En la niñez, repitiendo lo que escuchamos aprendemos a hablar… y a decir “puta”.
Si estamos en público nos castigan o regañan; en privado es una “monería”.
Luego que nos enseñan ese lenguaje, con el tiempo nos damos cuenta que algunas de esas “enseñanzas” son repudiadas por la sociedad y que no son un elemento esperado de una persona en formación, más bien todo lo contrario; con los años, nos enteramos que la utilización de esas “enseñanzas” son aspectos negativos ante los ojos de la sociedad media y que esa sociedad espera ciudadanos y ciudadanas con el mejor y más respetable léxico.
Nos enseñan - desde chiquiticos - una cosa, cuando la sociedad espera otra.
En la adolescencia, aprendemos que los semáforos se pasan en amarillo y en rojo, ya sea cuando vemos los taxis, autobuses, particulares, motos, amigos y hasta a nuestros propios papás y mamás haciéndolo. Lo vemos por años. Todos los días y a toda hora.
Viajando como copilotos aprendemos, por lo que observamos, que las leyes de Tránsito no son importantes y que no sucede mucho si las violamos. Hay “mordidas”.
Con el pasar de los años, cuando vamos a practicar lo aprendido, nos damos cuenta que las malas “enseñanzas” – que vienen desde la niñez – aún continúan, cuando ya tenemos la licencia en la bolsa, y decimos: ¡Puta, qué tráfico más hijueputa!
La sociedad espera que sus ciudadanos sean conductores responsables, pero nos educan en todo lo contrario.
Ya de adultos jóvenes, aprendemos que en política todo se vale; que ganar es la meta y que no son importantes los medios. Así nos enseñan el concepto “ganar”.
La actitud de los políticos tradicionales, de algunas instituciones, de parte de la prensa, parte del Capital y la mitad de los votantes, nos enseñan que los valores morales que la sociedad dice defender, para sus intereses o creencias, tampoco valen ni tiene mucha importancia. Es irrelevante y la mentira política ni siquiera inmuta (8% para Educación).
Hoy, esos grupos citados son, por lo menos permisivos, con – por ejemplo – la actitud del diputado Sánchez y el memorando (Arias-Casas-Sánchez) y lo hacen en respuesta válida a su aprendizaje. Así lo aprendieron y así lo reproducen.
Nos enseñaron que en política todo se vale, pero de adultos, comprendemos y sabemos que la sociedad espera políticos con una actitud transparente, de muy altos rigores éticos, con sentido de justicia y dignidad; con honestidad probada y entrega al servicio público.
Eso no será posible mientras le enseñemos a la gente más joven conductas y valores distintos a los que la sociedad espera de ellos cuando mayores.
¡ Puta, los semáforos del memorando !!!!!!
Si estamos en público nos castigan o regañan; en privado es una “monería”.
Luego que nos enseñan ese lenguaje, con el tiempo nos damos cuenta que algunas de esas “enseñanzas” son repudiadas por la sociedad y que no son un elemento esperado de una persona en formación, más bien todo lo contrario; con los años, nos enteramos que la utilización de esas “enseñanzas” son aspectos negativos ante los ojos de la sociedad media y que esa sociedad espera ciudadanos y ciudadanas con el mejor y más respetable léxico.
Nos enseñan - desde chiquiticos - una cosa, cuando la sociedad espera otra.
En la adolescencia, aprendemos que los semáforos se pasan en amarillo y en rojo, ya sea cuando vemos los taxis, autobuses, particulares, motos, amigos y hasta a nuestros propios papás y mamás haciéndolo. Lo vemos por años. Todos los días y a toda hora.
Viajando como copilotos aprendemos, por lo que observamos, que las leyes de Tránsito no son importantes y que no sucede mucho si las violamos. Hay “mordidas”.
Con el pasar de los años, cuando vamos a practicar lo aprendido, nos damos cuenta que las malas “enseñanzas” – que vienen desde la niñez – aún continúan, cuando ya tenemos la licencia en la bolsa, y decimos: ¡Puta, qué tráfico más hijueputa!
La sociedad espera que sus ciudadanos sean conductores responsables, pero nos educan en todo lo contrario.
Ya de adultos jóvenes, aprendemos que en política todo se vale; que ganar es la meta y que no son importantes los medios. Así nos enseñan el concepto “ganar”.
La actitud de los políticos tradicionales, de algunas instituciones, de parte de la prensa, parte del Capital y la mitad de los votantes, nos enseñan que los valores morales que la sociedad dice defender, para sus intereses o creencias, tampoco valen ni tiene mucha importancia. Es irrelevante y la mentira política ni siquiera inmuta (8% para Educación).
Hoy, esos grupos citados son, por lo menos permisivos, con – por ejemplo – la actitud del diputado Sánchez y el memorando (Arias-Casas-Sánchez) y lo hacen en respuesta válida a su aprendizaje. Así lo aprendieron y así lo reproducen.
Nos enseñaron que en política todo se vale, pero de adultos, comprendemos y sabemos que la sociedad espera políticos con una actitud transparente, de muy altos rigores éticos, con sentido de justicia y dignidad; con honestidad probada y entrega al servicio público.
Eso no será posible mientras le enseñemos a la gente más joven conductas y valores distintos a los que la sociedad espera de ellos cuando mayores.
¡ Puta, los semáforos del memorando !!!!!!