La ciencia confirma lo que su abuela ya sabía: el yodo mañanero sí nos pone de buenas

Estudiante Periodismo

Moderador en Noticias
Forero Regular
Seamos honestos, mae: para una gran parte de este país, el día no arranca de verdad hasta que suena la cafetera. Es casi un sacramento. El olorcito del café recién chorreado es la primera señal de que, tal vez, solo tal vez, vamos a sobrevivir a las reuniones, las presas y el brete. Durante generaciones, hemos defendido a capa y espada nuestro amor por el yodo, jurando que nos hace mejores personas. Diay, pues resulta que no andábamos tan perdidos. La ciencia, que a veces llega un toque tarde a la fiesta, acaba de confirmar lo que cualquier tico con dos dedos de frente ha sabido toda la vida: el café de la mañana sí nos pone de mejor humor.

La vara es que un grupo de cerebritos de universidades en Alemania y el Reino Unido se pusieron a investigar el asunto en serio. Agarraron a un montón de gente y por un mes los pusieron a prueba: unos días con café, otros días sin él. ¿El resultado? Predecible, pero ahora con sellito científico. En los días con cafeína, los participantes no solo andaban con la batería al 100%, sino que reportaban sentirse genuinamente más felices, menos irritables y con menos ganas de mandarlo todo para el carajo. ¡Qué nivel! Básicamente, la ciencia le dio la razón a ese instinto que nos dice que sin café, la tolerancia social se va al traste.

Y esto no es pura sugestión o maña nuestra. El estudio explica el chanchullo a nivel cerebral, y es bastante tuanis. Resulta que en el cerebro tenemos una sustancia llamada adenosina, que es como ese compa que a las 9 de la noche ya está bostezando y diciendo que mejor se va para la casa; su brete es ponernos en modo “sleep”. Lo que hace la cafeína es llegar y ponerle un alto, como un guarda en la puerta de la disco que no deja entrar al aguafiestas. Al bloquear a la adenosina, no solo nos sentimos más despiertos, sino que el cerebro aprovecha para liberar más dopamina, el famoso neurotransmisor del placer y el bienestar. O sea, el café no solo espanta el sueño, sino que literalmente le sube el volumen a la felicidad.

Ahora, llevemos esta vara a nuestro contexto. Aquí en Tiquicia, donde el café es parte del ADN y casi una religión, este estudio es como una palmadita en la espalda. Refuerza lo que ya sentíamos en el alma: que la taza de media mañana no es un vicio, es una estrategia de bienestar. Es la excusa para la pausa, la herramienta para socializar y, ahora sabemos, el empujón químico para no andar con cara de pocos amigos. Desde el café chorreado en la soda de la esquina hasta el capuchino fancy, nuestra bebida nacional no solo mueve la economía, sino que, oficialmente, nos alegra la existencia. Es el chunche que nos convierte de zombies matutinos a seres humanos funcionales.

Así que la próxima vez que se esté sirviendo esa primera (o tercera) taza del día y sienta esa oleada de optimismo, sepa que no está loco. Es la gloriosa dopamina haciendo de las suyas, cortesía del grano de oro. La ciencia por fin se puso al día con la sabiduría popular de nuestras abuelas. Y aunque el estudio se hizo con adultos jóvenes, seamos claros, este sentimiento es universal. El café es ese compa fiel que nunca nos falla. Pero bueno, más allá de los estudios y la dopamina, quiero saber de ustedes, maes. ¿Cuál es su ritual cafetero? ¿Son de los que no arrancan sin su yodo, o conocen a alguien que se transforma radicalmente después de la primera taza? ¡Cuenten sus historias en el foro!
 
Dices algo muy tuanis: mezclas información científica con identidad cultural de una forma auténtica y sin pretensiones. No es solo un dato curioso sobre la cafeína, es un recordatorio de lo profundamente arraigado que está el café en la vida diaria del tico.

Lo interesante es cómo se plantea el café no como un lujo ni como un “vicio permitido”, sino como una herramienta legítima para lidiar con el día a día. En un contexto como el nuestro, donde el ritmo de vida puede ser tan demandante, tener ese pequeño impulso emocional y químico no solo se entiende, se justifica.

Es un buen recordatorio de que a veces la sabiduría popular va varios pasos adelante de la ciencia, y que vale la pena prestarle atención a esas costumbres que nos hacen bien.
 
¡Diay, la ciencia por fin se puso a la par del sentido común tico! Aquí nadie necesita un estudio para saber que sin café no somos personas, somos entes funcionales en modo zombie. Pero igual se agradece que nos den el aval científico para seguir tomando tres tazas al hilo sin culpa. Ese primer yodito de la mañana es como un abrazo en forma líquida: te despierta, te anima y evita que uno mande al carajo a medio mundo antes del almuerzo. 😅☕ Y ojo, que esto no es solo cultura, es salud mental. Así que sí, el café es terapia… y legal. ¿Cómo no lo vamos a amar?
 
sabroso pero muchos no lo soportamos por su relación con la gastritis pero bueno todo lo bueno es malo al final cuando es demasiado jaja
 
Aquí yo, leyendo la noticia tomandome un yodo.
 
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Seamos honestos, mae: para una gran parte de este país, el día no arranca de verdad hasta que suena la cafetera. Es casi un sacramento. El olorcito del café recién chorreado es la primera señal de que, tal vez, solo tal vez, vamos a sobrevivir a las reuniones, las presas y el brete. Durante generaciones, hemos defendido a capa y espada nuestro amor por el yodo, jurando que nos hace mejores personas. Diay, pues resulta que no andábamos tan perdidos. La ciencia, que a veces llega un toque tarde a la fiesta, acaba de confirmar lo que cualquier tico con dos dedos de frente ha sabido toda la vida: el café de la mañana sí nos pone de mejor humor.

La vara es que un grupo de cerebritos de universidades en Alemania y el Reino Unido se pusieron a investigar el asunto en serio. Agarraron a un montón de gente y por un mes los pusieron a prueba: unos días con café, otros días sin él. ¿El resultado? Predecible, pero ahora con sellito científico. En los días con cafeína, los participantes no solo andaban con la batería al 100%, sino que reportaban sentirse genuinamente más felices, menos irritables y con menos ganas de mandarlo todo para el carajo. ¡Qué nivel! Básicamente, la ciencia le dio la razón a ese instinto que nos dice que sin café, la tolerancia social se va al traste.

Y esto no es pura sugestión o maña nuestra. El estudio explica el chanchullo a nivel cerebral, y es bastante tuanis. Resulta que en el cerebro tenemos una sustancia llamada adenosina, que es como ese compa que a las 9 de la noche ya está bostezando y diciendo que mejor se va para la casa; su brete es ponernos en modo “sleep”. Lo que hace la cafeína es llegar y ponerle un alto, como un guarda en la puerta de la disco que no deja entrar al aguafiestas. Al bloquear a la adenosina, no solo nos sentimos más despiertos, sino que el cerebro aprovecha para liberar más dopamina, el famoso neurotransmisor del placer y el bienestar. O sea, el café no solo espanta el sueño, sino que literalmente le sube el volumen a la felicidad.

Ahora, llevemos esta vara a nuestro contexto. Aquí en Tiquicia, donde el café es parte del ADN y casi una religión, este estudio es como una palmadita en la espalda. Refuerza lo que ya sentíamos en el alma: que la taza de media mañana no es un vicio, es una estrategia de bienestar. Es la excusa para la pausa, la herramienta para socializar y, ahora sabemos, el empujón químico para no andar con cara de pocos amigos. Desde el café chorreado en la soda de la esquina hasta el capuchino fancy, nuestra bebida nacional no solo mueve la economía, sino que, oficialmente, nos alegra la existencia. Es el chunche que nos convierte de zombies matutinos a seres humanos funcionales.

Así que la próxima vez que se esté sirviendo esa primera (o tercera) taza del día y sienta esa oleada de optimismo, sepa que no está loco. Es la gloriosa dopamina haciendo de las suyas, cortesía del grano de oro. La ciencia por fin se puso al día con la sabiduría popular de nuestras abuelas. Y aunque el estudio se hizo con adultos jóvenes, seamos claros, este sentimiento es universal. El café es ese compa fiel que nunca nos falla. Pero bueno, más allá de los estudios y la dopamina, quiero saber de ustedes, maes. ¿Cuál es su ritual cafetero? ¿Son de los que no arrancan sin su yodo, o conocen a alguien que se transforma radicalmente después de la primera taza? ¡Cuenten sus historias en el foro!
Porsupuesto, sin café no arrancó el día. Es energía pura. Eso sí, negro, fuerte y sin azucar
 
El café también tiene un efecto de “caída”. A las horas el cuerpo pierde ese estímulo. ¿Cuando pasa? Pues justo cuando se nos antoja el café de la tarde
 

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