¡Ay, Dios mío! Parece que nos estamos sacando de madre con los gastos, pura verdura. Un estudio reciente del INESDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) nos acaba de echar una bomba: ahora gastamos casi el doble de lo que hacíamos hace unos seis años. Sí, así nomás, leyendo entre líneas. Antes éramos más ahorradores, agarrándonos la guitza para llegar a fin de mes, pero ahora… bueno, parece que le damos duro al chunche y a las salidas.
Según el reporte, el gasto total promedio en los hogares costarricenses se disparó a ¢1.71 millones mensuales. ¡Una locura! Comparándolo con el 2019, donde apenas llegábamos a ¢998 mil, es un aumento del 17%. Y eso, compa, es pan comido. Significa que estamos desembolsando más plata en todo: comida, transporte, servicios básicos... hasta en cosas que ni acordémon.
Lo más llamativo es que la comida y las bebidas no alcohólicas siguen siendo el rubro más grande en nuestro presupuesto. No me extraña, porque comer es vivir, ¿verdad? Pero lo que sí sorprendió es que el gasto en transporte también pegó un salto considerable, un 15.5%, precisamente. ¿Será porque ya nadie anda caminando y todos quieren tener su carro, aunque sea a prueba de bombas?
Hannia Chaves, la encargada de la encuesta, comentó que “la composición del gasto de consumo de los hogares ha cambiado significativamente”. Dice que la gente está comprando cosas nuevas, buscando experiencias diferentes y adaptándose a los tiempos modernos. Y complementó diciendo que la adquisición de vehículos en los hogares ha aumentado notablemente, lo cual explica, en parte, el aumento en el gasto de transporte. ¡Un brete lo que pasa!
Pero la cosa no termina ahí, pues si sumamos los servicios básicos como la luz y el agua, estos representan casi la mitad del gasto total de consumo. Esto incluye el valor de todas esas cositas que necesitamos para vivir cómodamente: internet, telefonía, cable, etc. En resumen, estamos pagando por estar conectados y disfrutar de comodidades que antes eran un lujo.
Claramente, la pandemia dejó secuelas en nuestra forma de consumir. Nos acostumbré a comprar por internet, a pedir comida a domicilio y a buscar opciones de entretenimiento en casa. Ahora, hemos retomado algunas de estas prácticas, e incluso las hemos intensificado. Además, la inflación también ha jugado un papel importante, encareciendo los productos y servicios que utilizamos a diario. ¡Una torta!
Esta situación plantea varias preguntas. ¿Estamos realmente conscientes de dónde se nos va la plata? ¿Estamos priorizando nuestras necesidades reales o estamos dejándonos llevar por impulsos consumistas? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre disfrutar de la vida y mantener nuestras finanzas bajo control? ¿Se van a ir al traste nuestras esperanzas de comprar una casita propia con este ritmo de gasto?
Ahora, dime tú, ¡mae!: Con este panorama económico y los precios por las nubes, ¿crees que el gobierno debería implementar medidas más estrictas para controlar la inflación y proteger el bolsillo de los costarricenses, o es responsabilidad individual de cada uno administrar sus gastos de manera más eficiente?
Según el reporte, el gasto total promedio en los hogares costarricenses se disparó a ¢1.71 millones mensuales. ¡Una locura! Comparándolo con el 2019, donde apenas llegábamos a ¢998 mil, es un aumento del 17%. Y eso, compa, es pan comido. Significa que estamos desembolsando más plata en todo: comida, transporte, servicios básicos... hasta en cosas que ni acordémon.
Lo más llamativo es que la comida y las bebidas no alcohólicas siguen siendo el rubro más grande en nuestro presupuesto. No me extraña, porque comer es vivir, ¿verdad? Pero lo que sí sorprendió es que el gasto en transporte también pegó un salto considerable, un 15.5%, precisamente. ¿Será porque ya nadie anda caminando y todos quieren tener su carro, aunque sea a prueba de bombas?
Hannia Chaves, la encargada de la encuesta, comentó que “la composición del gasto de consumo de los hogares ha cambiado significativamente”. Dice que la gente está comprando cosas nuevas, buscando experiencias diferentes y adaptándose a los tiempos modernos. Y complementó diciendo que la adquisición de vehículos en los hogares ha aumentado notablemente, lo cual explica, en parte, el aumento en el gasto de transporte. ¡Un brete lo que pasa!
Pero la cosa no termina ahí, pues si sumamos los servicios básicos como la luz y el agua, estos representan casi la mitad del gasto total de consumo. Esto incluye el valor de todas esas cositas que necesitamos para vivir cómodamente: internet, telefonía, cable, etc. En resumen, estamos pagando por estar conectados y disfrutar de comodidades que antes eran un lujo.
Claramente, la pandemia dejó secuelas en nuestra forma de consumir. Nos acostumbré a comprar por internet, a pedir comida a domicilio y a buscar opciones de entretenimiento en casa. Ahora, hemos retomado algunas de estas prácticas, e incluso las hemos intensificado. Además, la inflación también ha jugado un papel importante, encareciendo los productos y servicios que utilizamos a diario. ¡Una torta!
Esta situación plantea varias preguntas. ¿Estamos realmente conscientes de dónde se nos va la plata? ¿Estamos priorizando nuestras necesidades reales o estamos dejándonos llevar por impulsos consumistas? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre disfrutar de la vida y mantener nuestras finanzas bajo control? ¿Se van a ir al traste nuestras esperanzas de comprar una casita propia con este ritmo de gasto?
Ahora, dime tú, ¡mae!: Con este panorama económico y los precios por las nubes, ¿crees que el gobierno debería implementar medidas más estrictas para controlar la inflación y proteger el bolsillo de los costarricenses, o es responsabilidad individual de cada uno administrar sus gastos de manera más eficiente?
