Diay, maes, ¿sienten eso? Es como un eco en el ambiente, esa tonada que uno juraría haber escuchado antes. Como cuando ponen la misma canción en la radio por décima vez en el día. Pues sí, la noticia que ya muchos veían venir se confirmó: Fabricio Alvarado va por la presidencia de nuevo. Este sábado, Nueva República lo ratifica como su candidato oficial, marcando la tercera vez que el comunicador y diputado intentará conseguir las llaves de Zapote. Y uno no puede evitar preguntarse si estamos viendo un acto de admirable perseverancia o si simplemente nos pusieron a repetir la misma película de las elecciones pasadas.
La vara es que el anuncio viene con el guion que ya todos nos sabemos de memoria. Alvarado, con 51 años, asegura que se han "tomado en serio el trabajo" y que la asamblea del sábado será una "verdadera celebración". La meta, según él, es doble: ganar las elecciones de 2026 y, ojo a este detalle, amarrar una "fracción mayoritaria" en la Asamblea Legislativa. Esto no es un dato menor. Demuestra que el proyecto no es solo personal, sino que la estrategia es consolidar poder en Cuesta de Moras, un lugar donde tener músculo político es casi más importante que sentarse en la silla presidencial. El brete, entonces, no es solo convencer al país, sino armar un equipo que le responda en el Congreso.
Y para los que tienen memoria de teflón o son muy güilas, hay que recordar que este no es el primer rodeo de Alvarado, ni con la misma bandera. Antes de fundar Nueva República, su plataforma fue Restauración Nacional, el partido que lo catapultó al Congreso en 2014 y con el que casi se sale con la suya en las presidenciales de 2018. Ese cambio de camiseta es parte del ADN de la política tica moderna, donde las lealtades a las personas a menudo pesan más que las ideologías partidarias. Alvarado es, en ese sentido, un producto clásico de nuestro sistema: un líder carismático que construye un movimiento a su alrededor, lo suficientemente flexible para cambiar de nombre cuando las circunstancias lo exigen.
Ahora, pongamos esta vara en perspectiva. Mientras en las noticias uno se entera que la Contraloría le jala el aire a Hacienda Digital, que a Wanchope se le acabó una pesadilla, que nos van a dar cédula virtual y que hay que tener cuidado con una pasta de dientes, la maquinaria política ya está calentando motores para 2026. A veces parece que el país es un despiche de prioridades urgentes y problemas del día a día, pero el calendario electoral no perdona y sigue su propio ritmo. Y en ese calendario, Fabricio Alvarado ya apartó su espacio. Su figura es un arma de doble filo: es una de las caras más conocidas de la política nacional, lo que le da una base sólida, pero también significa que no tiene el factor sorpresa. Ya sabemos lo que piensa, cómo habla y cuáles son sus batallas.
Al final, su éxito o fracaso dependerá de si los ticos sienten que su mensaje sigue siendo relevante o si ya es un disco rayado. La política es un juego de momentos, y el momento de 2026 será muy distinto al de 2018. El electorado está más cansado, más cínico y quizás buscando algo diferente. O quizás, en medio de tanto enredo, prefiera un pleito con un diablo conocido. Ahí está el meollo del asunto. Así que, abro el foro para la hablada: más allá de si les cuadra o no el mae, ¿creen ustedes que una tercera candidatura es señal de perseverancia y de una visión clara, o es más bien un síntoma de que a nuestra clase política se le están acabando las ideas nuevas?
La vara es que el anuncio viene con el guion que ya todos nos sabemos de memoria. Alvarado, con 51 años, asegura que se han "tomado en serio el trabajo" y que la asamblea del sábado será una "verdadera celebración". La meta, según él, es doble: ganar las elecciones de 2026 y, ojo a este detalle, amarrar una "fracción mayoritaria" en la Asamblea Legislativa. Esto no es un dato menor. Demuestra que el proyecto no es solo personal, sino que la estrategia es consolidar poder en Cuesta de Moras, un lugar donde tener músculo político es casi más importante que sentarse en la silla presidencial. El brete, entonces, no es solo convencer al país, sino armar un equipo que le responda en el Congreso.
Y para los que tienen memoria de teflón o son muy güilas, hay que recordar que este no es el primer rodeo de Alvarado, ni con la misma bandera. Antes de fundar Nueva República, su plataforma fue Restauración Nacional, el partido que lo catapultó al Congreso en 2014 y con el que casi se sale con la suya en las presidenciales de 2018. Ese cambio de camiseta es parte del ADN de la política tica moderna, donde las lealtades a las personas a menudo pesan más que las ideologías partidarias. Alvarado es, en ese sentido, un producto clásico de nuestro sistema: un líder carismático que construye un movimiento a su alrededor, lo suficientemente flexible para cambiar de nombre cuando las circunstancias lo exigen.
Ahora, pongamos esta vara en perspectiva. Mientras en las noticias uno se entera que la Contraloría le jala el aire a Hacienda Digital, que a Wanchope se le acabó una pesadilla, que nos van a dar cédula virtual y que hay que tener cuidado con una pasta de dientes, la maquinaria política ya está calentando motores para 2026. A veces parece que el país es un despiche de prioridades urgentes y problemas del día a día, pero el calendario electoral no perdona y sigue su propio ritmo. Y en ese calendario, Fabricio Alvarado ya apartó su espacio. Su figura es un arma de doble filo: es una de las caras más conocidas de la política nacional, lo que le da una base sólida, pero también significa que no tiene el factor sorpresa. Ya sabemos lo que piensa, cómo habla y cuáles son sus batallas.
Al final, su éxito o fracaso dependerá de si los ticos sienten que su mensaje sigue siendo relevante o si ya es un disco rayado. La política es un juego de momentos, y el momento de 2026 será muy distinto al de 2018. El electorado está más cansado, más cínico y quizás buscando algo diferente. O quizás, en medio de tanto enredo, prefiera un pleito con un diablo conocido. Ahí está el meollo del asunto. Así que, abro el foro para la hablada: más allá de si les cuadra o no el mae, ¿creen ustedes que una tercera candidatura es señal de perseverancia y de una visión clara, o es más bien un síntoma de que a nuestra clase política se le están acabando las ideas nuevas?