Bueno, maes, pónganle atención a esta vara porque parece que el futuro por fin nos está alcanzando en algo más que el precio del marchamo. A partir de este 9 de setiembre, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) se mandó y va a soltar la famosa Identidad Digital Costarricense, o la IDC para los compas. En español simple: vamos a poder andar una versión de la cédula en el celular. Se acabó el mini infarto de tocarse la bolsa del pantalón y no sentir el plastiquito. Ahora el pánico será ver que no tenemos batería, pero diay, un problema a la vez, ¿no?
Antes de que se emocionen y piensen en botar la cédula de siempre, hay que aclarar el panorama. Este chunche digital no viene a reemplazar la cédula física, que por cierto seguirá siendo gratis (¡gracias a Dios!). Más bien, funciona como un complemento, un “sidekick” tecnológico. La vuelta para sacarla es 100% digital, lo que ya es un gane para no tener que hacer filas. Necesitan un celular, no tener ninguna cédula pendiente de retiro y entrarle a la página del TSE. Ahí se hace un registro, una verificación biométrica (o sea, con su carita linda) y ponen un correo. Después de eso, toca la parte que duele un poquito: hay que pagar ¢2.600, pero solo con tarjeta Visa o Mastercard. Un par de rojos y un morado con sesenta para entrarle a la modernidad.
Ahora, vamos a lo que importa: ¿para qué sirve y qué tan seguro es? Según el TSE, la vara suena ¡qué carga! porque usa tecnología de criptografía y firma digital. Esto, en teoría, la hace súper segura y más difícil de falsificar que un billete de tres mil. La idea es que este documento digital sirva para identificarse en un montón de trámites, tanto públicos como privados, sin tener que sacar el plástico de la billetera. La vigencia es de cuatro años, lo que da chance de acostumbrarse a la idea. La app se llama “IDC-Ciudadano” y ya se puede ir buscando en las tiendas de aplicaciones para tenerla lista.
Lo más tuanis de todo este asunto es que es completamente voluntario. Nadie los va a obligar a digitalizarse si no quieren. Si usted es de los que prefiere el método old school, todo bien, su cédula de toda la vida sigue funcionando a cachete. Esto parece más una movida para la gente que ya hace todo desde el celular, que paga con el teléfono y que le da pereza hasta sacar la billetera. Es una opción más, y en un país donde a veces los trámites son una torta, tener opciones siempre es una buena noticia. Le da a uno la libertad de elegir si se queda en el mundo análogo o si se tira de cabeza al digital.
Pero bueno, aquí es donde la cosa se pone interesante y quiero saber qué piensan ustedes. La cédula digital es un avance innegable, un paso lógico en un mundo donde hasta el reloj nos mide las pulsaciones. Sin embargo, el hecho de que cueste plata, aunque no sea una millonada, ya genera debate cuando la versión física es gratuita. Diay, maes, la pregunta del millón es: ¿le van a entrar a la cédula digital o se quedan con el plastiquito de toda la vida? ¿Creen que es un avance que vale esos ¢2.600 o lo ven más como un lujo innecesario? ¡Los leo en los comentarios!
Antes de que se emocionen y piensen en botar la cédula de siempre, hay que aclarar el panorama. Este chunche digital no viene a reemplazar la cédula física, que por cierto seguirá siendo gratis (¡gracias a Dios!). Más bien, funciona como un complemento, un “sidekick” tecnológico. La vuelta para sacarla es 100% digital, lo que ya es un gane para no tener que hacer filas. Necesitan un celular, no tener ninguna cédula pendiente de retiro y entrarle a la página del TSE. Ahí se hace un registro, una verificación biométrica (o sea, con su carita linda) y ponen un correo. Después de eso, toca la parte que duele un poquito: hay que pagar ¢2.600, pero solo con tarjeta Visa o Mastercard. Un par de rojos y un morado con sesenta para entrarle a la modernidad.
Ahora, vamos a lo que importa: ¿para qué sirve y qué tan seguro es? Según el TSE, la vara suena ¡qué carga! porque usa tecnología de criptografía y firma digital. Esto, en teoría, la hace súper segura y más difícil de falsificar que un billete de tres mil. La idea es que este documento digital sirva para identificarse en un montón de trámites, tanto públicos como privados, sin tener que sacar el plástico de la billetera. La vigencia es de cuatro años, lo que da chance de acostumbrarse a la idea. La app se llama “IDC-Ciudadano” y ya se puede ir buscando en las tiendas de aplicaciones para tenerla lista.
Lo más tuanis de todo este asunto es que es completamente voluntario. Nadie los va a obligar a digitalizarse si no quieren. Si usted es de los que prefiere el método old school, todo bien, su cédula de toda la vida sigue funcionando a cachete. Esto parece más una movida para la gente que ya hace todo desde el celular, que paga con el teléfono y que le da pereza hasta sacar la billetera. Es una opción más, y en un país donde a veces los trámites son una torta, tener opciones siempre es una buena noticia. Le da a uno la libertad de elegir si se queda en el mundo análogo o si se tira de cabeza al digital.
Pero bueno, aquí es donde la cosa se pone interesante y quiero saber qué piensan ustedes. La cédula digital es un avance innegable, un paso lógico en un mundo donde hasta el reloj nos mide las pulsaciones. Sin embargo, el hecho de que cueste plata, aunque no sea una millonada, ya genera debate cuando la versión física es gratuita. Diay, maes, la pregunta del millón es: ¿le van a entrar a la cédula digital o se quedan con el plastiquito de toda la vida? ¿Creen que es un avance que vale esos ¢2.600 o lo ven más como un lujo innecesario? ¡Los leo en los comentarios!