Mae, hay noticias que uno lee y simplemente no le caben en la cabeza. La de hoy es una de esas. Estamos hablando de chiquitas, güilas de cuarto grado de una escuela en Naranjo, que terminaron intoxicadas porque a una de sus compañeritas se le ocurrió la brillante idea de mezclar una gaseosa con alcohol de farmacia. Sí, leyó bien, de ese de 90 grados que uno usa para limpiar heridas. La vara es tan seria que dos de ellas terminaron en condición grave en el hospital de Grecia. ¡Qué despiche más monumental!
Diay, lo primero que uno piensa es: ¿cómo es posible que un poquito de alcohol en un fresco cause tanto daño? Aquí es donde el asunto se pone más técnico y, francamente, más preocupante. Según la gente que sabe, en este caso el Colegio de Químicos, el problema tiene dos patas. La primera es obvia: es alcohol al 90%. Para una niña de, digamos, 30 kilos, una cantidad mínima (menos de una onza) ya es suficiente para mandarla al traste con una intoxicación severa. No estamos hablando de una birra, estamos hablando de veneno puro para un cuerpo tan pequeño.
Pero la segunda parte es la que a mí me dejó frío. Resulta que ese alcohol de farmacia que todos tenemos en la casa viene "desnaturalizado". Esto quiere decir que le echan un químico, como el bitrex, que es una de las sustancias más amargas que existen en el planeta, a propósito para que a nadie se le ocurra tomárselo. Ese chunche químico provoca vómitos, diarrea y un malestar de los mil demonios. Así que las güilas no solo se estaban metiendo una dosis de alcohol tóxica para su peso, sino que además estaban consumiendo un aditivo diseñado para causar una reacción horrible. Una torta por donde se le vea.
Y la historia detrás de la intoxicación es casi peor. Parece que una de las estudiantes se jaló la torta de agarrar el alcohol de la casa, preparó la mezcla y la repartió entre sus compas. Cuando la docente se dio cuenta del desastre y activó los protocolos, la cosa se complicó todavía más. En medio del caos, la misma estudiante que llevó la bebida agredió a la maestra, quien tuvo que ser enviada al INS. O sea, no solo tenemos una intoxicación masiva de menores, sino también un acto de violencia contra una educadora. El PANI ya está en la jugada, como era de esperarse, pero la foto completa es desoladora.
Al final del día, por pura suerte, todas las personas involucradas están fuera de peligro físico. El MEP ya salió a decir que aplicará sus famosos "protocolos". Pero este caso va mucho más allá de un susto en una escuela de Naranjo. Es una alerta roja que nos explota en la cara. Nos obliga a preguntarnos qué está pasando en las casas, qué tipo de información y supervisión tienen nuestros niños y qué vacíos emocionales están tratando de llenar. Esto no se arregla con una circular del MEP; esto es un síntoma de algo mucho más profundo.
Así que, más allá de señalar culpables, les pregunto a ustedes, la gente del foro: ¿Qué creen que nos dice este caso sobre la salud mental de los niños en Costa Rica y el papel que jugamos los adultos? ¿Es un caso aislado o la punta de un iceberg que no queremos ver? Los leo.
Diay, lo primero que uno piensa es: ¿cómo es posible que un poquito de alcohol en un fresco cause tanto daño? Aquí es donde el asunto se pone más técnico y, francamente, más preocupante. Según la gente que sabe, en este caso el Colegio de Químicos, el problema tiene dos patas. La primera es obvia: es alcohol al 90%. Para una niña de, digamos, 30 kilos, una cantidad mínima (menos de una onza) ya es suficiente para mandarla al traste con una intoxicación severa. No estamos hablando de una birra, estamos hablando de veneno puro para un cuerpo tan pequeño.
Pero la segunda parte es la que a mí me dejó frío. Resulta que ese alcohol de farmacia que todos tenemos en la casa viene "desnaturalizado". Esto quiere decir que le echan un químico, como el bitrex, que es una de las sustancias más amargas que existen en el planeta, a propósito para que a nadie se le ocurra tomárselo. Ese chunche químico provoca vómitos, diarrea y un malestar de los mil demonios. Así que las güilas no solo se estaban metiendo una dosis de alcohol tóxica para su peso, sino que además estaban consumiendo un aditivo diseñado para causar una reacción horrible. Una torta por donde se le vea.
Y la historia detrás de la intoxicación es casi peor. Parece que una de las estudiantes se jaló la torta de agarrar el alcohol de la casa, preparó la mezcla y la repartió entre sus compas. Cuando la docente se dio cuenta del desastre y activó los protocolos, la cosa se complicó todavía más. En medio del caos, la misma estudiante que llevó la bebida agredió a la maestra, quien tuvo que ser enviada al INS. O sea, no solo tenemos una intoxicación masiva de menores, sino también un acto de violencia contra una educadora. El PANI ya está en la jugada, como era de esperarse, pero la foto completa es desoladora.
Al final del día, por pura suerte, todas las personas involucradas están fuera de peligro físico. El MEP ya salió a decir que aplicará sus famosos "protocolos". Pero este caso va mucho más allá de un susto en una escuela de Naranjo. Es una alerta roja que nos explota en la cara. Nos obliga a preguntarnos qué está pasando en las casas, qué tipo de información y supervisión tienen nuestros niños y qué vacíos emocionales están tratando de llenar. Esto no se arregla con una circular del MEP; esto es un síntoma de algo mucho más profundo.
Así que, más allá de señalar culpables, les pregunto a ustedes, la gente del foro: ¿Qué creen que nos dice este caso sobre la salud mental de los niños en Costa Rica y el papel que jugamos los adultos? ¿Es un caso aislado o la punta de un iceberg que no queremos ver? Los leo.