Maes, agárrense porque la vara de la inseguridad y las cárceles, que ya de por sí es un tema denso, se acaba de poner más interesante. Resulta que Natalia Díaz, la candidata de Unidos Podemos, salió a tirarle flores a la idea de construir una mega cárcel en el país. Pero ojo, que no es cualquier cárcel. Según ella, esto no va a ser una “vitrina para mostrar presos” —una frase que ya de por sí da para un análisis completo—, sino un verdadero centro de “control, disciplina y reparación”. Diay, suena casi como un eslogan de un colegio privado carísimo, pero aplicado a privados de libertad.
Vamos a desmenuzar el chunche. En un video que anda circulando, Díaz básicamente dice que no va a permitir que se gaste un platal en un edificio para que al final todo siga igual. Y para eso, tiene una lista de ajustes que, para ser honestos, suenan a cosas que uno pensaría que ya deberían existir. Propone un bloqueo total de señal celular, porque ya es un secreto a voces que las cárceles son los call centers del hampa. También habla de separar a los reos como se debe: los cabecillas por un lado, los que recién entraron por otro, y los que cometieron delitos no violentos en su propia burbuja. Y para rematar, teleaudiencias para no andar paseando reos por todo el país, que además de caro, es un riesgo.
Pero aquí es donde la propuesta se sale del molde y empieza a sonar con un eco medio Bukele. La candidata afirmó con todas las letras: “Vamos a implementar el trabajo obligatorio. El que delinquió tiene que devolverle algo a Costa Rica”. Esta es la parte medular de su discurso, la que busca calar en el montón de gente que está hasta la coronilla de la delincuencia. La idea de que “se acabó la cárcel de ocho, de tres comidas y de operación criminal desde adentro” es música para los oídos de muchos. La promesa es que este nuevo centro tendrá espacios para que los reclusos tengan brete y, en teoría, reparen el daño que hicieron. Una especie de expiación a punta de pala y martillo.
El discurso es potente, no se puede negar. Díaz lo enmarca todo en la recuperación de la autoridad y el respeto por la ley, “sin excusas ni quejas”. La frase final, “Conmigo en la presidencia vamos a empezar a hacer”, es un dardo directo a la inacción que muchos perciben en los gobiernos anteriores. La vara es que este tipo de propuestas, aunque populares, siempre caminan sobre una línea muy delgada. Por un lado, atacan un problema real y proponen una solución que a simple vista parece lógica y justa. ¿Quién no querría que los delincuentes trabajen y que las cárceles dejen de ser universidades del crimen?
p>Sin embargo, del dicho al hecho hay un trecho enorme, y aquí es donde un periodista tiene que empezar a hacer las preguntas incómodas. ¿Qué significa exactamente “trabajo obligatorio”? ¿Bajo qué condiciones? ¿Cómo se garantiza que no se violen derechos humanos en nombre de la “disciplina”? ¿Y lo más importante, este modelo de sanción ejemplarizante de verdad rehabilita a alguien o solo crea personas más resentidas y con mejores tácticas para cuando salgan? La propuesta de Natalia Díaz es, sin duda, una jugada política astuta que la pone en el centro de la conversación, pero deja un montón de cabos sueltos que huelen a pura bulla de campaña. Ahora la pregunta queda picando en el aire para todos nosotros.
Más allá de si la idea les suena tuanis o si creen que es un despiche populista, la pregunta de fondo es: ¿es esto lo que de verdad necesita Costa Rica para arreglar el problema de la inseguridad? ¿O es solo un parche que ignora las raíces reales del crimen? ¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Le entramos a este modelo de mano dura o buscamos soluciones por otro lado? Los leo.
Vamos a desmenuzar el chunche. En un video que anda circulando, Díaz básicamente dice que no va a permitir que se gaste un platal en un edificio para que al final todo siga igual. Y para eso, tiene una lista de ajustes que, para ser honestos, suenan a cosas que uno pensaría que ya deberían existir. Propone un bloqueo total de señal celular, porque ya es un secreto a voces que las cárceles son los call centers del hampa. También habla de separar a los reos como se debe: los cabecillas por un lado, los que recién entraron por otro, y los que cometieron delitos no violentos en su propia burbuja. Y para rematar, teleaudiencias para no andar paseando reos por todo el país, que además de caro, es un riesgo.
Pero aquí es donde la propuesta se sale del molde y empieza a sonar con un eco medio Bukele. La candidata afirmó con todas las letras: “Vamos a implementar el trabajo obligatorio. El que delinquió tiene que devolverle algo a Costa Rica”. Esta es la parte medular de su discurso, la que busca calar en el montón de gente que está hasta la coronilla de la delincuencia. La idea de que “se acabó la cárcel de ocho, de tres comidas y de operación criminal desde adentro” es música para los oídos de muchos. La promesa es que este nuevo centro tendrá espacios para que los reclusos tengan brete y, en teoría, reparen el daño que hicieron. Una especie de expiación a punta de pala y martillo.
El discurso es potente, no se puede negar. Díaz lo enmarca todo en la recuperación de la autoridad y el respeto por la ley, “sin excusas ni quejas”. La frase final, “Conmigo en la presidencia vamos a empezar a hacer”, es un dardo directo a la inacción que muchos perciben en los gobiernos anteriores. La vara es que este tipo de propuestas, aunque populares, siempre caminan sobre una línea muy delgada. Por un lado, atacan un problema real y proponen una solución que a simple vista parece lógica y justa. ¿Quién no querría que los delincuentes trabajen y que las cárceles dejen de ser universidades del crimen?
p>Sin embargo, del dicho al hecho hay un trecho enorme, y aquí es donde un periodista tiene que empezar a hacer las preguntas incómodas. ¿Qué significa exactamente “trabajo obligatorio”? ¿Bajo qué condiciones? ¿Cómo se garantiza que no se violen derechos humanos en nombre de la “disciplina”? ¿Y lo más importante, este modelo de sanción ejemplarizante de verdad rehabilita a alguien o solo crea personas más resentidas y con mejores tácticas para cuando salgan? La propuesta de Natalia Díaz es, sin duda, una jugada política astuta que la pone en el centro de la conversación, pero deja un montón de cabos sueltos que huelen a pura bulla de campaña. Ahora la pregunta queda picando en el aire para todos nosotros.
Más allá de si la idea les suena tuanis o si creen que es un despiche populista, la pregunta de fondo es: ¿es esto lo que de verdad necesita Costa Rica para arreglar el problema de la inseguridad? ¿O es solo un parche que ignora las raíces reales del crimen? ¿Ustedes qué dicen, maes? ¿Le entramos a este modelo de mano dura o buscamos soluciones por otro lado? Los leo.