Maes, vean el nivel de despiche que se está cocinando en el barrio. Resulta que Estados Unidos, sin mucho aspaviento, acaba de empezar a mandar un contingente de 4.000 agentes, la mayoría Infantes de Marina, a patrullar las aguas de Latinoamérica y el Caribe. Y no vienen en panga, precisamente. La vara viene acompañada de destructores, aviones espía P8 Poseidon, un barco de guerra con lanzamisiles y, para que no falte el drama, hasta un submarino nuclear. Así como lo leen. La excusa oficial es una: darle durísimo a los carteles del narcotráfico. Pero, como siempre, el diablo está en los detalles.
Diay, la versión oficial, filtrada por la CNN y luego confirmada, es que esto es más que todo una “muestra de fuerza”. Palabras de un mismo oficial gringo. La idea, según ellos, es principalmente disuasoria; un “vean todo lo que tengo y no se porten mal”. El asunto es que esa misma “presencia” les da carta blanca para usar la fuerza si les da la gana. Pero, ¿en serio este es el brete para un marine entrenado para la guerra? ¿De verdad creen que el problema del narco se soluciona apuntándole un misil a una lancha rápida? Suena, como mínimo, a matar una mosca con una bazuca.
Y aquí es donde todo el plan amenaza con irse al traste. Varias fuentes, incluso dentro del mismo Pentágono, están poniendo el grito en el cielo porque los marines, por más cargas que sean en combate, simple y sencillamente no tienen el entrenamiento para la lucha antidrogas. Ese es un trabajo de inteligencia, de seguimiento, de judicialización… un brete que tradicionalmente hacen la DEA y la Guardia Costera. Indican que sin el apoyo masivo de la Guardia Costera, cuya participación en este megaoperativo ni siquiera está clara, los marines estarían básicamente improvisando. Suena a la receta perfecta para jalarse una torta monumental y que paguemos los platos rotos los de siempre.
Para entender este arroz con mango, hay que ver de dónde viene la orden. Todo parece ser parte del nuevo enfoque de la administración Trump. Hace unos meses, el Secretario de Defensa, un tal Pete Hegseth, mandó una carta que dejó a todo el mundo con la boca abierta. El mae decía, sin pelos en la lengua, que la misión del ejército ahora también incluye “sellar las fronteras, repeler toda forma de invasión, incluida la inmigración masiva, el tráfico de drogas” y hasta deportar gente. O sea, están convirtiendo oficialmente a su ejército en una especie de mega policía fronteriza con esteroides, borrando la línea que tradicionalmente separaba las labores militares de las policiales.
Entonces, en resumen: tenemos un montón de chuncheretes militares de primer mundo, carísimos, con 4.000 maes que quizás no saben ni por dónde empezar este brete, todo para una “muestra de fuerza” en nuestras propias costas. ¡Qué sal! para los que creen que esto soluciona el problema de fondo. La militarización nunca ha sido la respuesta mágica en Latinoamérica, y esta jugada se siente más como una movida de política interna para la foto que una estrategia real. La pregunta del millón es: ¿Ustedes creen que este despliegue es una solución real o puro show mediático que podría terminar en un despiche mayor? ¿Nos debería preocupar aquí en Tiquicia tener a estos compas tan cerca y con esas órdenes? Los leo.
Diay, la versión oficial, filtrada por la CNN y luego confirmada, es que esto es más que todo una “muestra de fuerza”. Palabras de un mismo oficial gringo. La idea, según ellos, es principalmente disuasoria; un “vean todo lo que tengo y no se porten mal”. El asunto es que esa misma “presencia” les da carta blanca para usar la fuerza si les da la gana. Pero, ¿en serio este es el brete para un marine entrenado para la guerra? ¿De verdad creen que el problema del narco se soluciona apuntándole un misil a una lancha rápida? Suena, como mínimo, a matar una mosca con una bazuca.
Y aquí es donde todo el plan amenaza con irse al traste. Varias fuentes, incluso dentro del mismo Pentágono, están poniendo el grito en el cielo porque los marines, por más cargas que sean en combate, simple y sencillamente no tienen el entrenamiento para la lucha antidrogas. Ese es un trabajo de inteligencia, de seguimiento, de judicialización… un brete que tradicionalmente hacen la DEA y la Guardia Costera. Indican que sin el apoyo masivo de la Guardia Costera, cuya participación en este megaoperativo ni siquiera está clara, los marines estarían básicamente improvisando. Suena a la receta perfecta para jalarse una torta monumental y que paguemos los platos rotos los de siempre.
Para entender este arroz con mango, hay que ver de dónde viene la orden. Todo parece ser parte del nuevo enfoque de la administración Trump. Hace unos meses, el Secretario de Defensa, un tal Pete Hegseth, mandó una carta que dejó a todo el mundo con la boca abierta. El mae decía, sin pelos en la lengua, que la misión del ejército ahora también incluye “sellar las fronteras, repeler toda forma de invasión, incluida la inmigración masiva, el tráfico de drogas” y hasta deportar gente. O sea, están convirtiendo oficialmente a su ejército en una especie de mega policía fronteriza con esteroides, borrando la línea que tradicionalmente separaba las labores militares de las policiales.
Entonces, en resumen: tenemos un montón de chuncheretes militares de primer mundo, carísimos, con 4.000 maes que quizás no saben ni por dónde empezar este brete, todo para una “muestra de fuerza” en nuestras propias costas. ¡Qué sal! para los que creen que esto soluciona el problema de fondo. La militarización nunca ha sido la respuesta mágica en Latinoamérica, y esta jugada se siente más como una movida de política interna para la foto que una estrategia real. La pregunta del millón es: ¿Ustedes creen que este despliegue es una solución real o puro show mediático que podría terminar en un despiche mayor? ¿Nos debería preocupar aquí en Tiquicia tener a estos compas tan cerca y con esas órdenes? Los leo.