Ay, mi gente... qué pesar, verdaderamente. La noticia de Kevin Kirby me dejó helada, como cuando te das con la llanta en plena carretera. Un jovencito de 27 años, lleno de vida, cortado de raíz por la pura tontería de un asalto. Este caso, claro, pega duro porque nos recuerda que la tranquilidad que tanto anhelamos parece irse al traste poquito a poco.
Kevin, contaban sus amigos, era un pana alegre, siempre dispuesto a echar un chunche. Amante de la pesca y el surf, esas cosas que hacen de nosotros unos ticos relajados y felices. Se le fue la madre a su mami el año pasado, y él ahí, buscando mantener la calma y seguir adelante. Imagínate el golpe que eso le dio. Ahora, encima, este final inesperado… es que ¡diay!
Según cuentan, salió a una pachanga el domingo y desde entonces se le perdió el rastro. Tres días de angustia para su familia y amigos, hasta que encontraron su cuerpo en las orillas del río en Hatillo. Al parecer, un tipo quiso llevarse su carro y lo pagó caro. Uno piensa, ¿hasta dónde vamos a llegar con esta delincuencia que nos está royendo?
Lizeth Castro, esa mae que siempre dice las cosas claras, no se quedó callada. En su publicación expresó el dolor que sentimos todos, ese sabor amargo de la injusticia que nos apreta el pecho. No es solo la pérdida de Kevin, es la sensación de que nadie está seguro ni en su propia casa. Ya hasta se duermen con un ojo abierto, ¿quién puede culparlos?
Y no es que estemos exagerando, parce. Las estadísticas de homicidios en los últimos meses son escalofriantes. Parece que estamos viviendo en otra película, una donde la violencia es la protagonista. Hay que decir que las autoridades ya capturaron a un sospechoso en Hatillo, eso da un respiro, aunque no devuelve la vida a Kevin.
La investigación sigue su curso, espera el OIJ para darle luz verde a toda la información. Pero la verdad es que el daño ya está hecho. Esta tragedia nos obliga a reflexionar sobre la seguridad que queremos para nuestros hijos, para nuestros padres, para nosotros mismos. ¿Cómo podemos recuperar la paz en nuestras comunidades?
Este caso de Kevin es solo la punta del iceberg, señores. Es un reflejo de la crisis de valores que estamos atravesando, de la desesperación que lleva a algunas personas a cometer actos irreparables. Tenemos que buscar soluciones reales, no promesas vacías de políticos que aparecen en época electoral para desaparecer después. Se necesita un cambio profundo, una apuesta firme por la educación y la prevención.
En fin, qué pesar, qué pesar. Perdemos a un joven prometedor, perdemos un poco más de nuestra confianza, perdemos un pedacito de Costa Rica. ¿Ustedes creen que realmente estamos haciendo lo suficiente para combatir la delincuencia y proteger a nuestros ciudadanos? ¿Cuál sería la medida más efectiva para recuperar la seguridad que perdimos y evitar que tragedias como esta se repitan?
Kevin, contaban sus amigos, era un pana alegre, siempre dispuesto a echar un chunche. Amante de la pesca y el surf, esas cosas que hacen de nosotros unos ticos relajados y felices. Se le fue la madre a su mami el año pasado, y él ahí, buscando mantener la calma y seguir adelante. Imagínate el golpe que eso le dio. Ahora, encima, este final inesperado… es que ¡diay!
Según cuentan, salió a una pachanga el domingo y desde entonces se le perdió el rastro. Tres días de angustia para su familia y amigos, hasta que encontraron su cuerpo en las orillas del río en Hatillo. Al parecer, un tipo quiso llevarse su carro y lo pagó caro. Uno piensa, ¿hasta dónde vamos a llegar con esta delincuencia que nos está royendo?
Lizeth Castro, esa mae que siempre dice las cosas claras, no se quedó callada. En su publicación expresó el dolor que sentimos todos, ese sabor amargo de la injusticia que nos apreta el pecho. No es solo la pérdida de Kevin, es la sensación de que nadie está seguro ni en su propia casa. Ya hasta se duermen con un ojo abierto, ¿quién puede culparlos?
Y no es que estemos exagerando, parce. Las estadísticas de homicidios en los últimos meses son escalofriantes. Parece que estamos viviendo en otra película, una donde la violencia es la protagonista. Hay que decir que las autoridades ya capturaron a un sospechoso en Hatillo, eso da un respiro, aunque no devuelve la vida a Kevin.
La investigación sigue su curso, espera el OIJ para darle luz verde a toda la información. Pero la verdad es que el daño ya está hecho. Esta tragedia nos obliga a reflexionar sobre la seguridad que queremos para nuestros hijos, para nuestros padres, para nosotros mismos. ¿Cómo podemos recuperar la paz en nuestras comunidades?
Este caso de Kevin es solo la punta del iceberg, señores. Es un reflejo de la crisis de valores que estamos atravesando, de la desesperación que lleva a algunas personas a cometer actos irreparables. Tenemos que buscar soluciones reales, no promesas vacías de políticos que aparecen en época electoral para desaparecer después. Se necesita un cambio profundo, una apuesta firme por la educación y la prevención.
En fin, qué pesar, qué pesar. Perdemos a un joven prometedor, perdemos un poco más de nuestra confianza, perdemos un pedacito de Costa Rica. ¿Ustedes creen que realmente estamos haciendo lo suficiente para combatir la delincuencia y proteger a nuestros ciudadanos? ¿Cuál sería la medida más efectiva para recuperar la seguridad que perdimos y evitar que tragedias como esta se repitan?