Maes, agárrense porque la vara está fea, y no es vara nueva. Acaba de salir el Décimo Informe Estado de la Educación y, para no perder la costumbre, las noticias son para sentarse a llorar. El resumen es este: para empezar a sacar a la educación del hueco en el que está, necesitamos invertir un 8,5% del PIB. No el 8% que dice la Constitución, no. Un poquito más. Pero la realidad es que para el 2025, si bien nos va, llegaremos a un raquítico 5%. Es, sin exagerar, un despiche de proporciones épicas que nos hipoteca el futuro como país.
Y uno se pregunta, ¿cómo llegamos a esto si se supone que la educación es la joya de la corona? Diay, la respuesta es una mezcla de decisiones políticas y una creatividad para enredar las cosas que ya quisiéramos para otras varas. La famosa Ley 9635, la de la regla fiscal, se ha convertido en la excusa perfecta. Como bien lo explica Isabel Román, la coordinadora del informe, es paradójico que le estemos dando más pelota a una ley que a la misma Constitución Política. Es como si las reglas del condominio tuvieran más peso que el código penal. El resultado es que el MEP tiene cada vez menos margen para hacer su brete: no puede ampliar cobertura, no puede arreglar escuelas que se caen a pedazos ni puede nivelar a los güilas que vienen rezagados. Nos estamos jalando una torta monumental.
Ahora, seamos honestos. El problema no es solo de plata. El mismo informe nos da un coscorrón al recordarnos que entre 2000 y 2017 le metimos plata a la educación como si no hubiera un mañana, y los resultados fueron… meh. La inversión se duplicó, pero la cobertura en secundaria apenas subió un 5% y en primaria hasta bajó. Esto demuestra que no se trata solo de abrir el tubo y echarle plata al chunche a ver qué pasa. El MEP tiene unas trabas institucionales y una ineficiencia que asustan. Como dice Andrés Fernández, uno de los investigadores, aumentar la inversión sin arreglar la casa por dentro solo genera más frustración. No sacamos nada con tener un presupuesto millonario si la plata se queda pegada en burocracia o se gasta mal.
Pero que la gestión haya sido mala no significa que la solución sea cortar la plata. Eso es como curar un dolor de cabeza con una guillotina. El informe es clarísimo en que ese 8% no es un número mágico sacado de la manga. Tiene un fundamento técnico: 1,6 puntos del PIB se irían solo en universalizar el currículo completo en primaria (o sea, que todos los niños tengan música, artes, deportes, etc.). Otros 1,3 puntos se necesitan con urgencia para cumplir las órdenes sanitarias de cientos de escuelas que, literalmente, son un peligro. Sumemos a eso las becas, los comedores y todo lo demás, y vemos que sin esa plata, todo el sistema amenaza con irse al traste.
Al final, la cosa es clara: estamos salados si seguimos en esta ruta. El informe propone una hoja de ruta con tres condiciones que suenan a sentido común, pero que aquí parecen ciencia ficción: decisión política real, reformas para que el MEP sea más eficiente y un plan a varios años con metas claras. No se trata de renunciar a la meta del 8%, sino de tomársela en serio. Necesitamos una estrategia que vincule cada colón con un resultado tangible, porque seguir con recortes a ciegas y una gestión deficiente es la receta perfecta para el desastre. La pregunta que nos queda en el aire es si la clase política va a entender la magnitud del problema.
Y ahora, para el foro: ¿Creen que el problema principal es la falta de plata o la mala gestión del MEP? ¿O es una combinación tóxica de ambas? ¿Qué harían ustedes si tuvieran la batuta para empezar a enderezar este barco?
Y uno se pregunta, ¿cómo llegamos a esto si se supone que la educación es la joya de la corona? Diay, la respuesta es una mezcla de decisiones políticas y una creatividad para enredar las cosas que ya quisiéramos para otras varas. La famosa Ley 9635, la de la regla fiscal, se ha convertido en la excusa perfecta. Como bien lo explica Isabel Román, la coordinadora del informe, es paradójico que le estemos dando más pelota a una ley que a la misma Constitución Política. Es como si las reglas del condominio tuvieran más peso que el código penal. El resultado es que el MEP tiene cada vez menos margen para hacer su brete: no puede ampliar cobertura, no puede arreglar escuelas que se caen a pedazos ni puede nivelar a los güilas que vienen rezagados. Nos estamos jalando una torta monumental.
Ahora, seamos honestos. El problema no es solo de plata. El mismo informe nos da un coscorrón al recordarnos que entre 2000 y 2017 le metimos plata a la educación como si no hubiera un mañana, y los resultados fueron… meh. La inversión se duplicó, pero la cobertura en secundaria apenas subió un 5% y en primaria hasta bajó. Esto demuestra que no se trata solo de abrir el tubo y echarle plata al chunche a ver qué pasa. El MEP tiene unas trabas institucionales y una ineficiencia que asustan. Como dice Andrés Fernández, uno de los investigadores, aumentar la inversión sin arreglar la casa por dentro solo genera más frustración. No sacamos nada con tener un presupuesto millonario si la plata se queda pegada en burocracia o se gasta mal.
Pero que la gestión haya sido mala no significa que la solución sea cortar la plata. Eso es como curar un dolor de cabeza con una guillotina. El informe es clarísimo en que ese 8% no es un número mágico sacado de la manga. Tiene un fundamento técnico: 1,6 puntos del PIB se irían solo en universalizar el currículo completo en primaria (o sea, que todos los niños tengan música, artes, deportes, etc.). Otros 1,3 puntos se necesitan con urgencia para cumplir las órdenes sanitarias de cientos de escuelas que, literalmente, son un peligro. Sumemos a eso las becas, los comedores y todo lo demás, y vemos que sin esa plata, todo el sistema amenaza con irse al traste.
Al final, la cosa es clara: estamos salados si seguimos en esta ruta. El informe propone una hoja de ruta con tres condiciones que suenan a sentido común, pero que aquí parecen ciencia ficción: decisión política real, reformas para que el MEP sea más eficiente y un plan a varios años con metas claras. No se trata de renunciar a la meta del 8%, sino de tomársela en serio. Necesitamos una estrategia que vincule cada colón con un resultado tangible, porque seguir con recortes a ciegas y una gestión deficiente es la receta perfecta para el desastre. La pregunta que nos queda en el aire es si la clase política va a entender la magnitud del problema.
Y ahora, para el foro: ¿Creen que el problema principal es la falta de plata o la mala gestión del MEP? ¿O es una combinación tóxica de ambas? ¿Qué harían ustedes si tuvieran la batuta para empezar a enderezar este barco?