¡Ay, Dios mío! El caso de Celso Gamboa sigue dando para hablar, y ahora resulta que quiere meterse en el brete unos chats de WhatsApp para tratar de echar para atrás su extradición. Imagínate, buscando desesperadamente agarrarle a William Serrano, el juez que mandó hacerlo afuera. ¡Qué torta!
Como recordarán, el exministro ha estado batallando contra su extradición a Estados Unidos, donde lo acusan de tráfico de drogas y asociación ilícita. Sus abogados, Michael Castillo y Natalia Gamboa (sí, la hermana, ¡qué vaina!), presentaron una apelación argumentando que el juez Serrano no fue precisamente transparente en su decisión. Ahora quieren usar esos mensajes de WhatsApp como evidencia para respaldar sus acusaciones, tratando de demostrar que hubo favoritismo y cosas raras.
Pero ojo, porque los jueces no se andan con rodeos. Le dijeron a los abogados que tienen hasta el próximo miércoles para traer toda la documentación que respalde esas conversaciones. No basta con decir que hay chats, tienen que demostrar que cumplen con todos los requisitos legales para que sean considerados como pruebas válidas. Ahí viene la pega, porque la ley es clarísima: hay que demostrar que no se vulneró el derecho a la privacidad de nadie y que se obtuvo el consentimiento adecuado.
La ley 7425, la que regula el registro de documentos privados, pone las reglas bien claras. Para que esos mensajes de WhatsApp sirvan, tienen que haber sido transmitidos o remitidos por el propio Gamboa, o destinados a él, incluso si usó un apodo. Además, tiene que estar relacionado directamente con el delito que se le acusa. ¡Y eso no es todo! No pueden usar conversaciones entre abogados y clientes, porque ahí entra el secreto profesional.
Ahora, si esos chats involucran a varias personas, necesitan el permiso de todas ellas. Y lo más importante: ese permiso puede ser revocado en cualquier momento. ¡Imagínate la bronca si alguien decide cambiar de opinión a mitad de camino! Por eso, los abogados de Gamboa van a tener que sudar la gota gorda para juntar toda la papelería necesaria y convencer a los jueces de que esos mensajes son cruciales para su defensa. Ya se imaginan la maraña legal que esto va a causar.
Además, este no es el único frente de batalla para Gamboa. También hay otros extraditables –Pecho de Rata, López Vega y Álvarez Alfaro– que están peleando para evitar la entrega a las autoridades estadounidenses. Todos ellos están buscando frenar su remisión a los gringos, donde enfrentan cargos similares por tráfico de drogas. ¿Será que estamos viendo una estrategia coordinada para crear el mayor posible embrollo legal?
Lo curioso es que todo esto pasa mientras la Fiscalía y la DEA siguen acumulando pruebas en su contra. Se dice que Gamboa habría reconocido a unos informantes confidenciales que el gobierno le estaba facilitando la entrada de cargamentos de cocaína al país. ¡Imagina el zafacón que se armó! Y no olvidemos que Pecho de Rata tiene una larga historia con el narcotráfico, incluyendo una condena previa por narcotráfico. Álvarez Alfaro, por su parte, aparentemente coordinó el envío de cocaína desde Costa Rica hacia Estados Unidos durante años.
En fin, el caso Gamboa y compañía promete seguir dándonos dolores de cabeza por un buen rato. Esta novela judicial está lejos de terminar, y cada día nos sorprende con nuevos giros inesperados. ¿Creen que realmente Gamboa logrará torcer la jugada con sus mensajes de WhatsApp, o será que simplemente se está aferrando a una última esperanza? ¿Consideran que la justicia actuará con imparcialidad o que habrá influencias externas que puedan alterar el curso de este proceso?
Como recordarán, el exministro ha estado batallando contra su extradición a Estados Unidos, donde lo acusan de tráfico de drogas y asociación ilícita. Sus abogados, Michael Castillo y Natalia Gamboa (sí, la hermana, ¡qué vaina!), presentaron una apelación argumentando que el juez Serrano no fue precisamente transparente en su decisión. Ahora quieren usar esos mensajes de WhatsApp como evidencia para respaldar sus acusaciones, tratando de demostrar que hubo favoritismo y cosas raras.
Pero ojo, porque los jueces no se andan con rodeos. Le dijeron a los abogados que tienen hasta el próximo miércoles para traer toda la documentación que respalde esas conversaciones. No basta con decir que hay chats, tienen que demostrar que cumplen con todos los requisitos legales para que sean considerados como pruebas válidas. Ahí viene la pega, porque la ley es clarísima: hay que demostrar que no se vulneró el derecho a la privacidad de nadie y que se obtuvo el consentimiento adecuado.
La ley 7425, la que regula el registro de documentos privados, pone las reglas bien claras. Para que esos mensajes de WhatsApp sirvan, tienen que haber sido transmitidos o remitidos por el propio Gamboa, o destinados a él, incluso si usó un apodo. Además, tiene que estar relacionado directamente con el delito que se le acusa. ¡Y eso no es todo! No pueden usar conversaciones entre abogados y clientes, porque ahí entra el secreto profesional.
Ahora, si esos chats involucran a varias personas, necesitan el permiso de todas ellas. Y lo más importante: ese permiso puede ser revocado en cualquier momento. ¡Imagínate la bronca si alguien decide cambiar de opinión a mitad de camino! Por eso, los abogados de Gamboa van a tener que sudar la gota gorda para juntar toda la papelería necesaria y convencer a los jueces de que esos mensajes son cruciales para su defensa. Ya se imaginan la maraña legal que esto va a causar.
Además, este no es el único frente de batalla para Gamboa. También hay otros extraditables –Pecho de Rata, López Vega y Álvarez Alfaro– que están peleando para evitar la entrega a las autoridades estadounidenses. Todos ellos están buscando frenar su remisión a los gringos, donde enfrentan cargos similares por tráfico de drogas. ¿Será que estamos viendo una estrategia coordinada para crear el mayor posible embrollo legal?
Lo curioso es que todo esto pasa mientras la Fiscalía y la DEA siguen acumulando pruebas en su contra. Se dice que Gamboa habría reconocido a unos informantes confidenciales que el gobierno le estaba facilitando la entrada de cargamentos de cocaína al país. ¡Imagina el zafacón que se armó! Y no olvidemos que Pecho de Rata tiene una larga historia con el narcotráfico, incluyendo una condena previa por narcotráfico. Álvarez Alfaro, por su parte, aparentemente coordinó el envío de cocaína desde Costa Rica hacia Estados Unidos durante años.
En fin, el caso Gamboa y compañía promete seguir dándonos dolores de cabeza por un buen rato. Esta novela judicial está lejos de terminar, y cada día nos sorprende con nuevos giros inesperados. ¿Creen que realmente Gamboa logrará torcer la jugada con sus mensajes de WhatsApp, o será que simplemente se está aferrando a una última esperanza? ¿Consideran que la justicia actuará con imparcialidad o que habrá influencias externas que puedan alterar el curso de este proceso?