Maes, agárrense porque la vara en Cuesta de Moras se puso color de hormiga, y esta vez el arroz no se quemó, ¡se incendió! Resulta que se armó el despiche con el proyecto de ley del Fonarroz, ese chunche que busca tirarle un salvavidas a los productores de arroz que, para nadie es un secreto, la están viendo fea desde que el Gobierno implementó la famosa "Ruta del Arroz". La idea era votar el plan este miércoles, pero diay, el oficialismo y el PUSC se encargaron de ponerle el freno de mano con un par de mociones. Así que el plan, por ahora, se fue al traste.
El centro del huracán, como ya es costumbre, fue la jefa del oficialismo, doña Pilar Cisneros. Se subió al podio y empezó a defender la Ruta del Arroz con uñas y dientes, diciendo que gracias a eso el precio para nosotros, los consumidores, no se disparó tanto como en otros países. Hasta ahí, todo bien, un argumento válido en su libro. Pero luego, soltó la bomba que hizo que a más de uno se le atragantara el gallo pinto. Sin anestesia, tiró la filosa frase de que "cuando Costa Rica no es competitivo en algo hay que buscar otras alternativas", y para rematar, comparó nuestra producción de 3 a 5 toneladas por hectárea con las 14 o 20 que sacan en Uruguay o Argentina. Básicamente, les tiró un "si no la pulsean, busquen otro brete".
Claro, la prensa no es tonta y un colega de El Observador le preguntó al chile si el mensaje para los arroceros era que, en efecto, cerraran el chuzo y buscaran qué sembrar. Al principio, doña Pilar intentó hacer una finta, mencionando que el Gobierno ya les había propuesto alternativas como el cáñamo. Pero ante la insistencia, soltó que aunque se podría considerar un subsidio, este no debería ser sobre la importación de arroz porque, según ella, eso nos jode a los más pobres subiendo el precio de un alimento básico. Un "sí, pero no" en su máxima expresión que dejó a todo el mundo con la misma duda.
Y aquí es donde la cosa se puso como de película. Mientras Cisneros seguía con su discurso, diciendo que este nuevo fondo de $10 millones solo encarecería el grano, los arroceros que estaban en las barras del público se coordinaron y, en un silencio que gritaba más que cualquier insulto, le dieron la espalda. Un gesto potentísimo, una protesta pacífica pero que pegó directo en el orgullo del oficialismo. La imagen era para una portada: la diputada hablando y una pared de espaldas diciéndole, sin palabras, lo que pensaban de su argumento. La vara está más que salada para ellos, y la respuesta del Gobierno, en boca de Cisneros, fue un balde de agua fría: "La producción de arroz y la cantidad de arroceros ha venido cayendo porque no somos competitivos, punto".
¡Qué torta! Al final del día, el proyecto que podía ser un tanque de oxígeno para cientos de familias agricultoras está en el limbo, la relación entre el sector y el Gobierno está más rota que nunca y el mensaje que queda en el aire es durísimo. Por un lado, la lógica de mercado pura y dura que defiende el oficialismo; por el otro, el drama humano de gente que ve su forma de vida amenazada y siente que le dieron la espalda, literalmente. El debate ahora no es solo sobre números y toneladas por hectárea, sino sobre qué tipo de país queremos ser y a quiénes estamos dispuestos a dejar atrás en nombre de la "competitividad".
Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes: ¿Tiene razón doña Pilar en que hay que dejar morir lo que no es competitivo, o el Gobierno se está jalando una torta monumental al dejar al sector arrocero a la deriva? ¿Ustedes qué dicen?
El centro del huracán, como ya es costumbre, fue la jefa del oficialismo, doña Pilar Cisneros. Se subió al podio y empezó a defender la Ruta del Arroz con uñas y dientes, diciendo que gracias a eso el precio para nosotros, los consumidores, no se disparó tanto como en otros países. Hasta ahí, todo bien, un argumento válido en su libro. Pero luego, soltó la bomba que hizo que a más de uno se le atragantara el gallo pinto. Sin anestesia, tiró la filosa frase de que "cuando Costa Rica no es competitivo en algo hay que buscar otras alternativas", y para rematar, comparó nuestra producción de 3 a 5 toneladas por hectárea con las 14 o 20 que sacan en Uruguay o Argentina. Básicamente, les tiró un "si no la pulsean, busquen otro brete".
Claro, la prensa no es tonta y un colega de El Observador le preguntó al chile si el mensaje para los arroceros era que, en efecto, cerraran el chuzo y buscaran qué sembrar. Al principio, doña Pilar intentó hacer una finta, mencionando que el Gobierno ya les había propuesto alternativas como el cáñamo. Pero ante la insistencia, soltó que aunque se podría considerar un subsidio, este no debería ser sobre la importación de arroz porque, según ella, eso nos jode a los más pobres subiendo el precio de un alimento básico. Un "sí, pero no" en su máxima expresión que dejó a todo el mundo con la misma duda.
Y aquí es donde la cosa se puso como de película. Mientras Cisneros seguía con su discurso, diciendo que este nuevo fondo de $10 millones solo encarecería el grano, los arroceros que estaban en las barras del público se coordinaron y, en un silencio que gritaba más que cualquier insulto, le dieron la espalda. Un gesto potentísimo, una protesta pacífica pero que pegó directo en el orgullo del oficialismo. La imagen era para una portada: la diputada hablando y una pared de espaldas diciéndole, sin palabras, lo que pensaban de su argumento. La vara está más que salada para ellos, y la respuesta del Gobierno, en boca de Cisneros, fue un balde de agua fría: "La producción de arroz y la cantidad de arroceros ha venido cayendo porque no somos competitivos, punto".
¡Qué torta! Al final del día, el proyecto que podía ser un tanque de oxígeno para cientos de familias agricultoras está en el limbo, la relación entre el sector y el Gobierno está más rota que nunca y el mensaje que queda en el aire es durísimo. Por un lado, la lógica de mercado pura y dura que defiende el oficialismo; por el otro, el drama humano de gente que ve su forma de vida amenazada y siente que le dieron la espalda, literalmente. El debate ahora no es solo sobre números y toneladas por hectárea, sino sobre qué tipo de país queremos ser y a quiénes estamos dispuestos a dejar atrás en nombre de la "competitividad".
Ahora, les tiro la bola a ustedes, maes: ¿Tiene razón doña Pilar en que hay que dejar morir lo que no es competitivo, o el Gobierno se está jalando una torta monumental al dejar al sector arrocero a la deriva? ¿Ustedes qué dicen?
