Maes, hay días en que uno se levanta, se toma el yodo, se prepara para ir al brete y de pronto se topa con una noticia que le cae como un baldazo de agua fría. Hoy fue uno de esos días. El INEC acaba de soltar los datos sobre la niñez en el país y, para ser sinceros, la vara está para llorar. Nos encanta llenarnos la boca con el “Pura Vida” y la Suiza Centroamericana, pero las cifras pintan una realidad que, simple y sencillamente, es una torta con la que estamos lidiando muy mal.
Vamos al grano, porque maquillar esto no sirve de nada. Según los datos oficiales, un 22,4% de los güilas en Costa Rica vive en condición de pobreza. Pero esperen, que la procesión va por dentro: un 11,6% de ellos, casi uno de cada diez, está en pobreza EXTREMA. Diay, ¿saben qué significa eso? Significa que hay miles de niños que no tienen garantizado ni lo más básico para crecer. Y el despiche no es parejo, claro que no. Si naciste en la región Huetar Caribe, tenés más del doble de chance de estar en esa estadística (20,8%) que si naciste en la región Central (8,0%). Es una lotería geográfica que ningún niño debería jugar.
Y como si la falta de harina no fuera suficiente, el problema se desparrama como una mancha de aceite. El mismo informe del INEC nos cuenta que un 9,1% de los chiquitos vive en chozas en mal estado, y un 7,9% en hogares sin servicios básicos decentes. ¿Se imaginan hacer las tareas del cole sin luz o sin agua potable? Peor aún, un 6,3% de los niños en edad escolar ni siquiera va a la escuela. Toda esa promesa de un futuro mejor, de movilidad social a través de la educación, se está yendo al traste para un montón de gente antes de que siquiera tengan la oportunidad de empezar.
Pero el golpe más duro, el que de verdad cala en los huesos, es el de la violencia. La paz social de la que tanto presumimos se está desmoronando en las aulas. Entre 2021 y 2023, los casos de bullying y violencia en centros educativos se dispararon de una forma que asusta. En 2023 tuvimos más de 2.000 casos reportados de bullying y más de 3.500 de violencia. Mae, la escuela debería ser un lugar seguro, no un campo de batalla donde los güilas aprenden a sobrevivir en lugar de a sumar y restar. Esto no es un problema aislado; es el síntoma de una sociedad estresada, desigual y que está fallando en proteger a sus miembros más vulnerables.
Al final, uno se queda viendo estos números y siente una impotencia tremenda. Somos un país de poco más de cinco millones de habitantes, no una superpotencia inmanejable. Se supone que deberíamos ser capaces de cuidar a nuestros 820.000 niños. Pero la realidad es que tenemos un problema estructural gigante, una herida abierta que se hace más profunda en las costas y en las fronteras. La pregunta que queda en el aire es densa y pesada: Más allá de lamentarnos y compartir infografías, ¿qué hacemos? ¿Es un problema de gobierno, de cultura, de falta de oportunidades? O, para ponerlo más claro: ¿estamos realmente salados como sociedad o todavía hay chance de enderezar esta vara?
Vamos al grano, porque maquillar esto no sirve de nada. Según los datos oficiales, un 22,4% de los güilas en Costa Rica vive en condición de pobreza. Pero esperen, que la procesión va por dentro: un 11,6% de ellos, casi uno de cada diez, está en pobreza EXTREMA. Diay, ¿saben qué significa eso? Significa que hay miles de niños que no tienen garantizado ni lo más básico para crecer. Y el despiche no es parejo, claro que no. Si naciste en la región Huetar Caribe, tenés más del doble de chance de estar en esa estadística (20,8%) que si naciste en la región Central (8,0%). Es una lotería geográfica que ningún niño debería jugar.
Y como si la falta de harina no fuera suficiente, el problema se desparrama como una mancha de aceite. El mismo informe del INEC nos cuenta que un 9,1% de los chiquitos vive en chozas en mal estado, y un 7,9% en hogares sin servicios básicos decentes. ¿Se imaginan hacer las tareas del cole sin luz o sin agua potable? Peor aún, un 6,3% de los niños en edad escolar ni siquiera va a la escuela. Toda esa promesa de un futuro mejor, de movilidad social a través de la educación, se está yendo al traste para un montón de gente antes de que siquiera tengan la oportunidad de empezar.
Pero el golpe más duro, el que de verdad cala en los huesos, es el de la violencia. La paz social de la que tanto presumimos se está desmoronando en las aulas. Entre 2021 y 2023, los casos de bullying y violencia en centros educativos se dispararon de una forma que asusta. En 2023 tuvimos más de 2.000 casos reportados de bullying y más de 3.500 de violencia. Mae, la escuela debería ser un lugar seguro, no un campo de batalla donde los güilas aprenden a sobrevivir en lugar de a sumar y restar. Esto no es un problema aislado; es el síntoma de una sociedad estresada, desigual y que está fallando en proteger a sus miembros más vulnerables.
Al final, uno se queda viendo estos números y siente una impotencia tremenda. Somos un país de poco más de cinco millones de habitantes, no una superpotencia inmanejable. Se supone que deberíamos ser capaces de cuidar a nuestros 820.000 niños. Pero la realidad es que tenemos un problema estructural gigante, una herida abierta que se hace más profunda en las costas y en las fronteras. La pregunta que queda en el aire es densa y pesada: Más allá de lamentarnos y compartir infografías, ¿qué hacemos? ¿Es un problema de gobierno, de cultura, de falta de oportunidades? O, para ponerlo más claro: ¿estamos realmente salados como sociedad o todavía hay chance de enderezar esta vara?