Maes, pónganse cómodos porque la UNA acaba de soltar un churuco que nos canta las verdades del brete en el país, y la vara no está nada bonita. Resulta que, según un nuevo informe del CINPE, aquí estamos viviendo en dos Costa Ricas totalmente distintas, y no, no es un cuento de hadas. Es como si en el mismo chante, una parte de la familia comiera caviar y la otra, arroz con lo que aparezca. Es el mercado laboral, que está partido en dos y el abismo entre ambos lados es cada vez más grande.
La cosa está así: por un lado, tenemos la Costa Rica de las zonas francas. La de las empresas de tecnología, los chunches médicos de punta y los servicios profesionales. Esa economía va como un cohete, creciendo a un ritmo que ¡qué nivel! Ahí es donde están los bretes de calidad, los salarios más altos y las oportunidades para los maes más carga, los que tienen títulos, hablan dos o tres idiomas y están en todas. Es la Tiquicia que sale en los folletos para atraer inversión, la que nos llena de orgullo.
Pero después, maes, está la otra cara de la moneda. El “régimen definitivo”, que suena todo formal pero en cristiano somos el resto de nosotros, los mortales. Aquí hablamos de la agricultura, la construcción, la soda de la esquina, el hotelito familiar. O sea, la mayoría del país. Y esa economía, diay, está prácticamente pegada, estancada. Los sectores que más emplean a la gente que la pulsea día a día, con menos estudios pero con todas las ganas, son los que menos crecen. ¡Qué despiche! Esto genera un círculo vicioso donde los más vulnerables son los que se llevan la peor parte, quedándose con los trabajos más informales y peor pagados.
Y aquí viene la parte que es una verdadera torta, el truco de magia que nos están haciendo con las cifras de desempleo. Uno oye en las noticias que el desempleo baja y piensa: "¡Qué chiva, más gente con brete!". Pues no necesariamente. El informe de la UNA lo deja clarísimo: la tasa baja no solo porque se creen nuevos puestos, sino porque un montón de gente ya tiró la toalla. O sea, hay más personas que simplemente dejaron de buscar trabajo. Salen de la fuerza laboral y, ¡pum!, ya no cuentan como desempleados. Es una forma muy triste de maquillar una realidad: hoy hay menos gente empleada que antes de la pandemia, y eso sí que es para preocuparse.
Al final, este estudio nos pinta un panorama agridulce y complejo. Sí, estamos creando empleos más formales y de mayor calificación, lo cual es tuanis. Pero al mismo tiempo, estamos dejando una estela de gente rezagada. Jóvenes que no encuentran su primera oportunidad y adultos mayores a los que el mercado les cierra la puerta. La pregunta del millón es si podemos seguir así, con una economía de dos velocidades que parece estar yéndose al traste para la mayoría. En fin, la vara está que arde. En cuál de las dos Costa Ricas sienten que están breteando ustedes, y para dónde creen que va esta vara?
La cosa está así: por un lado, tenemos la Costa Rica de las zonas francas. La de las empresas de tecnología, los chunches médicos de punta y los servicios profesionales. Esa economía va como un cohete, creciendo a un ritmo que ¡qué nivel! Ahí es donde están los bretes de calidad, los salarios más altos y las oportunidades para los maes más carga, los que tienen títulos, hablan dos o tres idiomas y están en todas. Es la Tiquicia que sale en los folletos para atraer inversión, la que nos llena de orgullo.
Pero después, maes, está la otra cara de la moneda. El “régimen definitivo”, que suena todo formal pero en cristiano somos el resto de nosotros, los mortales. Aquí hablamos de la agricultura, la construcción, la soda de la esquina, el hotelito familiar. O sea, la mayoría del país. Y esa economía, diay, está prácticamente pegada, estancada. Los sectores que más emplean a la gente que la pulsea día a día, con menos estudios pero con todas las ganas, son los que menos crecen. ¡Qué despiche! Esto genera un círculo vicioso donde los más vulnerables son los que se llevan la peor parte, quedándose con los trabajos más informales y peor pagados.
Y aquí viene la parte que es una verdadera torta, el truco de magia que nos están haciendo con las cifras de desempleo. Uno oye en las noticias que el desempleo baja y piensa: "¡Qué chiva, más gente con brete!". Pues no necesariamente. El informe de la UNA lo deja clarísimo: la tasa baja no solo porque se creen nuevos puestos, sino porque un montón de gente ya tiró la toalla. O sea, hay más personas que simplemente dejaron de buscar trabajo. Salen de la fuerza laboral y, ¡pum!, ya no cuentan como desempleados. Es una forma muy triste de maquillar una realidad: hoy hay menos gente empleada que antes de la pandemia, y eso sí que es para preocuparse.
Al final, este estudio nos pinta un panorama agridulce y complejo. Sí, estamos creando empleos más formales y de mayor calificación, lo cual es tuanis. Pero al mismo tiempo, estamos dejando una estela de gente rezagada. Jóvenes que no encuentran su primera oportunidad y adultos mayores a los que el mercado les cierra la puerta. La pregunta del millón es si podemos seguir así, con una economía de dos velocidades que parece estar yéndose al traste para la mayoría. En fin, la vara está que arde. En cuál de las dos Costa Ricas sienten que están breteando ustedes, y para dónde creen que va esta vara?