A quién no le ha pasado. Uno deja el carro un toque en la calle para hacer una vuelta rápida, o lo parquea en una zona de bares para irse de fiesta, y por la mente siempre pasa esa sombra de duda: "¿Estará ahí cuando vuelva?". Diay, resulta que para una banda bastante organizada, esa duda era su pan de cada día, o más bien, su negocio de miércoles a domingo. El OIJ por fin desarticuló a los maes del llamado "Caso Torre", pero los detalles que soltaron son para sentarse a pensar en el nivel de despiche al que hemos llegado con la inseguridad.
El "manual de operaciones" de estos tipos era casi una lección de "cómo no parquear en la GAM". Según el director del OIJ, Randall Zúñiga, la banda no se complicaba la vida buscando carros del año con alarmas de la NASA. Para nada. El objetivo eran vehículos más modestos, de esos que miles de ticos usamos para ir al brete. El método principal era el del descuido, el más viejo del libro: llegaban, usaban una llave falsa y, si el chunche se ponía en varas, ¡listo! Si la llave no servía, diay, plan B: le quebraban la escotilla del vidrio y adentro. Cero fineza, máxima efectividad. Con esa simpleza lograron bajarse 32 carros en Alajuela, Cartago, Heredia y San José. Un tour completo por el Valle Central.
Y aquí es donde la vara se pone más surrealista y hasta indignante. Esto no era un grupo de carajillos viendo a ver qué se robaban. No, mae. Esta gente tenía una estructura de negocio. ¡Tenían SALARIO! Imagínense, al grupo se le pagaba un mínimo de ₡75 mil semanales aunque no lograran robar ni una bicicleta. Era como un salario base por "disponibilidad". Ahora, si la vuelta salía bien, la cosa cambiaba. Por cada carro que se robaban, se ganaban entre ₡200 mil y ₡600 mil, dependiendo si era un sedán o un SUV. Básicamente, convirtieron el robo de vehículos en un brete con planilla y bonos por productividad. Una verdadera empresa del crimen.
Pero el descaro no para ahí. ¿Se acuerdan del fiestón de Halloween del año pasado en Barrio La California y Escalante? Mientras miles de jóvenes andaban buscando el mejor disfraz y el mejor bar, estos maes andaban "de cacería" en su mejor noche. El OIJ les achaca siete robos solo en ese fin de semana, en las zonas donde todo el mundo estaba enfiestado. Imagínense la sal: uno sale feliz, con el disfraz todo corrido, y se da cuenta de que el carro desapareció. Es el peor cierre de fiesta posible. Solo en ese finde, la policía registró 27 robos en total en la zona. ¡Qué nivel de inseguridad!
Que los hayan agarrado es, sin duda, una buena noticia. Un respiro. Pero la historia de fondo es la que preocupa. Revela que el hampa no solo es violenta, sino que es organizada, metódica y ve el crimen como un trabajo más. No es casualidad, es un sistema. Esto nos deja con una pregunta que va más allá de un operativo exitoso. Más allá de que agarraron a estos maes, ¿ustedes sienten que la cosa ha mejorado o que por cada banda que cae, salen dos nuevas? ¿Se sienten seguros dejando el carro en la calle, o ya es una ruleta rusa?
El "manual de operaciones" de estos tipos era casi una lección de "cómo no parquear en la GAM". Según el director del OIJ, Randall Zúñiga, la banda no se complicaba la vida buscando carros del año con alarmas de la NASA. Para nada. El objetivo eran vehículos más modestos, de esos que miles de ticos usamos para ir al brete. El método principal era el del descuido, el más viejo del libro: llegaban, usaban una llave falsa y, si el chunche se ponía en varas, ¡listo! Si la llave no servía, diay, plan B: le quebraban la escotilla del vidrio y adentro. Cero fineza, máxima efectividad. Con esa simpleza lograron bajarse 32 carros en Alajuela, Cartago, Heredia y San José. Un tour completo por el Valle Central.
Y aquí es donde la vara se pone más surrealista y hasta indignante. Esto no era un grupo de carajillos viendo a ver qué se robaban. No, mae. Esta gente tenía una estructura de negocio. ¡Tenían SALARIO! Imagínense, al grupo se le pagaba un mínimo de ₡75 mil semanales aunque no lograran robar ni una bicicleta. Era como un salario base por "disponibilidad". Ahora, si la vuelta salía bien, la cosa cambiaba. Por cada carro que se robaban, se ganaban entre ₡200 mil y ₡600 mil, dependiendo si era un sedán o un SUV. Básicamente, convirtieron el robo de vehículos en un brete con planilla y bonos por productividad. Una verdadera empresa del crimen.
Pero el descaro no para ahí. ¿Se acuerdan del fiestón de Halloween del año pasado en Barrio La California y Escalante? Mientras miles de jóvenes andaban buscando el mejor disfraz y el mejor bar, estos maes andaban "de cacería" en su mejor noche. El OIJ les achaca siete robos solo en ese fin de semana, en las zonas donde todo el mundo estaba enfiestado. Imagínense la sal: uno sale feliz, con el disfraz todo corrido, y se da cuenta de que el carro desapareció. Es el peor cierre de fiesta posible. Solo en ese finde, la policía registró 27 robos en total en la zona. ¡Qué nivel de inseguridad!
Que los hayan agarrado es, sin duda, una buena noticia. Un respiro. Pero la historia de fondo es la que preocupa. Revela que el hampa no solo es violenta, sino que es organizada, metódica y ve el crimen como un trabajo más. No es casualidad, es un sistema. Esto nos deja con una pregunta que va más allá de un operativo exitoso. Más allá de que agarraron a estos maes, ¿ustedes sienten que la cosa ha mejorado o que por cada banda que cae, salen dos nuevas? ¿Se sienten seguros dejando el carro en la calle, o ya es una ruleta rusa?