Maes, hablemos sin pelos en la lengua. A veces en este país las noticias importantes pasan de agache, pero esta es una de esas que deberían ponernos a todos los pelos de punta. Resulta que la Fiscalía General acaba de soltar la bomba, aunque para muchos no sea ninguna sorpresa: hay un riesgo altísimo de que las campañas para las elecciones del 2026 terminen hasta el cuello de dineros sucios. Así, con todas las letras. ¡Qué torta se nos viene cocinando y apenas estamos en el 2025!
El que puso el tema sobre la mesa fue Mauricio Boraschi, un pez gordo de la Fiscalía. El mae básicamente dijo lo que muchos ya sospechábamos: que si no se ponen las pilas con los controles, la política se puede convertir en la lavandería más grande del país. Y el peligro es doble. Por un lado, que los grupos criminales usen a los partidos para lavar plata a lo loco; y por otro, que es quizás peor, que logren colar a su propia gente en curules de la Asamblea o, por qué no, hasta en Zapote. Una locura pensar que los que escriben las leyes puedan ser puestos ahí por el narco.
Y diay, el fiscal le tira la bola a los partidos, pidiéndoles que se pongan vivos y revisen con lupa de dónde sale cada cinco que les entra. Suena muy bonito en el papel, pero seamos honestos: cuando la plata empieza a llover, ¿cuántos van a preguntar si el aguacero es legítimo? El riesgo de que los partidos se jalen la torta de su vida por hacerse los locos con donaciones “generosas” de gente misteriosa es enorme. Es un llamado a la transparencia que, lamentablemente, llega en un momento de desconfianza máxima.
Además, esta vara no es para nada nueva. No es que a la Fiscalía se le encendió el bombillo de la noche a la mañana. Ya en el 2022, los mismos gringos, a través del Departamento de Estado, nos habían advertido. En un reporte sobre narcotráfico, señalaron a Costa Rica y dijeron clarito: “ojo con el financiamiento de campañas”. O sea, desde afuera ya nos veían la costura y sabían que por ahí se nos podía romper el saco de nuestra democracia. Que te lo digan de afuera ya es para que se te pare la peluca.
Y si alguien necesita un ejemplo para que el asunto le quede más claro, no hay que irse muy lejos. Ahí tenemos el famoso caso “Financiamiento Jaguar”, que tiene a la plana mayor del gobierno actual metida en un despiche legal. El expediente involucra al presidente Chaves, a la diputada Cisneros, al vicepresidente Brunner y a un montón más de figuras del PPSD. La acusación es que se montaron estructuras paralelas, como el fideicomiso “Costa Rica Próspera”, para meterle plata a la campaña por fuera de los controles del Tribunal Supremo de Elecciones. Ese es el brete que ahora investiga la Fiscalía y es el ejemplo perfecto de lo que se quiere evitar.
Al final, el Ministerio Público y el OIJ dicen que van a estar “atentos”, pero la pregunta del millón es si eso será suficiente. Con antecedentes como el caso Jaguar y con la advertencia gringa todavía haciendo eco, la preocupación es más que válida. No es un tema de un partido u otro, es el riesgo de que todo el sistema se nos vaya al traste. La plata del narco no tiene color político, solo busca poder y protección. Y nosotros, los ciudadanos, quedamos en medio, viendo cómo se juega el futuro del país.
Así que les pregunto, gente: ¿Creen de verdad que el TSE y los propios partidos tienen la capacidad o la voluntad para frenar una avalancha de narcodólares? ¿O estamos condenados a ser espectadores de cómo la política se nos ensucia cada cuatro años?
El que puso el tema sobre la mesa fue Mauricio Boraschi, un pez gordo de la Fiscalía. El mae básicamente dijo lo que muchos ya sospechábamos: que si no se ponen las pilas con los controles, la política se puede convertir en la lavandería más grande del país. Y el peligro es doble. Por un lado, que los grupos criminales usen a los partidos para lavar plata a lo loco; y por otro, que es quizás peor, que logren colar a su propia gente en curules de la Asamblea o, por qué no, hasta en Zapote. Una locura pensar que los que escriben las leyes puedan ser puestos ahí por el narco.
Y diay, el fiscal le tira la bola a los partidos, pidiéndoles que se pongan vivos y revisen con lupa de dónde sale cada cinco que les entra. Suena muy bonito en el papel, pero seamos honestos: cuando la plata empieza a llover, ¿cuántos van a preguntar si el aguacero es legítimo? El riesgo de que los partidos se jalen la torta de su vida por hacerse los locos con donaciones “generosas” de gente misteriosa es enorme. Es un llamado a la transparencia que, lamentablemente, llega en un momento de desconfianza máxima.
Además, esta vara no es para nada nueva. No es que a la Fiscalía se le encendió el bombillo de la noche a la mañana. Ya en el 2022, los mismos gringos, a través del Departamento de Estado, nos habían advertido. En un reporte sobre narcotráfico, señalaron a Costa Rica y dijeron clarito: “ojo con el financiamiento de campañas”. O sea, desde afuera ya nos veían la costura y sabían que por ahí se nos podía romper el saco de nuestra democracia. Que te lo digan de afuera ya es para que se te pare la peluca.
Y si alguien necesita un ejemplo para que el asunto le quede más claro, no hay que irse muy lejos. Ahí tenemos el famoso caso “Financiamiento Jaguar”, que tiene a la plana mayor del gobierno actual metida en un despiche legal. El expediente involucra al presidente Chaves, a la diputada Cisneros, al vicepresidente Brunner y a un montón más de figuras del PPSD. La acusación es que se montaron estructuras paralelas, como el fideicomiso “Costa Rica Próspera”, para meterle plata a la campaña por fuera de los controles del Tribunal Supremo de Elecciones. Ese es el brete que ahora investiga la Fiscalía y es el ejemplo perfecto de lo que se quiere evitar.
Al final, el Ministerio Público y el OIJ dicen que van a estar “atentos”, pero la pregunta del millón es si eso será suficiente. Con antecedentes como el caso Jaguar y con la advertencia gringa todavía haciendo eco, la preocupación es más que válida. No es un tema de un partido u otro, es el riesgo de que todo el sistema se nos vaya al traste. La plata del narco no tiene color político, solo busca poder y protección. Y nosotros, los ciudadanos, quedamos en medio, viendo cómo se juega el futuro del país.
Así que les pregunto, gente: ¿Creen de verdad que el TSE y los propios partidos tienen la capacidad o la voluntad para frenar una avalancha de narcodólares? ¿O estamos condenados a ser espectadores de cómo la política se nos ensucia cada cuatro años?