Mae, levante la mano a quien no le ha pasado: usted llega matado del brete, lo único que quiere es paz, y se encuentra el mismo pleito de siempre. El güila pegado al chunche ese, usted pidiendo que lo suelte para cenar y aquello se convierte en un drama digno de novela. La cena se enfría, los ánimos se calientan y al final nadie sabe ni por qué empezó la discusión. Es una torta que se repite en miles de chozas ticas, una guerra silenciosa donde las pantallas casi siempre van ganando por goleada. Uno como tata o mamá se siente entre la espada y la pared: o se pone en modo dictador y prohíbe todo, o cede y después se siente culpable. ¡Qué despiche!
Pero bueno, parece que unos cargas se pusieron a pensar en esto y sacaron una solución que suena bastante tuanis. La vara se llama "eContract" y es una iniciativa de una gente que se llama ColibrIA y KidsNetGuard. Olvídese de un documento legal todo tieso y aburrido; esto es más bien como una guía para sentarse a hablar con los güilas y llegar a acuerdos. ¡Qué chiva esta vara! La idea es que en lugar de imponer reglas a la fuerza, la familia entera crea su propio reglamento para el uso de celulares, tabletas y cualquier otro chunche tecnológico. Y lo mejor de todo, es gratis y se puede adaptar a como le dé la gana a cada familia.
Diay, ¿y cómo funciona el asunto? Súper fácil. Es un machote en línea donde uno puede definir reglas claras. Por ejemplo, se puede pactar que los celulares se cargan en la sala y no en el cuarto, para evitar que se queden pegados toda la noche. O poner un límite de horas de pantalla al día, especialmente durante la semana de clases. Una de las reglas que más me gustó es la de "zonas libres de pantallas", como la mesa a la hora de comer. Esto evita esa escena terrible de ver a cuatro personas juntas, cada una metida en su propio mundo digital, sin decirse ni pío. El contrato permite que los chamacos den su opinión y entiendan el porqué de las reglas, en lugar de sentir que es un castigo.
Lo que me parece más rescatable de toda esta movida es la filosofía que hay detrás. Marcela Herrera, una de las cofundadoras, lo explica clarísimo: la idea es fomentar la autorregulación y el pensamiento crítico. En lugar de criar chiquillos que solo obedecen por miedo, se busca que ellos mismos entiendan los riesgos y aprendan a cuidarse. Es enseñarles a pescar en el río revuelto del Internet, en vez de solo darles el pescado. Además, el contrato tiene fechas de revisión, porque obvio, las necesidades de un carajillo de 10 no son las mismas que las de un adolescente de 15. Y lo más importante: las reglas aplican para todos. Si se acuerda que no hay celulares en la mesa, eso también va para uno, mae. Se trata de dar el ejemplo para no jalarse una torta después.
Para rematar, la iniciativa tiene una asistente virtual llamada Luna, que es como una embajadora de la ciberseguridad. ¡Qué carga la idea de tener un modelo de IA en 3D que le da consejos a los güilas y a los tatas sobre cómo navegar seguros! Es como tener un compa digital que refuerza los buenos hábitos. Al final del día, esta herramienta no es una solución mágica, pero sí es un punto de partida para lo que más falta hace en este tema: hablar. Abrir la conversación, escuchar a nuestros güilas, negociar y entender que la crianza digital es un brete de todos los días. Se trata de fortalecer la comunicación para que, cuando enfrenten un riesgo en línea, tengan la confianza de contarlo en casa.
Ustedes qué, maes? ¿Le entrarían a un contrato de estos en la choza o sienten que es mucho enredo? ¿Cómo manejan ustedes la guerra digital con los güilas?
Pero bueno, parece que unos cargas se pusieron a pensar en esto y sacaron una solución que suena bastante tuanis. La vara se llama "eContract" y es una iniciativa de una gente que se llama ColibrIA y KidsNetGuard. Olvídese de un documento legal todo tieso y aburrido; esto es más bien como una guía para sentarse a hablar con los güilas y llegar a acuerdos. ¡Qué chiva esta vara! La idea es que en lugar de imponer reglas a la fuerza, la familia entera crea su propio reglamento para el uso de celulares, tabletas y cualquier otro chunche tecnológico. Y lo mejor de todo, es gratis y se puede adaptar a como le dé la gana a cada familia.
Diay, ¿y cómo funciona el asunto? Súper fácil. Es un machote en línea donde uno puede definir reglas claras. Por ejemplo, se puede pactar que los celulares se cargan en la sala y no en el cuarto, para evitar que se queden pegados toda la noche. O poner un límite de horas de pantalla al día, especialmente durante la semana de clases. Una de las reglas que más me gustó es la de "zonas libres de pantallas", como la mesa a la hora de comer. Esto evita esa escena terrible de ver a cuatro personas juntas, cada una metida en su propio mundo digital, sin decirse ni pío. El contrato permite que los chamacos den su opinión y entiendan el porqué de las reglas, en lugar de sentir que es un castigo.
Lo que me parece más rescatable de toda esta movida es la filosofía que hay detrás. Marcela Herrera, una de las cofundadoras, lo explica clarísimo: la idea es fomentar la autorregulación y el pensamiento crítico. En lugar de criar chiquillos que solo obedecen por miedo, se busca que ellos mismos entiendan los riesgos y aprendan a cuidarse. Es enseñarles a pescar en el río revuelto del Internet, en vez de solo darles el pescado. Además, el contrato tiene fechas de revisión, porque obvio, las necesidades de un carajillo de 10 no son las mismas que las de un adolescente de 15. Y lo más importante: las reglas aplican para todos. Si se acuerda que no hay celulares en la mesa, eso también va para uno, mae. Se trata de dar el ejemplo para no jalarse una torta después.
Para rematar, la iniciativa tiene una asistente virtual llamada Luna, que es como una embajadora de la ciberseguridad. ¡Qué carga la idea de tener un modelo de IA en 3D que le da consejos a los güilas y a los tatas sobre cómo navegar seguros! Es como tener un compa digital que refuerza los buenos hábitos. Al final del día, esta herramienta no es una solución mágica, pero sí es un punto de partida para lo que más falta hace en este tema: hablar. Abrir la conversación, escuchar a nuestros güilas, negociar y entender que la crianza digital es un brete de todos los días. Se trata de fortalecer la comunicación para que, cuando enfrenten un riesgo en línea, tengan la confianza de contarlo en casa.
Ustedes qué, maes? ¿Le entrarían a un contrato de estos en la choza o sienten que es mucho enredo? ¿Cómo manejan ustedes la guerra digital con los güilas?