A ver, pongámonos serios un toque. Imagínese que usted abre el recibo del agua el otro mes y, ¡pum!, no le cobran un 10% más, ni un 20%. Le cobran un 300% más. Así, de un solo tiro, sin vaselina. No es un mal chiste, es la realidad que se les viene encima a los cartagos, y la paciencia, como el agua en algunos barrios, parece que ya se acabó. El alcalde de la Vieja Metrópoli, Mario Redondo, salió con los tacos de frente, y la verdad, razones no le faltan para estar que echa chispas. El mae asegura que tanto el AyA como la Aresep le han estado dando atolillo con el dedo, y que la vara ya pasó de castaño a oscuro.
Aquí es donde el asunto se pone feo y empieza a oler a una soberana tomada de pelo. Según cuenta Redondo, hace ya dos meses se sentó con la gente dura del AyA. En esa reunión, supuestamente, el acuerdo quedó más claro que el agua de manantial: el AyA tenía que mandarle a la Aresep un montón de papeles y datos para que la Autoridad Reguladora, de pura iniciativa propia, le metiera el bisturí a esa tarifa y la revisara. ¿La lógica? Un aumento del 300% no es un ajuste, es un garrotazo al bolsillo de la gente. El problema es que, al parecer, esos documentos se perdieron en el Triángulo de las Bermudas institucional. El AyA, con una pachorra olímpica, apenas los estaría mandando el 28 de agosto. O sea, dos meses después, dejando a todo el mundo guindando.
Diay, ¿y qué significa este atraso? ¡Qué torta para los cartagineses! Significa que el alivio que esperaban se fue al traste. La Muni de Cartago, en un acto de heroísmo financiero, ha estado haciendo maromas para no clavarle ese aumento a la gente, sacando plata de otros rubros para subsidiar el recibo. Pero seamos honestos, eso es como tratar de tapar una fuga del tamaño del Estadio Nacional con un chicle. Es una medida temporal que ya no da más. Redondo fue clarísimo: en setiembre, la plata se acaba y el aumento va porque va. El alcalde no se anduvo por las ramas y calificó el alza de “brutal, irracional e injusta”. Y la verdad, ¿quién podría discutirle eso? El sentimiento general es que el AyA y la Aresep se jalaron una torta monumental con su inacción.
Y como si el despiche administrativo no fuera suficiente, la frustración está a punto de desbordarse y llegar a las calles. Redondo ya no está para reuniones ni para comunicados de prensa. El mae básicamente dijo: “se acabó la hablada, nos vamos a la calle”. Anunció que va a mover a la gente para una concentración ciudadana, porque, en sus propias palabras, “nos vienen vacilando y no les importa”. Esta es la crónica de un colapso de confianza. Cuando un alcalde tiene que llamar a su gente a protestar contra otras dos instituciones del Estado, es porque todos los puentes de diálogo se quemaron. Es la señal inequívoca de que el sistema no está funcionando para la gente, sino para la burocracia.
Al final, esta situación deja un sabor amarguísimo. Uno se pregunta si esto es un caso aislado o el síntoma de una enfermedad más grave en nuestras instituciones públicas. ¿Cuánta gente más en el país está lidiando con un AyA que no responde o una Aresep que parece estar en otro planeta? El brete de estas entidades es garantizar servicios de calidad a un precio justo, no convertirse en una fuente de angustia. Lo de Cartago es el ejemplo perfecto de cómo la negligencia y la lentitud pueden maltratar a la gente. Así que les pregunto, foreros: Más allá del caso de Cartago, ¿creen que el AyA y la Aresep están a la altura del país? ¿O es que ya nos acostumbramos a que nos vacilen y la única opción que nos queda es tirarnos a la calle? Los leo.
Aquí es donde el asunto se pone feo y empieza a oler a una soberana tomada de pelo. Según cuenta Redondo, hace ya dos meses se sentó con la gente dura del AyA. En esa reunión, supuestamente, el acuerdo quedó más claro que el agua de manantial: el AyA tenía que mandarle a la Aresep un montón de papeles y datos para que la Autoridad Reguladora, de pura iniciativa propia, le metiera el bisturí a esa tarifa y la revisara. ¿La lógica? Un aumento del 300% no es un ajuste, es un garrotazo al bolsillo de la gente. El problema es que, al parecer, esos documentos se perdieron en el Triángulo de las Bermudas institucional. El AyA, con una pachorra olímpica, apenas los estaría mandando el 28 de agosto. O sea, dos meses después, dejando a todo el mundo guindando.
Diay, ¿y qué significa este atraso? ¡Qué torta para los cartagineses! Significa que el alivio que esperaban se fue al traste. La Muni de Cartago, en un acto de heroísmo financiero, ha estado haciendo maromas para no clavarle ese aumento a la gente, sacando plata de otros rubros para subsidiar el recibo. Pero seamos honestos, eso es como tratar de tapar una fuga del tamaño del Estadio Nacional con un chicle. Es una medida temporal que ya no da más. Redondo fue clarísimo: en setiembre, la plata se acaba y el aumento va porque va. El alcalde no se anduvo por las ramas y calificó el alza de “brutal, irracional e injusta”. Y la verdad, ¿quién podría discutirle eso? El sentimiento general es que el AyA y la Aresep se jalaron una torta monumental con su inacción.
Y como si el despiche administrativo no fuera suficiente, la frustración está a punto de desbordarse y llegar a las calles. Redondo ya no está para reuniones ni para comunicados de prensa. El mae básicamente dijo: “se acabó la hablada, nos vamos a la calle”. Anunció que va a mover a la gente para una concentración ciudadana, porque, en sus propias palabras, “nos vienen vacilando y no les importa”. Esta es la crónica de un colapso de confianza. Cuando un alcalde tiene que llamar a su gente a protestar contra otras dos instituciones del Estado, es porque todos los puentes de diálogo se quemaron. Es la señal inequívoca de que el sistema no está funcionando para la gente, sino para la burocracia.
Al final, esta situación deja un sabor amarguísimo. Uno se pregunta si esto es un caso aislado o el síntoma de una enfermedad más grave en nuestras instituciones públicas. ¿Cuánta gente más en el país está lidiando con un AyA que no responde o una Aresep que parece estar en otro planeta? El brete de estas entidades es garantizar servicios de calidad a un precio justo, no convertirse en una fuente de angustia. Lo de Cartago es el ejemplo perfecto de cómo la negligencia y la lentitud pueden maltratar a la gente. Así que les pregunto, foreros: Más allá del caso de Cartago, ¿creen que el AyA y la Aresep están a la altura del país? ¿O es que ya nos acostumbramos a que nos vacilen y la única opción que nos queda es tirarnos a la calle? Los leo.