Maes, hay noticias que son un balde de agua fría y otras que, sinceramente, se veían venir a kilómetros. Lo de David Garita, el ahora exsecretario de asuntos electorales del PLN, cae de lleno en la segunda categoría. ¡Qué despiche se tienen montado en Liberación! Después de 40 años de sudar la camiseta verdiblanca —cuarenta, léanlo de nuevo—, el mae simplemente dijo “hasta aquí llegué”, y no se fue en silencio. Al contrario, tiró la puerta con tanta fuerza que las paredes de Balvanero todavía deben estar temblando. Garita no se anduvo por las ramas: calificó al partido de “agonizante” y de ser un “botín político”. O sea, lo que muchos hemos pensado en voz baja, él lo gritó con megáfono desde el techo.
Aquí la vara no es solo que un dirigente se vaya. Es *quién* se va y *cómo* lo dice. Garita no es un recién llegado; el mae se comió diez campañas políticas con el PLN y manejó el tema electoral por ocho años. Sabe dónde están enterrados todos los chunches y conoce las movidas internas mejor que nadie. Cuando alguien con ese currículum dice que la cúpula es “insensible, desalmada” y que “cambió la mística por el cálculo”, hay que parar la oreja. Traducido al buen tico: la cosa se puso tan fea que el partido dejó de ser un proyecto de país para convertirse en una piñata donde todos se pelean por ver quién agarra el confite más grande. Y según él, los que mandan ahora se olvidaron del pueblo para servirse a sí mismos. ¡Qué sal!
Y para que no crean que es un berrinche personal, Garita puso el dedo en la llaga con un ejemplo clarísimo: el desorden en la asamblea cantonal de Naranjo. Ese brete, que debería ser un trámite democrático, se les fue al traste por una pugna interna para ver quién se queda con los campos para diputado. ¡Por puestos! Ahí es donde uno entiende la frustración. Mientras el país necesita soluciones, en el partido más grande de la oposición andan en un pleito de patio de escuela por ver quién se sienta en la curul. Garita lo dice sin pelos en la lengua: "Liberación Nacional se ha olvidado de su razón de ser". El partido, que históricamente se jactaba de sus raíces socialdemócratas, ahora parece más un campo de batalla de egos que un motor de cambio social.
Lo más triste, quizás, es cuando el exdirigente reconoce que adentro todavía queda gente valiosa. Dice que hay “muchas personas de bien”, pero que ya no tienen “espacio ni voz”. Y esa, maes, es la estocada final. Implica que la estructura está tan podrida que ahoga a los buenos y premia a los calculadores. El PLN, según sus palabras, se transformó en “una fábrica de puestos, sin alma, sin visión”. Básicamente, un cascarón vacío que mantiene el logo y los colores, pero que por dentro perdió la esencia que alguna vez lo hizo conectar con la mayoría de los costarricenses. Es una crítica brutal que no apunta a una persona, sino a todo el sistema que se montaron.
Diay, al final del día, la renuncia de David Garita es mucho más que un titular. Es un síntoma gigante y luminoso de una crisis que parece no tener fondo. Es la voz de la experiencia diciendo que el barco se hunde y que el capitán y los oficiales solo están peleando por los salvavidas. La renuncia de un veterano de 40 años no es una grieta, es un terremoto. Entonces, seamos serios por un toque y que empiece el debate en el foro: ¿Liberación Nacional tiene arreglo o esta vara ya es un chunche listo para el cementerio de partidos históricos?
Aquí la vara no es solo que un dirigente se vaya. Es *quién* se va y *cómo* lo dice. Garita no es un recién llegado; el mae se comió diez campañas políticas con el PLN y manejó el tema electoral por ocho años. Sabe dónde están enterrados todos los chunches y conoce las movidas internas mejor que nadie. Cuando alguien con ese currículum dice que la cúpula es “insensible, desalmada” y que “cambió la mística por el cálculo”, hay que parar la oreja. Traducido al buen tico: la cosa se puso tan fea que el partido dejó de ser un proyecto de país para convertirse en una piñata donde todos se pelean por ver quién agarra el confite más grande. Y según él, los que mandan ahora se olvidaron del pueblo para servirse a sí mismos. ¡Qué sal!
Y para que no crean que es un berrinche personal, Garita puso el dedo en la llaga con un ejemplo clarísimo: el desorden en la asamblea cantonal de Naranjo. Ese brete, que debería ser un trámite democrático, se les fue al traste por una pugna interna para ver quién se queda con los campos para diputado. ¡Por puestos! Ahí es donde uno entiende la frustración. Mientras el país necesita soluciones, en el partido más grande de la oposición andan en un pleito de patio de escuela por ver quién se sienta en la curul. Garita lo dice sin pelos en la lengua: "Liberación Nacional se ha olvidado de su razón de ser". El partido, que históricamente se jactaba de sus raíces socialdemócratas, ahora parece más un campo de batalla de egos que un motor de cambio social.
Lo más triste, quizás, es cuando el exdirigente reconoce que adentro todavía queda gente valiosa. Dice que hay “muchas personas de bien”, pero que ya no tienen “espacio ni voz”. Y esa, maes, es la estocada final. Implica que la estructura está tan podrida que ahoga a los buenos y premia a los calculadores. El PLN, según sus palabras, se transformó en “una fábrica de puestos, sin alma, sin visión”. Básicamente, un cascarón vacío que mantiene el logo y los colores, pero que por dentro perdió la esencia que alguna vez lo hizo conectar con la mayoría de los costarricenses. Es una crítica brutal que no apunta a una persona, sino a todo el sistema que se montaron.
Diay, al final del día, la renuncia de David Garita es mucho más que un titular. Es un síntoma gigante y luminoso de una crisis que parece no tener fondo. Es la voz de la experiencia diciendo que el barco se hunde y que el capitán y los oficiales solo están peleando por los salvavidas. La renuncia de un veterano de 40 años no es una grieta, es un terremoto. Entonces, seamos serios por un toque y que empiece el debate en el foro: ¿Liberación Nacional tiene arreglo o esta vara ya es un chunche listo para el cementerio de partidos históricos?