Sinceramente, que rico me sabe, ya era hora de que alguien la bajara de la nube aunque sea por unos minutos; seguro se le hicieron eternos a esta vieja jajajajaja :-o
Con los pelos de Melissa Mora
Esta es la historia de cómo Melissa Mora perdió unos pelos y pasó una vergüenza que la sonrojó y la contrarió. Muchos podrían pensar que el enfrentamiento que protagonizaron dos varones maduros por el amor de Melissa, la inmunizaron al escándalo. Pues no. Después de aquel altercado que terminó a balazos, al mejor estilo de Miami Vice, y con ambos contendientes en una fría celda herediana, Melissa pensó que ya había tenido suficiente. No. No se vayan que aún hay más. Sucedió el sábado 17 de noviembre, en un conocido bar de Escazú, aproximadamente a las 10:30 p.m. El sitio estaba repleto: gente relajada, parejas de novios, amigos, señoras y señores. La modelo Ana Lucía Vega, hermosa, sonriente y despampanante, repartía volantes. Los clientes del bar disfrutaban el buen ambiente, la buena comida y pedían más tequila. Como en Mujeres Divinas, algunos hablaban de mujeres y traiciones, pero nadie cantó ninguna en contra de ellas. La noche era perfecta, pero no de brujas. Mientras en el horizonte el cuarto creciente se preparaba para dormir, mostrando media cara iluminada, los vientos alisios enfriaban el entorno. Desafiando el frío, y los dimes que puede generar una mano de hermosas mujeres solas, llegó Mariela Molina con cuatro amigas a celebrar su cumpleaños. En el grupo sobresalía Melissa Mora, más guapa que nunca: un vestido muy corto dejaba ver sus hermosas, torneadas y bronceadas piernas; el escote apenas atrapaba sus dos protuberantes senos que estaban como palomas dispuestas al vuelo supremo: un movimiento en falso y se escapaban de aquella jaula sin sostén. Su pelo rubio, largo y sedoso caía sobre su carita de yonofuí. De pronto se les unió Carlos Rodríguez, amigo de la cumpleañera, a quien conoció cuando tuvo su romance con Melissa. Carlos hablaba con las dos, intercambiaban anécdotas y recordaban viejos tiempos. Como el grupo ya había esperado más de media hora sin que les asignaran una mesa, decidieron abandonar el lugar. Las amigas salieron primero y unos pasos detrás iban Carlos y Melissa. No habían terminado de salir cuando de algún sitio surgió la esposa de Carlos quien, sin decir agua va, jaló el pelo de Melissa y simultáneamente acusó a su esposo de ¡mentiroso!, le safó los anteojos, mientras él rechazaba las acusaciones que a gritos le hacían. Todos los que estaban en el lugar, en primera fila (y los de platea también) no pudieron ignorar aquel bochornoso incidente. Melissa y sus amigas salieron despavoridas y siguieron la fiesta en otro lado, pero sin compañía masculina. Ellas también bailan solas. Mientras trata de olvidar tan bochornoso espectáculo, Melissa dice que desea seguir adelante con su carrera y, aunque sigue sintiendo un gran cariño por don Carlos, tras el incidente con los balazos, ella aceptó que él es un hombre casado, que tiene compromisos con su familia y que nunca le dará el lugar que ella quisiera. Melissa lamenta y sufre por esta nueva escaramuza en la que fue agredida directamente por la esposa de Carlos y, tras confiar en que situaciones como la del sábado no se vuelvan a repetir, dijo que por el momento prefiere seguir sola, sin amor, sin enredos y enfocada a sus estudios y a su carrera como modelo. Hoy mismo emprende un viaje de vacaciones que la llevará por el Caribe durante dos semanas. Melissa sabe que pronto encontrará a un hombre que la quiera, que la haga feliz, pero que no esté comprometido porque... lo ajeno se deja quieto y ella no quiere quedarse calva, sin su pelo que tanto le ha costado.
Con los pelos de Melissa Mora
Esta es la historia de cómo Melissa Mora perdió unos pelos y pasó una vergüenza que la sonrojó y la contrarió. Muchos podrían pensar que el enfrentamiento que protagonizaron dos varones maduros por el amor de Melissa, la inmunizaron al escándalo. Pues no. Después de aquel altercado que terminó a balazos, al mejor estilo de Miami Vice, y con ambos contendientes en una fría celda herediana, Melissa pensó que ya había tenido suficiente. No. No se vayan que aún hay más. Sucedió el sábado 17 de noviembre, en un conocido bar de Escazú, aproximadamente a las 10:30 p.m. El sitio estaba repleto: gente relajada, parejas de novios, amigos, señoras y señores. La modelo Ana Lucía Vega, hermosa, sonriente y despampanante, repartía volantes. Los clientes del bar disfrutaban el buen ambiente, la buena comida y pedían más tequila. Como en Mujeres Divinas, algunos hablaban de mujeres y traiciones, pero nadie cantó ninguna en contra de ellas. La noche era perfecta, pero no de brujas. Mientras en el horizonte el cuarto creciente se preparaba para dormir, mostrando media cara iluminada, los vientos alisios enfriaban el entorno. Desafiando el frío, y los dimes que puede generar una mano de hermosas mujeres solas, llegó Mariela Molina con cuatro amigas a celebrar su cumpleaños. En el grupo sobresalía Melissa Mora, más guapa que nunca: un vestido muy corto dejaba ver sus hermosas, torneadas y bronceadas piernas; el escote apenas atrapaba sus dos protuberantes senos que estaban como palomas dispuestas al vuelo supremo: un movimiento en falso y se escapaban de aquella jaula sin sostén. Su pelo rubio, largo y sedoso caía sobre su carita de yonofuí. De pronto se les unió Carlos Rodríguez, amigo de la cumpleañera, a quien conoció cuando tuvo su romance con Melissa. Carlos hablaba con las dos, intercambiaban anécdotas y recordaban viejos tiempos. Como el grupo ya había esperado más de media hora sin que les asignaran una mesa, decidieron abandonar el lugar. Las amigas salieron primero y unos pasos detrás iban Carlos y Melissa. No habían terminado de salir cuando de algún sitio surgió la esposa de Carlos quien, sin decir agua va, jaló el pelo de Melissa y simultáneamente acusó a su esposo de ¡mentiroso!, le safó los anteojos, mientras él rechazaba las acusaciones que a gritos le hacían. Todos los que estaban en el lugar, en primera fila (y los de platea también) no pudieron ignorar aquel bochornoso incidente. Melissa y sus amigas salieron despavoridas y siguieron la fiesta en otro lado, pero sin compañía masculina. Ellas también bailan solas. Mientras trata de olvidar tan bochornoso espectáculo, Melissa dice que desea seguir adelante con su carrera y, aunque sigue sintiendo un gran cariño por don Carlos, tras el incidente con los balazos, ella aceptó que él es un hombre casado, que tiene compromisos con su familia y que nunca le dará el lugar que ella quisiera. Melissa lamenta y sufre por esta nueva escaramuza en la que fue agredida directamente por la esposa de Carlos y, tras confiar en que situaciones como la del sábado no se vuelvan a repetir, dijo que por el momento prefiere seguir sola, sin amor, sin enredos y enfocada a sus estudios y a su carrera como modelo. Hoy mismo emprende un viaje de vacaciones que la llevará por el Caribe durante dos semanas. Melissa sabe que pronto encontrará a un hombre que la quiera, que la haga feliz, pero que no esté comprometido porque... lo ajeno se deja quieto y ella no quiere quedarse calva, sin su pelo que tanto le ha costado.