Mae, hay que aceptarlo: la política tica es una novela que no da tregua, y el capítulo de esta semana viene cargado. Resulta que el Ministro de Cultura, Jorge Rodríguez, salió el martes con un anuncio que dejó a más de uno con el ojo cuadrado: dice que renuncia a su inmunidad para enfrentar el juicio por el caso BCIE-Cariñitos. A primera vista, uno podría pensar "¡qué valiente!", pero como siempre en este país, la procesión va por dentro y hay que leer la letra pequeña.
Aquí es donde la vara se pone interesante. El mismo ministro y su abogado aclararon que, legalmente, un ministro no puede simplemente decir "ya no quiero inmunidad, gracias". El fuero es irrenunciable según la Constitución. Entonces, lo que hizo Rodríguez fue un "acto simbólico de transparencia". O sea, es como decir que uno renuncia a que llueva en octubre; suena bonito, se gana aplausos, pero en la práctica no cambia nada. La comisión legislativa igual tiene que seguir con su brete de analizar si le levantan el fuero a él y al presi Chaves. Entonces, ¿para qué el show? Esa es la pregunta del millón.
Para los que andan un poco perdidos con todo este despiche, recapitulemos. El caso BCIE-Cariñitos es la razón de todo este enredo. La Fiscalía acusa a Chaves y a Rodríguez por el presunto delito de concusión. En tico simple: se sospecha que el Presidente le pidió al empresario Christian Bulgarelli que le soltara $32.000 a su asesor, "Choreco" Cruz. Supuestamente, esa plata era para un enganche de una casa y salía de un contrato que tenía Bulgarelli con el BCIE para servicios de comunicación para Presidencia. ¿Y dónde entra el ministro? Aparentemente, Rodríguez, que en ese momento era jefe de despacho, fue el nexo para hacer la vuelta. Es una acusación gravísima que, de probarse, podría mandarlos a la sombra de dos a ocho años.
Diay, con ese panorama, la jugada del ministro se puede leer de varias maneras. Por un lado, puede ser un intento genuino de decirle al país: "no tengo nada que esconder, que me investiguen de arriba a abajo". Es una estrategia para limpiar su imagen y mostrarse como un funcionario dispuesto a enfrentar la justicia sin escudos. Pero, por otro lado, los más cínicos (o realistas, dirían algunos) podrían verlo como puro teatro político. Una forma de presionar a los diputados de la comisión, de pintar a quienes quieran seguir con el proceso como unos necios y de ganarse a la opinión pública antes de que el verdadero juicio empiece. Es una movida de ajedrez en un tablero muy complicado.
Al final, este "acto simbólico" no acelera ni frena el proceso legal, pero sí le echa más leña al fuego del debate público. Nos deja a todos hablando del tema, analizando las intenciones y preguntándonos qué viene ahora. Lo único seguro es que esta novela está lejos de terminar y los próximos capítulos prometen más drama, más acusaciones y, con suerte, alguna que otra respuesta clara para el ciudadano de a pie que solo quiere saber qué está pasando con la plata y el poder en este país.
Ahora les paso la bola a ustedes, maes. Más allá de si creen que es culpable o inocente, ¿qué opinan de esta jugada de renunciar "simbólicamente" a la inmunidad? ¿Lo ven como un acto valiente y transparente o como puro teatro para las gradas? Se abre el debate.
Aquí es donde la vara se pone interesante. El mismo ministro y su abogado aclararon que, legalmente, un ministro no puede simplemente decir "ya no quiero inmunidad, gracias". El fuero es irrenunciable según la Constitución. Entonces, lo que hizo Rodríguez fue un "acto simbólico de transparencia". O sea, es como decir que uno renuncia a que llueva en octubre; suena bonito, se gana aplausos, pero en la práctica no cambia nada. La comisión legislativa igual tiene que seguir con su brete de analizar si le levantan el fuero a él y al presi Chaves. Entonces, ¿para qué el show? Esa es la pregunta del millón.
Para los que andan un poco perdidos con todo este despiche, recapitulemos. El caso BCIE-Cariñitos es la razón de todo este enredo. La Fiscalía acusa a Chaves y a Rodríguez por el presunto delito de concusión. En tico simple: se sospecha que el Presidente le pidió al empresario Christian Bulgarelli que le soltara $32.000 a su asesor, "Choreco" Cruz. Supuestamente, esa plata era para un enganche de una casa y salía de un contrato que tenía Bulgarelli con el BCIE para servicios de comunicación para Presidencia. ¿Y dónde entra el ministro? Aparentemente, Rodríguez, que en ese momento era jefe de despacho, fue el nexo para hacer la vuelta. Es una acusación gravísima que, de probarse, podría mandarlos a la sombra de dos a ocho años.
Diay, con ese panorama, la jugada del ministro se puede leer de varias maneras. Por un lado, puede ser un intento genuino de decirle al país: "no tengo nada que esconder, que me investiguen de arriba a abajo". Es una estrategia para limpiar su imagen y mostrarse como un funcionario dispuesto a enfrentar la justicia sin escudos. Pero, por otro lado, los más cínicos (o realistas, dirían algunos) podrían verlo como puro teatro político. Una forma de presionar a los diputados de la comisión, de pintar a quienes quieran seguir con el proceso como unos necios y de ganarse a la opinión pública antes de que el verdadero juicio empiece. Es una movida de ajedrez en un tablero muy complicado.
Al final, este "acto simbólico" no acelera ni frena el proceso legal, pero sí le echa más leña al fuego del debate público. Nos deja a todos hablando del tema, analizando las intenciones y preguntándonos qué viene ahora. Lo único seguro es que esta novela está lejos de terminar y los próximos capítulos prometen más drama, más acusaciones y, con suerte, alguna que otra respuesta clara para el ciudadano de a pie que solo quiere saber qué está pasando con la plata y el poder en este país.
Ahora les paso la bola a ustedes, maes. Más allá de si creen que es culpable o inocente, ¿qué opinan de esta jugada de renunciar "simbólicamente" a la inmunidad? ¿Lo ven como un acto valiente y transparente o como puro teatro para las gradas? Se abre el debate.