Diay, maes, si ustedes creían que hoy iba a ser el día en que nuestros honorables diputados se ponían de acuerdo para algo tan clave como elegir a un magistrado de la Sala Tercera... pues, ¡qué sal! Cuatro rondas de votación y nada. Se jalaron la torta, otra vez. Parece que lograr los 38 votos necesarios para nombrar a alguien en ese puesto es más complicado que armar el bendito chunche de IKEA sin que sobren tornillos. La silla que dejó don Jesús Ramírez desde enero va a seguir acumulando polvo, porque en Cuesta de Moras hoy la brújula política andaba más perdida que nunca.
La vara es que la cosa se puso color de hormiga. Tenían una terna recomendada y todo listo: Norberto Garay, Gustavo Jiménez y Rafael Segura. El que sonaba más fuerte era Segura, pero ni así. El mae empezó con 30 votos y, aunque subió a 34 en las siguientes rondas, de ahí no pasó. Se quedó a cuatro votos de la meta, cuatro votos que hoy parecían imposibles de conseguir. Uno se pone a pensar qué clase de negociaciones se dan ahí adentro, qué favores se piden o qué llamadas se hacen para que un nombramiento tan importante simplemente no camine. Al final, después de tanto dime y direte, la elección se fue al traste, para variar.
Pero aquí es donde el guiso se pone bueno, porque este no fue solo un tema de no ponerse de acuerdo. El verdadero elefante en la sala era el conflicto de interés. Resulta que varias organizaciones, con toda la razón del mundo, pidieron que los diputados del PPSD investigados por el financiamiento de la campaña de Chaves se apartaran de la votación. Y es que tiene toda la lógica del planeta: la Sala Tercera es, casualmente, la que ve los casos penales de los miembros de los supremos poderes. O sea, estaban votando por el juez que podría, en un futuro, tener el expediente de ellos en el escritorio. ¡Qué despiche de situación!
Hay que darle crédito a Luz Mary Alpízar, una de las diputadas investigadas, que agarró la indirecta (o la directa, más bien) y se excusó de la votación. Se levantó y se fue, como dice el reglamento que se puede hacer. Ariel Robles, del Frente Amplio, fiel a su estilo, les tiró el filazo a los otros tres implicados para que hicieran lo mismo por un tema de decencia. Pero, claro, la diputada Gloria Navas salió a decir que naranjas, que todos debían quedarse para mantener el quórum. Un argumento, digamos, "creativo", que en el fondo suena a excusa para no enfrentar la evidente mancha ética que esto representa. Al final, los otros tres legisladores se quedaron ahí, votando como si nada pasara.
Y así las cosas, maes. La silla en la Sala Tercera seguirá fría un rato más. El brete de elegir a su reemplazo se empantanó entre la falta de acuerdos y un conflicto de interés que huele feo desde aquí. Ahora la pelota vuelve a las jefaturas de fracción para ver cuándo se les ocurre intentar de nuevo. La pregunta del millón queda en el aire, y me muero por saber qué piensan ustedes: ¿creen que los diputados investigados debían inhibirse por pura ética, o tiene razón Navas y el quórum está por encima de cualquier aparente conflicto de interés? ¿Qué pesa más, la formalidad o la decencia? ¡Los leo!
La vara es que la cosa se puso color de hormiga. Tenían una terna recomendada y todo listo: Norberto Garay, Gustavo Jiménez y Rafael Segura. El que sonaba más fuerte era Segura, pero ni así. El mae empezó con 30 votos y, aunque subió a 34 en las siguientes rondas, de ahí no pasó. Se quedó a cuatro votos de la meta, cuatro votos que hoy parecían imposibles de conseguir. Uno se pone a pensar qué clase de negociaciones se dan ahí adentro, qué favores se piden o qué llamadas se hacen para que un nombramiento tan importante simplemente no camine. Al final, después de tanto dime y direte, la elección se fue al traste, para variar.
Pero aquí es donde el guiso se pone bueno, porque este no fue solo un tema de no ponerse de acuerdo. El verdadero elefante en la sala era el conflicto de interés. Resulta que varias organizaciones, con toda la razón del mundo, pidieron que los diputados del PPSD investigados por el financiamiento de la campaña de Chaves se apartaran de la votación. Y es que tiene toda la lógica del planeta: la Sala Tercera es, casualmente, la que ve los casos penales de los miembros de los supremos poderes. O sea, estaban votando por el juez que podría, en un futuro, tener el expediente de ellos en el escritorio. ¡Qué despiche de situación!
Hay que darle crédito a Luz Mary Alpízar, una de las diputadas investigadas, que agarró la indirecta (o la directa, más bien) y se excusó de la votación. Se levantó y se fue, como dice el reglamento que se puede hacer. Ariel Robles, del Frente Amplio, fiel a su estilo, les tiró el filazo a los otros tres implicados para que hicieran lo mismo por un tema de decencia. Pero, claro, la diputada Gloria Navas salió a decir que naranjas, que todos debían quedarse para mantener el quórum. Un argumento, digamos, "creativo", que en el fondo suena a excusa para no enfrentar la evidente mancha ética que esto representa. Al final, los otros tres legisladores se quedaron ahí, votando como si nada pasara.
Y así las cosas, maes. La silla en la Sala Tercera seguirá fría un rato más. El brete de elegir a su reemplazo se empantanó entre la falta de acuerdos y un conflicto de interés que huele feo desde aquí. Ahora la pelota vuelve a las jefaturas de fracción para ver cuándo se les ocurre intentar de nuevo. La pregunta del millón queda en el aire, y me muero por saber qué piensan ustedes: ¿creen que los diputados investigados debían inhibirse por pura ética, o tiene razón Navas y el quórum está por encima de cualquier aparente conflicto de interés? ¿Qué pesa más, la formalidad o la decencia? ¡Los leo!