a abordar algunos de los desafíos ambientales.
- Educación y conciencia: La educación y la conciencia sobre la importancia de la conservación del medio ambiente y la paz pueden ayudar a cambiar comportamientos y actitudes.
- Diversificación económica: La diversificación económica puede ayudar a reducir la dependencia del turismo y promover un desarrollo más sostenible.
 
La evidencia en otros países dice que tener ejército no soluciona el problema de inseguridad. ¿De verdad es buena idea gastar en algo tan caro sin ninguna garantía de que vaya a servir de algo?
 
Creo que a estas alturas del juego, no se entiende la importancia que tiene no contar con ejército. El problema de la inseguridad no se solucionaría así... Se necesitan leyes claras, sin puertas traseras, y sobre todo que algunos jueces dejen de facilitar el trabajo de salida de las antes llamadas "golondrinas" que los policías llevan a prisión y que salen al momento.
 
Completamente a favor de que vuelvan a ponerlo, ayuda a que los jóvenes tengan disciplina y aprendan a ganarse su espacio en la sociedad, ahorita mucho chamaco que no estudia ni trabaja haciendo nada o metiendose en varas que no deberian
 
Volver a tener ejército no significa que vaya a bajar la criminalidad del país. No sé de dónde vienen esas cosas
 
Lo curioso de todo esto es que, más allá de quién lo diga o de la coyuntura que lo provoque, el solo hecho de que vuelva a circular la idea de un ejército en Costa Rica ya es un síntoma en sí mismo. No porque sea viable o porque esté cerca de pasar, sino porque refleja hasta qué punto la percepción de inseguridad puede alterar el marco mental de un país.

En cierto sentido, la advertencia de la expresidenta no trata únicamente del ejército, sino de la facilidad con la que, en momentos de crisis, se abren puertas que en circunstancias normales estarían cerradas con llave. Y ahí está el verdadero riesgo: que la excepción se convierta en tentación, y la tentación en justificación.
 
Okay, maes, a ver. Hay días en que uno lee una noticia y tiene que parpadear un par de veces para ver si entendió bien. Hoy fue uno de esos días. La vara es que la expresidenta Laura Chinchilla se mandó con todo y soltó una frase que, para cualquier tico, suena como un mal presagio, casi como una blasfemia: “Yo no descartaría que en algún momento digan que se justificaría volver a crear el ejército en Costa Rica, lo cual sería una barbaridad”. ¡Qué torta se armaría! Solo leerlo pone la piel de gallina. No estamos hablando de un chunche cualquiera, estamos hablando de una de las bases de nuestra identidad como país.

Diay, ¿y de dónde sale este bombazo? Según doña Laura, el problema nace del estilo de la administración Chaves para enfrentar la ola de violencia y narcotráfico que nos tiene ahogados. En una entrevista, ella básicamente dibujó un panorama bastante gris: un gobierno que, en su afán por mostrar mano dura, está debilitando las instituciones democráticas y actuando sin coordinar con los otros poderes de la República. La lógica de la expresidenta es clara: cuando la casa está en desorden y la desesperación aprieta, siempre aparece alguien proponiendo soluciones “rápidas” y peligrosas. La advertencia es que este camino de debilitar la democracia para buscar seguridad es una trampa mortal que podría terminar en el peor de los escenarios.

Y es que aquí es donde la cosa se pone seria de verdad. Pensemos un toque en lo que significa no tener ejército. Es de esas varas que nos meten en el ADN desde la escuela, el famoso “país de paz sin ejército”. Es la razón por la cual, con todos nuestros problemas, el mundo nos ve diferente. Es el pilar sobre el que se construyó nuestro Estado Social de Derecho. La idea de siquiera poner ese tema en la mesa de discusión es, como dice Chinchilla, un retroceso monumental. Sería como querer volver a usar carretas en la General Cañas. Todo ese brete de décadas, de construir un país donde los presupuestos van a educación y salud en lugar de tanques y fusiles, se podría ir al traste si la desesperación nos gana la partida.

Ahora, seamos claros. La preocupación por la inseguridad es real y es urgente. Nadie quiere vivir con miedo. El punto que parece querer hacer la exmandataria es que la cura no puede ser peor que la enfermedad. Fortalecer a la policía, mejorar la inteligencia, atacar las finanzas del narco y cooperar entre poderes son caminos difíciles y lentos, pero respetan el modelo de país que hemos elegido. La otra opción, la del populismo autoritario que promete barrer la delincuencia a punta de bota militar, es un atajo que la historia de Latinoamérica ha demostrado que casi siempre termina en un despiche mucho mayor. Si el gobierno actual, por buscar aplausos fáciles o por pura incapacidad de coordinar, sigue debilitando el sistema, se estaría jalando una torta de proporciones históricas.

Al final, la declaración de Chinchilla funciona como un electroshock. Nos obliga a detenernos y a pensar más allá del titular del día siguiente. Nos pregunta qué estamos dispuestos a sacrificar por una sensación de seguridad. ¿Vale la pena arriesgar la esencia de “la Suiza centroamericana” por una solución que, en el fondo, podría destruir la paz que tanto nos ha costado construir? La advertencia queda en el aire, flotando sobre un país cada vez más polarizado y asustado. Y es una advertencia que no podemos darnos el lujo de ignorar, porque hay errores de los que un país simplemente no se recupera.

¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Es doña Laura una exagerada o de verdad estamos en un punto donde este despiche de la inseguridad nos podría llevar a cometer una locura histórica? ¿Se imaginan a Tiquicia con ejército otra vez? Leo sus comentarios, porque esta vara está para sentarse a pensarla bien.
Regresen el ejército y prepárense para ver como desaparece el turismo
 
Mucho wiri wiri, pero es la realidad que el país está en su peor etapa de violencia y crimen, según la constitución que se tendría que hacer para eso, ir a referéndum?
 

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