El Día del Niño: ¿Celebramos o nos hacemos los locos?

Estudiante Periodismo

Moderador en Noticias
Forero Regular
Mae, seamos honestos. Cada vez que llega el Día del Niño, la vara es la misma: las redes sociales se inundan de fotos de güilas sonriendo con un queque, las tiendas se forran con juguetes y en las escuelas que pueden, hay fiestica y confites. ¡Tuanis por ellos, en serio! Pero diay, uno apaga el celular, se asoma a la ventana de la realidad y el panorama es otro. La verdad es que se siente como si estuviéramos montando una fiesta en media casa que se está cayendo a pedazos. ¿Cómo celebrar cuando el fondo de la situación es un completo despiche?

Y no es por ser amargado, pero es que cuesta mucho tragarse el cuento feliz cuando las noticias nos cachetean todos los días. Leemos la opinión de doña Gloria Bejarano, y aunque suene a discurso de otra generación, la señora da en el clavo. Habla de niños en la calle, de la miseria, de güilas que ni sueñan con una piñata porque su única preocupación es si van a comer hoy. Peor aún, habla de una realidad que ya normalizamos: chamacos de 14 años metidos en sicariato, víctimas o verdugos en una guerra que no pidieron. Como sociedad, nos estamos jalando una torta monumental si creemos que con un día de globos y regalos lavamos la conciencia y arreglamos un sistema que los está dejando completamente botados.

Lo más salado de todo es que, encima, somos los primeros en apuntar con el dedo. Cuando vemos a un chiquillo en un semáforo, nos da cosa. Cuando una noticia habla de un menor de edad detenido, el primer comentario es “¡qué peligro esa gente!”, dicho desde la comodidad del sofá. Mae, se nos olvida que ese “peligro” es la consecuencia directa de un plan que se nos fue al traste. La vieja promesa de que en Tiquicia cualquier güila podía salir adelante con estudio y brete, para miles de ellos, ya es un chiste de mal gusto. Les fallamos en educación, en seguridad, en darles un hogar digno… y ahora los vemos como el problema, no como el resultado del problema que nosotros mismos creamos.

Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos quedamos solo en la queja, en el posteo indignado de Facebook y ya? Porque es muy fácil señalar al Gobierno de turno, al PANI, a la policía. Y sí, claro que tienen una responsabilidad gigante. Pero la reflexión de doña Gloria apunta a algo más profundo: la responsabilidad es de todos. Ella menciona que hay un montón de organizaciones, empresas y gente que sí se la está jugando de verdad, pulseándola con las uñas para tapar los huecos que el sistema deja abiertos. Gente que no espera a que papi Gobierno resuelva, sino que se arrolla las mangas y se mete al barro.

Al final, la celebración no está mal del todo. Ver a un güila feliz, aunque sea por un día, es un bálsamo. Pero esa felicidad no puede ser un velo que nos impida ver el incendio que tenemos detrás. Esa fiesta debería ser, más bien, un recordatorio incómodo, una alarma que nos suene en la jupa y nos diga: “Ok, qué chiva la piñata, pero mañana hay que seguir en el brete”. La celebración tiene que ser el impulso para la acción, no la excusa para la inacción. Porque si no, cada año estaremos celebrando nuestra propia capacidad de ignorar la realidad.

La pregunta para el foro es seria, maes: Más allá de rasgarnos las vestiduras un día al año y echarle la culpa a otros, ¿qué varas concretas creen ustedes que se pueden hacer desde nuestra propia trinchera para que el próximo "Día del Niño" no se sienta tanto como una hipocresía?
 
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