Imagínense la escena, maes. Uno va tranquilo a Guápiles, con ese calorón que pega sabroso, pensando en tirarse a una piscina para refrescarse y de pronto, ¡pum! La noticia del día: no hay uno, sino dos tiburones nadando en un parque acuático. No es un chiste. Pasó en Magic Play Land, y la vara es un despiche legal tan, pero tan nuestro, que ya hasta da risa. La gente puso la denuncia, como tiene que ser, y el Minae, a través del Sinac, se dejó ir a ver qué era el asunto. Y sí, ahí estaban: un tiburón nodriza, que le dicen 'gato', y un punta blanca de arrecife, dos bichos que claramente no deberían estar haciendo piruetas entre toboganes y flotadores.
Aquí es donde uno piensa: '¡Listo! Final feliz. El Minae los rescata, le meten un multón al parque y todos aprendemos la lección'. ¡Pero no! Bienvenidos a Costa Rica, el país donde la burocracia tiene más giros que una serie de Netflix. Resulta que cuando los funcionarios del Área de Conservación Tortuguero revisaron los papeles, se toparon con la sorpresa. ¡Qué torta! Esos dos tiburones, por una de esas varas del destino, están en la lista de 'interés pesquero y acuícola' de Incopesca. ¿Y eso qué significa en español? Que la Ley de Conservación de la Vida Silvestre, la que usa el Minae para proteger animales, simple y sencillamente no aplica para ellos. Es como si un león estuviera en esa lista y el Minae tuviera que decir: 'Diay, sorry, pero como también se puede pescar, pregúntenle a los de pesca'.
El Minae, básicamente, quedó con las manos atadas. En su comunicado oficial, explican con toda la formalidad del mundo que la denuncia ahora se va para Incopesca. O sea, le pasaron la papa caliente a otra institución para que ellos vean qué medidas 'legales y administrativas' toman. Esto es un portillo legal del tamaño del Estadio Nacional. La lógica se va al traste. ¿Entonces cualquier mae puede tener un tiburón en una piscina si argumenta que es para 'acuicultura'? ¿Cuál es la línea que divide un zoológico privado ilegal de un 'proyecto de interés pesquero'? La situación deja un sinsabor terrible, porque se siente como si la intención de la ley se perdiera en la letra pequeña, y al final los que pagan los platos rotos son los animales, metidos en un ambiente que a leguas se ve que no es el suyo.
Mientras este despiche institucional se resuelve, el ministro de Ambiente, Franz Tattenbach, hizo lo que le tocaba: el llamado a la conciencia. Salió a decir lo que ya todos deberíamos saber, pero que claramente a algunos se les olvida. 'Rechacen la compra y tenencia de estas y otras especies', dijo. Y tiene toda la razón. Cada lora, cada mono, cada pizote y, aparentemente, cada tiburón que termina en una casa o en un negocio, fue un animal que se robaron de su hábitat. El daño ambiental es enorme. Recordó también que es completamente ilegal tener animales silvestres como mascotas y que para eso está la línea 1192 o el sistema de denuncias en línea, para que la gente no se quede callada. Un mensaje necesario, sin duda, pero que suena un poco hueco cuando la propia ley parece tener estas zancadillas.
Al final del día, la pregunta queda flotando en el agua clorificada de Guápiles. ¿De qué nos sirve ser el país 'pura vida' y campeón del ecologismo si nuestras propias leyes se enredan solas y permiten que pasen estas tortas? Una cosa es el discurso y otra muy diferente es el brete legal que se necesita para que ese discurso sea una realidad. Ahora todo queda en manos de Incopesca, una institución que, con todo respeto, está más enfocada en la explotación de recursos marinos que en su conservación. Queda esperar que actúen rápido y bien, pero el precedente que sienta este caso es, como mínimo, preocupante. Esto no es solo sobre dos tiburones; es sobre qué tan serios somos realmente con la protección de nuestra fauna.
La gran pregunta para el foro es: Más allá de este caso puntual, ¿creen que la ley tiene un hueco gigante que permite estas situaciones? ¿Debería el Minae tener la última palabra sobre CUALQUIER animal silvestre, sin importar si está o no en una lista de pesca? ¡Los leo en los comentarios, maes!
Aquí es donde uno piensa: '¡Listo! Final feliz. El Minae los rescata, le meten un multón al parque y todos aprendemos la lección'. ¡Pero no! Bienvenidos a Costa Rica, el país donde la burocracia tiene más giros que una serie de Netflix. Resulta que cuando los funcionarios del Área de Conservación Tortuguero revisaron los papeles, se toparon con la sorpresa. ¡Qué torta! Esos dos tiburones, por una de esas varas del destino, están en la lista de 'interés pesquero y acuícola' de Incopesca. ¿Y eso qué significa en español? Que la Ley de Conservación de la Vida Silvestre, la que usa el Minae para proteger animales, simple y sencillamente no aplica para ellos. Es como si un león estuviera en esa lista y el Minae tuviera que decir: 'Diay, sorry, pero como también se puede pescar, pregúntenle a los de pesca'.
El Minae, básicamente, quedó con las manos atadas. En su comunicado oficial, explican con toda la formalidad del mundo que la denuncia ahora se va para Incopesca. O sea, le pasaron la papa caliente a otra institución para que ellos vean qué medidas 'legales y administrativas' toman. Esto es un portillo legal del tamaño del Estadio Nacional. La lógica se va al traste. ¿Entonces cualquier mae puede tener un tiburón en una piscina si argumenta que es para 'acuicultura'? ¿Cuál es la línea que divide un zoológico privado ilegal de un 'proyecto de interés pesquero'? La situación deja un sinsabor terrible, porque se siente como si la intención de la ley se perdiera en la letra pequeña, y al final los que pagan los platos rotos son los animales, metidos en un ambiente que a leguas se ve que no es el suyo.
Mientras este despiche institucional se resuelve, el ministro de Ambiente, Franz Tattenbach, hizo lo que le tocaba: el llamado a la conciencia. Salió a decir lo que ya todos deberíamos saber, pero que claramente a algunos se les olvida. 'Rechacen la compra y tenencia de estas y otras especies', dijo. Y tiene toda la razón. Cada lora, cada mono, cada pizote y, aparentemente, cada tiburón que termina en una casa o en un negocio, fue un animal que se robaron de su hábitat. El daño ambiental es enorme. Recordó también que es completamente ilegal tener animales silvestres como mascotas y que para eso está la línea 1192 o el sistema de denuncias en línea, para que la gente no se quede callada. Un mensaje necesario, sin duda, pero que suena un poco hueco cuando la propia ley parece tener estas zancadillas.
Al final del día, la pregunta queda flotando en el agua clorificada de Guápiles. ¿De qué nos sirve ser el país 'pura vida' y campeón del ecologismo si nuestras propias leyes se enredan solas y permiten que pasen estas tortas? Una cosa es el discurso y otra muy diferente es el brete legal que se necesita para que ese discurso sea una realidad. Ahora todo queda en manos de Incopesca, una institución que, con todo respeto, está más enfocada en la explotación de recursos marinos que en su conservación. Queda esperar que actúen rápido y bien, pero el precedente que sienta este caso es, como mínimo, preocupante. Esto no es solo sobre dos tiburones; es sobre qué tan serios somos realmente con la protección de nuestra fauna.
La gran pregunta para el foro es: Más allá de este caso puntual, ¿creen que la ley tiene un hueco gigante que permite estas situaciones? ¿Debería el Minae tener la última palabra sobre CUALQUIER animal silvestre, sin importar si está o no en una lista de pesca? ¡Los leo en los comentarios, maes!