Diay, maes, cuando uno cree que ya lo vio todo en la política gringa, sale una noticia que lo deja a uno con el ojo cuadrado. Resulta que ahora la administración de Donald Trump está coqueteando con la idea de comprar un 10% de Intel. No, no leyeron mal. El gobierno de Estados Unidos, el mismísimo Tío Sam, metiéndose a accionista de uno de los monstruos tecnológicos más grandes del planeta. La vara es tan seria que ya hasta el Wall Street Journal y el New York Times le están dando pelota al asunto, y la verdad es que todo este brete huele a una movida geopolítica de las grandes, con China como el fantasma en la sala.
Vamos por partes para entender este enredo. Según se filtra, la idea es convertir unos $10.860 millones que el gobierno ya le había soltado a Intel en fondos federales (un platal, por cierto) en acciones de la compañía. O sea, en lugar de ser un simple préstamo o un subsidio, el gobierno pasaría a tener un pedazo del pastel. Esto no es cualquier cosa; es una intervención directa en una empresa privada que marca un precedente gigantesco. Y todo esto pasa justo después de que Trump se reuniera con el CEO de Intel, un mae llamado Lip-Bu Tan, a quien primero le había pedido la renuncia por supuestos conflictos de interés con China y luego, de la nada, lo empezó a alabar. Un despiche total de señales.
Aquí es donde la vara se pone color de hormiga y todo apunta a la guerra fría tecnológica con China. Esta negociación sale a la luz apenas una semana después de que nos enteráramos de otro novelón: Nvidia, el otro gigante de los chips, tuvo que aceptar pagarle al gobierno gringo un 15% de todas las ventas de su chip H20 a China. Básicamente, un impuesto patriótico para poder exportar. Si uno suma dos más dos, se da cuenta de que Trump está jugando ajedrez con las empresas de tecnología para asegurarse de que la manufactura y el control de los semiconductores, el cerebro de todo lo digital, se quede en casa. Ya lo había insinuado con la empresa de acero U.S. Steel, donde dijo que el gobierno tendría una “acción de oro” para controlar decisiones clave. ¡Pura estrategia de guerra económica!
Y para ponerle más picante al asunto, mientras la Casa Blanca hace sus cálculos, el conglomerado japonés Softbank se les adelanta y anuncia que le va a meter $2.000 millones a Intel. Esto es un espaldarazo enorme para una compañía que, no nos engañemos, no la está pasando bien. Solo en el segundo trimestre de este año perdieron casi $3.000 millones. La jugada de Softbank es un voto de confianza, diciendo básicamente: “Creemos que Estados Unidos va a ser el epicentro de la fabricación de chips, e Intel va a ser el rey de ese brete”. Intel, por su parte, se ha quedado calladito, sin confirmar ni negar las conversaciones con el gobierno. El silencio, a veces, dice más que mil comunicados de prensa.
La pregunta del millón, y aquí es donde quiero oír al foro, es qué significa todo esto a largo plazo. Por un lado, se puede ver como una jugada maestra para proteger la seguridad nacional y la soberanía tecnológica de Estados Unidos frente a una China que no juega de medidor. Pero por otro, ¿dónde queda la línea del libre mercado? ¿Estamos viendo el nacimiento de un modelo donde el gobierno interviene y controla industrias estratégicas como si fueran fichas de Risk? Es una vara complejísima, porque si a un gigante como Intel le pasa esto, ¿qué le espera al resto? Ustedes qué opinan, maes. ¿Es una genialidad de Trump para amarrarse los pantalones tecnológicamente o el Tío Sam se está metiendo en camisa de once varas y esto podría terminar en un despiche anunciado? ¡Abro debate!
Vamos por partes para entender este enredo. Según se filtra, la idea es convertir unos $10.860 millones que el gobierno ya le había soltado a Intel en fondos federales (un platal, por cierto) en acciones de la compañía. O sea, en lugar de ser un simple préstamo o un subsidio, el gobierno pasaría a tener un pedazo del pastel. Esto no es cualquier cosa; es una intervención directa en una empresa privada que marca un precedente gigantesco. Y todo esto pasa justo después de que Trump se reuniera con el CEO de Intel, un mae llamado Lip-Bu Tan, a quien primero le había pedido la renuncia por supuestos conflictos de interés con China y luego, de la nada, lo empezó a alabar. Un despiche total de señales.
Aquí es donde la vara se pone color de hormiga y todo apunta a la guerra fría tecnológica con China. Esta negociación sale a la luz apenas una semana después de que nos enteráramos de otro novelón: Nvidia, el otro gigante de los chips, tuvo que aceptar pagarle al gobierno gringo un 15% de todas las ventas de su chip H20 a China. Básicamente, un impuesto patriótico para poder exportar. Si uno suma dos más dos, se da cuenta de que Trump está jugando ajedrez con las empresas de tecnología para asegurarse de que la manufactura y el control de los semiconductores, el cerebro de todo lo digital, se quede en casa. Ya lo había insinuado con la empresa de acero U.S. Steel, donde dijo que el gobierno tendría una “acción de oro” para controlar decisiones clave. ¡Pura estrategia de guerra económica!
Y para ponerle más picante al asunto, mientras la Casa Blanca hace sus cálculos, el conglomerado japonés Softbank se les adelanta y anuncia que le va a meter $2.000 millones a Intel. Esto es un espaldarazo enorme para una compañía que, no nos engañemos, no la está pasando bien. Solo en el segundo trimestre de este año perdieron casi $3.000 millones. La jugada de Softbank es un voto de confianza, diciendo básicamente: “Creemos que Estados Unidos va a ser el epicentro de la fabricación de chips, e Intel va a ser el rey de ese brete”. Intel, por su parte, se ha quedado calladito, sin confirmar ni negar las conversaciones con el gobierno. El silencio, a veces, dice más que mil comunicados de prensa.
La pregunta del millón, y aquí es donde quiero oír al foro, es qué significa todo esto a largo plazo. Por un lado, se puede ver como una jugada maestra para proteger la seguridad nacional y la soberanía tecnológica de Estados Unidos frente a una China que no juega de medidor. Pero por otro, ¿dónde queda la línea del libre mercado? ¿Estamos viendo el nacimiento de un modelo donde el gobierno interviene y controla industrias estratégicas como si fueran fichas de Risk? Es una vara complejísima, porque si a un gigante como Intel le pasa esto, ¿qué le espera al resto? Ustedes qué opinan, maes. ¿Es una genialidad de Trump para amarrarse los pantalones tecnológicamente o el Tío Sam se está metiendo en camisa de once varas y esto podría terminar en un despiche anunciado? ¡Abro debate!