¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con las malas noticias llegando desde afuera. Las cifras oficiales del Instituto Nacional de Migración (INM) nos pegaron un cosazo: entre enero y octubre de este año, más de 34 mil hondureños fueron deportados a su tierra natal. Sí, señor, ¡más de treinta y cuatro mil! Eso da que pensar, ¿verdad?
Y no es que estemos exagerando ni nada. Según el INM, esto representa un aumento brutal del 22.4% comparado con el mismo periodo del año pasado, donde apenas pasaron unos 27 mil. Esto significa que la situación está escalando y que la cosa está cada vez más difícil para nuestros hermanos allá. Uno se pone a pensar en las familias, en los niños… ¡qué pena!
Pero miren las proporciones, porque ahí viene la verdadera torta. El 78.1% de esos retornados provenían directamente de Estados Unidos. ¡Eso es casi ocho de cada diez personas! Imaginen la cantidad de sueños rotos, de esperanzas hechas pedazos. Todo esto, dicen, bajo la política migratoria súper restrictiva del gobierno de Trump allá, aunque parece que no hay mucho cambio con la administración actual.
Para ponerlo en perspectiva, en Estados Unidos residen alrededor de un millón ochocientas mil personas de origen hondureño, muchas buscando escapar de la violencia, la falta de trabajo decente, los salarios miserables y la pobreza extrema que azotan su país. Es un panorama bien pesado, diay. Ahí te das cuenta que muchos se van con la ilusión de mejorarle la vida a sus familiares, pero terminan enfrentando barreras inimaginables.
Después de Estados Unidos, México fue el segundo país que más hondureños devolvió, con alrededor de 4 mil casos. Luego sigue Guatemala con otros 3 mil 300. Pero ojo que también llegaron retornados desde lugares como Gabón, Guadalupe, Micronesia e incluso Ucrania. ¡Imagínense las historias que deben tener esas personas! Seguro que cada una es un brete aparte.
Si revisamos el año completo anterior, 2024, se reportaron 34 mil 384 deportaciones, una disminución si la comparamos con las 51 mil 495 del 2023. Pero, fíjense, esta tendencia al alza de este año nos indica que la situación económica y social en Honduras no ha mejorado sustancialmente. Aunque las remesas que envían los migrantes siguen siendo vitales –cerca de 10 mil millones de dólares, ¡una barbaridad!, representando casi el 25% del PIB– no es suficiente para cubrir todas las necesidades del país.
De estos más de 34 mil retornados, la gran mayoría son adultos jóvenes, entre 21 y 30 años. También hay una cantidad importante de menores de edad, representando el 13.1% del total. Eso me preocupa, porque esos jóvenes tienen toda la vida por delante y se ven obligados a regresar a un país con pocas oportunidades. Es una vara bien difícil de digerir, la verdad.
Ahora bien, pensando en todo esto, me pregunto: ¿Qué estrategias concretas puede implementar el gobierno hondureño para recibir dignamente a estas personas, ofrecerles apoyo económico y facilitar su reinserción laboral? ¿Estamos realmente preparados para afrontar este flujo continuo de compatriotas que regresan a casa con la esperanza de reconstruir sus vidas? ¿Será que ya es hora de replantearnos nuestro modelo de desarrollo y buscar soluciones sostenibles que eviten que tantos tengan que emigrar en primer lugar?
Y no es que estemos exagerando ni nada. Según el INM, esto representa un aumento brutal del 22.4% comparado con el mismo periodo del año pasado, donde apenas pasaron unos 27 mil. Esto significa que la situación está escalando y que la cosa está cada vez más difícil para nuestros hermanos allá. Uno se pone a pensar en las familias, en los niños… ¡qué pena!
Pero miren las proporciones, porque ahí viene la verdadera torta. El 78.1% de esos retornados provenían directamente de Estados Unidos. ¡Eso es casi ocho de cada diez personas! Imaginen la cantidad de sueños rotos, de esperanzas hechas pedazos. Todo esto, dicen, bajo la política migratoria súper restrictiva del gobierno de Trump allá, aunque parece que no hay mucho cambio con la administración actual.
Para ponerlo en perspectiva, en Estados Unidos residen alrededor de un millón ochocientas mil personas de origen hondureño, muchas buscando escapar de la violencia, la falta de trabajo decente, los salarios miserables y la pobreza extrema que azotan su país. Es un panorama bien pesado, diay. Ahí te das cuenta que muchos se van con la ilusión de mejorarle la vida a sus familiares, pero terminan enfrentando barreras inimaginables.
Después de Estados Unidos, México fue el segundo país que más hondureños devolvió, con alrededor de 4 mil casos. Luego sigue Guatemala con otros 3 mil 300. Pero ojo que también llegaron retornados desde lugares como Gabón, Guadalupe, Micronesia e incluso Ucrania. ¡Imagínense las historias que deben tener esas personas! Seguro que cada una es un brete aparte.
Si revisamos el año completo anterior, 2024, se reportaron 34 mil 384 deportaciones, una disminución si la comparamos con las 51 mil 495 del 2023. Pero, fíjense, esta tendencia al alza de este año nos indica que la situación económica y social en Honduras no ha mejorado sustancialmente. Aunque las remesas que envían los migrantes siguen siendo vitales –cerca de 10 mil millones de dólares, ¡una barbaridad!, representando casi el 25% del PIB– no es suficiente para cubrir todas las necesidades del país.
De estos más de 34 mil retornados, la gran mayoría son adultos jóvenes, entre 21 y 30 años. También hay una cantidad importante de menores de edad, representando el 13.1% del total. Eso me preocupa, porque esos jóvenes tienen toda la vida por delante y se ven obligados a regresar a un país con pocas oportunidades. Es una vara bien difícil de digerir, la verdad.
Ahora bien, pensando en todo esto, me pregunto: ¿Qué estrategias concretas puede implementar el gobierno hondureño para recibir dignamente a estas personas, ofrecerles apoyo económico y facilitar su reinserción laboral? ¿Estamos realmente preparados para afrontar este flujo continuo de compatriotas que regresan a casa con la esperanza de reconstruir sus vidas? ¿Será que ya es hora de replantearnos nuestro modelo de desarrollo y buscar soluciones sostenibles que eviten que tantos tengan que emigrar en primer lugar?