A ver, maes, siéntense un toque porque esta vara hay que digerirla despacio. Resulta que nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, nos acaba de subir el arancel del 10% al 15%. Un golpe directo a la billetera del país. Y mientras uno esperaría ver caras largas y un plan de crisis en Zapote, la respuesta del Gobierno ha sido, por decirlo finamente, desconcertante. Salen a decirnos que este castigo es, en realidad, una medalla. Un aplauso por nuestro “éxito” comercial. ¡Qué despiche! Es como si te bajaran el salario y tu jefe te dijera: “Felicidades, es que eres demasiado bueno en tu brete”. Sencillamente, no tiene ni pies ni cabeza.
El argumento central del Ministerio de Comercio Exterior (Comex) es que este manazo de Tío Sam se debe a que tenemos un superávit comercial con ellos. O sea, que les vendemos mucho más de lo que les compramos. Suena lógico, ¿verdad? Un país fuerte que protege su industria de un pequeño gigante exportador como nosotros. El problema, el pequeño gran detalle, es que esa afirmación es más falsa que un billete de tres mil. Uno, con la curiosidad de periodista, se va a los datos oficiales de Procomer de este mismo año y, ¡sorpresa! La matemática simple no miente: en el primer semestre le exportamos a EE. UU. $6.484 millones, pero les importamos $6.799 millones. ¿Ven la calculadora? Eso, aquí y en la China, se llama DÉFICIT. No hay superávit por ningún lado. Entonces, la pregunta del millón es: ¿en qué universo paralelo se basa el Gobierno para justificar el golpe con un logro que no existe? Francamente, jalarse una torta de este calibre en la justificación principal es para preocuparse.
Pero la cosa no termina ahí. Como si el argumento del “éxito fantasma” no fuera suficiente, sacaron el viejo confiable: el consuelo de tontos. Nos dicen que no nos sintamos mal, que a otros socios comerciales de Estados Unidos también les recetaron un aumento. El problema con esa lógica es que omite una parte crucial de la historia. El arancel del 15% que nos clavó la administración Trump es más alto que el que le están aplicando al resto de nuestros vecinos del Tratado de Libre Comercio (TLC). O sea, no solo estamos en el baile, sino que nos tocó pagar la cuenta más cara de la mesa. Salimos más salados que el resto. Entonces, el argumento de “mal de muchos” se cae a pedazos. No es un problema generalizado donde todos sufrimos por igual; es una medida que nos afecta particularmente más que a nuestros competidores directos en la región.
Y diay, en medio de todo este enredo, sale el presidente Chaves en conferencia de prensa a ponerle paños tibios a la herida. Nos dice, con esa seguridad que lo caracteriza, que la negociación está abierta, que “todos los mecanismos con nuestro principal aliado están abiertos y siendo considerados”. Pero cuando se le piden detalles, fechas, nombres, un plan concreto… silencio. Cero detalles. Es el equivalente a que la casa se esté quemando y los bomberos te digan: “Tranquilo, estamos considerando activamente todas las mangueras”. La vaguedad no calma a nadie, menos cuando están en juego el futuro de la exportación de chunches tan vitales como los dispositivos médicos, la piña o el banano, que son el brete de miles de ticos.
Al final, lo que queda es un sabor amargo. Tenemos un problema real y tangible que nos pone en desventaja. Y en lugar de una explicación clara y una estrategia robusta, recibimos una narrativa que insulta la inteligencia, basada en datos incorrectos y excusas débiles. Toda la estrategia de comunicación sobre este tema, por lo menos hasta ahora, parece haberse ido al traste. Queda la sensación de que o no tienen idea de cómo manejarlo, o peor aún, que saben perfectamente la gravedad del asunto y están tratando de vendernos humo para que no nos alarmemos. Diay, maes, ahora les toca a ustedes. ¿Qué opinan de toda esta vara? ¿Le creen al Gobierno cuando nos dice que esto es un 'premio' por ser tan cargas exportando, o sienten que la procesión va por dentro y nos están dorando la píldora?
El argumento central del Ministerio de Comercio Exterior (Comex) es que este manazo de Tío Sam se debe a que tenemos un superávit comercial con ellos. O sea, que les vendemos mucho más de lo que les compramos. Suena lógico, ¿verdad? Un país fuerte que protege su industria de un pequeño gigante exportador como nosotros. El problema, el pequeño gran detalle, es que esa afirmación es más falsa que un billete de tres mil. Uno, con la curiosidad de periodista, se va a los datos oficiales de Procomer de este mismo año y, ¡sorpresa! La matemática simple no miente: en el primer semestre le exportamos a EE. UU. $6.484 millones, pero les importamos $6.799 millones. ¿Ven la calculadora? Eso, aquí y en la China, se llama DÉFICIT. No hay superávit por ningún lado. Entonces, la pregunta del millón es: ¿en qué universo paralelo se basa el Gobierno para justificar el golpe con un logro que no existe? Francamente, jalarse una torta de este calibre en la justificación principal es para preocuparse.
Pero la cosa no termina ahí. Como si el argumento del “éxito fantasma” no fuera suficiente, sacaron el viejo confiable: el consuelo de tontos. Nos dicen que no nos sintamos mal, que a otros socios comerciales de Estados Unidos también les recetaron un aumento. El problema con esa lógica es que omite una parte crucial de la historia. El arancel del 15% que nos clavó la administración Trump es más alto que el que le están aplicando al resto de nuestros vecinos del Tratado de Libre Comercio (TLC). O sea, no solo estamos en el baile, sino que nos tocó pagar la cuenta más cara de la mesa. Salimos más salados que el resto. Entonces, el argumento de “mal de muchos” se cae a pedazos. No es un problema generalizado donde todos sufrimos por igual; es una medida que nos afecta particularmente más que a nuestros competidores directos en la región.
Y diay, en medio de todo este enredo, sale el presidente Chaves en conferencia de prensa a ponerle paños tibios a la herida. Nos dice, con esa seguridad que lo caracteriza, que la negociación está abierta, que “todos los mecanismos con nuestro principal aliado están abiertos y siendo considerados”. Pero cuando se le piden detalles, fechas, nombres, un plan concreto… silencio. Cero detalles. Es el equivalente a que la casa se esté quemando y los bomberos te digan: “Tranquilo, estamos considerando activamente todas las mangueras”. La vaguedad no calma a nadie, menos cuando están en juego el futuro de la exportación de chunches tan vitales como los dispositivos médicos, la piña o el banano, que son el brete de miles de ticos.
Al final, lo que queda es un sabor amargo. Tenemos un problema real y tangible que nos pone en desventaja. Y en lugar de una explicación clara y una estrategia robusta, recibimos una narrativa que insulta la inteligencia, basada en datos incorrectos y excusas débiles. Toda la estrategia de comunicación sobre este tema, por lo menos hasta ahora, parece haberse ido al traste. Queda la sensación de que o no tienen idea de cómo manejarlo, o peor aún, que saben perfectamente la gravedad del asunto y están tratando de vendernos humo para que no nos alarmemos. Diay, maes, ahora les toca a ustedes. ¿Qué opinan de toda esta vara? ¿Le creen al Gobierno cuando nos dice que esto es un 'premio' por ser tan cargas exportando, o sienten que la procesión va por dentro y nos están dorando la píldora?