¡Ay, Dios mío, qué bronca! El caso de Ligia Faerrón, que nos tuvo a todos mordiéndose las uñas, finalmente llegó a su desenlace. Después de semanas de incertidumbre y búsquedas intensas, el OIJ logró encontrar sus restos en una finca en Florencia de San Carlos. Parece que la ‘vara’ se complicó mucho más de lo que imaginábamos inicialmente, y la búsqueda, pues, se convirtió en un brete enorme para los oficiales.
Las autoridades rastrearon durante dos días entero una propiedad gigantesca, casi 62 hectáreas, en busca de alguna señal. Imagínense la tarea, ¡un maje tendría que andar dando vueltas por kilómetros! Al final, encontraron el cuerpo enterrado bajo un vivero, a casi un metro de profundidad. Menos mal que no tuvieron que recurrir a 'jalársela una torta' para ubicarla, aunque me imagino el esfuerzo físico que implicó todo el operativo.
Ahora bien, la identificación no fue fácil, como suele pasar en estos casos donde el tiempo y las condiciones ambientales pueden jugar en contra. Pero gracias a Dios, aparecieron dos pistas claves: unos tatuajes en su pierna derecha y en un brazo, y –esto sí fue crucial– un reloj dorado que siempre llevaba puesto. Esa joya, ¡qué chiva!, resultó ser la confirmación definitiva que necesitaban los forenses. Como dijo el director del OIJ, Randall Zúñiga, “Estaba el reloj dorado que tenía, no se conoce si es de oro, pero tenía todavía tenía el reloj dorado en la mano izquierda”.
Además del reloj y los tatuajes, las vestimentas y otras características físicas contribuyeron a identificar el cuerpo, lo que posteriormente fue ratificado por la autopsia y las pruebas forenses. Por fin, un cierre para la familia, que ha estado sufriendo una angustia terrible. Esperemos que ahora puedan empezar a procesar este doloroso momento y darle cristiana sepultura a Ligia.
Pero ojo, parce, que la historia no termina aquí. Las investigaciones apuntan a que un hombre de 29 años, de apellidos González López, es el principal sospechoso. Se rumorea que chocó el vehículo de Ligia antes de quitarle la vida, ¡un maje sin escrúpulos! Y lo peor de todo es que parece que trató de deshacerse del carro para cubrir sus huellas. Qué pena, ¡dios mío!
Durante el operativo, cuatro agentes policiales estuvieron buscando por fuera de la finca principal, ampliando el radio de búsqueda. Llegaron a otra propiedad, perteneciente a la madrastra del sospechoso, y allí fue donde apareció el cuerpo. Un señorito de allá les permitió entrar, y bueno, apareció un perro que se puso a seguirles el rastro por unos metros. Al cruzar un río, el perro dejó de acompañarlos, y ahí fue cuando un agente vio un montón de tierra que le levantó sospechas. ¡Parece que el perro sabía algo, diay!
Luego vino el descubrimiento de otro anillo de Ligia y una maleta que, según las autoridades, había sido sustraída de su casa. Estas evidencias son fundamentales para esclarecer lo ocurrido. Según fuentes cercanas, grabaciones de cámaras de seguridad serían la clave para demostrar la culpabilidad de González. En los videos, se le ve moviendo con esfuerzo una especie de bulto que podría ser la maleta con el cuerpo de Ligia. Eso, señores, es una prueba contundente. Lo más loco de todo es que esto pasó justo después del choque del carro. ¡Qué rollo!
Así que, con todo esto, me pregunto, ¿cree usted que este caso revelará una red más grande detrás del femicidio de Ligia Faerrón, o será simplemente un acto de violencia pasional salido de control?
Las autoridades rastrearon durante dos días entero una propiedad gigantesca, casi 62 hectáreas, en busca de alguna señal. Imagínense la tarea, ¡un maje tendría que andar dando vueltas por kilómetros! Al final, encontraron el cuerpo enterrado bajo un vivero, a casi un metro de profundidad. Menos mal que no tuvieron que recurrir a 'jalársela una torta' para ubicarla, aunque me imagino el esfuerzo físico que implicó todo el operativo.
Ahora bien, la identificación no fue fácil, como suele pasar en estos casos donde el tiempo y las condiciones ambientales pueden jugar en contra. Pero gracias a Dios, aparecieron dos pistas claves: unos tatuajes en su pierna derecha y en un brazo, y –esto sí fue crucial– un reloj dorado que siempre llevaba puesto. Esa joya, ¡qué chiva!, resultó ser la confirmación definitiva que necesitaban los forenses. Como dijo el director del OIJ, Randall Zúñiga, “Estaba el reloj dorado que tenía, no se conoce si es de oro, pero tenía todavía tenía el reloj dorado en la mano izquierda”.
Además del reloj y los tatuajes, las vestimentas y otras características físicas contribuyeron a identificar el cuerpo, lo que posteriormente fue ratificado por la autopsia y las pruebas forenses. Por fin, un cierre para la familia, que ha estado sufriendo una angustia terrible. Esperemos que ahora puedan empezar a procesar este doloroso momento y darle cristiana sepultura a Ligia.
Pero ojo, parce, que la historia no termina aquí. Las investigaciones apuntan a que un hombre de 29 años, de apellidos González López, es el principal sospechoso. Se rumorea que chocó el vehículo de Ligia antes de quitarle la vida, ¡un maje sin escrúpulos! Y lo peor de todo es que parece que trató de deshacerse del carro para cubrir sus huellas. Qué pena, ¡dios mío!
Durante el operativo, cuatro agentes policiales estuvieron buscando por fuera de la finca principal, ampliando el radio de búsqueda. Llegaron a otra propiedad, perteneciente a la madrastra del sospechoso, y allí fue donde apareció el cuerpo. Un señorito de allá les permitió entrar, y bueno, apareció un perro que se puso a seguirles el rastro por unos metros. Al cruzar un río, el perro dejó de acompañarlos, y ahí fue cuando un agente vio un montón de tierra que le levantó sospechas. ¡Parece que el perro sabía algo, diay!
Luego vino el descubrimiento de otro anillo de Ligia y una maleta que, según las autoridades, había sido sustraída de su casa. Estas evidencias son fundamentales para esclarecer lo ocurrido. Según fuentes cercanas, grabaciones de cámaras de seguridad serían la clave para demostrar la culpabilidad de González. En los videos, se le ve moviendo con esfuerzo una especie de bulto que podría ser la maleta con el cuerpo de Ligia. Eso, señores, es una prueba contundente. Lo más loco de todo es que esto pasó justo después del choque del carro. ¡Qué rollo!
Así que, con todo esto, me pregunto, ¿cree usted que este caso revelará una red más grande detrás del femicidio de Ligia Faerrón, o será simplemente un acto de violencia pasional salido de control?