¡Ay, Dios mío! Esto del magistrado Fernando Castillo se ha convertido en un circo, ¿eh? Resulta que su período en la Sala Constitucional está a punto de vencer el 16 de noviembre, y la Asamblea Legislativa iba a decidir si le da otro ocho años para seguir ahí metiendo pata, pero… sorpresa, sorpresa, ¡incapacidad!
El asunto es que Castillo quería quedarse en el puesto, obviamente, pero el proceso de reelección se le fue al traste porque, según parece, estaba hospitalizado. Mandó un papelón de certificado médico, pero luego apareció otra incapacidad hasta el 10 de noviembre, justo cuando iban a entrevistarlo. ¡Menudo despiche! La presidenta de la Comisión de Nombramientos, Alejandra Larios, quedó más que fregada: “Imposibilita recibir la entrevista y cumplir los plazos, no solo del trámite legislativo, sino de su nombramiento”.
Ahora, los diputados van a debatir esto a fondo el próximo lunes. Dicen que cada uno tendrá tres minutos para soltarle flores o criticarle a Castillo, y luego van a votar. Necesitan 38 votos para que no le renueven y así, al fin, darle oportunidad a alguien más de aportar ideas frescas a la Sala. Porque, vamos a ser honestos, este caso huele a chorro.
Si logran reelegirlo, Castillo podría estar en la Sala Constitucional hasta 2033. ¡Imagínate esos 24 años dando vueltas! Se convierte casi en un ícono, ¿verdad? Pero algunos, como la jefa de la bancada oficialista, Pilar Cisneros, no están muy contentos con esto. Ella dice que no poder entrevistar al magistrado es algo raro, especialmente porque no es la primera vez que Castillo se sale con la suya.
Y es que hay que recordar aquel episodio en 2017, cuando también tuvo que enfrentarse a una sesión de reelección. Justo coincidió con la muerte del excongresista Juan Marín, y el Congreso no pudo votar por estar atendiendo el velorio. ¡Parece sacado de una telenovela! Castillo se salvó por un pelo gracias a esa mala pata. Cisneros, con toda la razón del mundo, lo acusó de hacerle costumbre buscar excusas para evitar el escrutinio público. ¡Es que no juega, eh?
Lo que más preocupa a Cisneros es que Castillo tiene fuertes vínculos con el Partido Liberal Progresista (PLP). Fue asesor del jefe de fracción, del Ministerio de la Presidencia durante el gobierno de Figueres y de la Primera Vicepresidencia. Parece que siempre ha andado pegao' a gente poderosa, ¿no creen? Con todo respeto, pero eso genera suspicacias, ¿verdad?
Castillo, para quien no lo conozca, es abogado graduado en la Escuela Libre de Derecho. Ha trabajado tanto en la Asamblea Legislativa como en el Poder Judicial, incluso fue Procurador Constitucional por varios años. Su currículum es largo y extenso, sí, pero algunos dicen que le falta transparencia, especialmente en cómo ha manejado estas situaciones de reelección. No sé ustedes, pero yo empiezo a sentirme un poco salado con todo este rollo.
En fin, el destino del magistrado Castillo está en manos de la Asamblea Legislativa. Esta es una vara importante para el país, porque define quién va a interpretar nuestra Constitución y proteger nuestros derechos. Ahora me pregunto, ¿crees que la Asamblea Legislativa tomará una decisión justa e imparcial, o será que la política y los viejos vicios terminarán pesando más que el interés público?
El asunto es que Castillo quería quedarse en el puesto, obviamente, pero el proceso de reelección se le fue al traste porque, según parece, estaba hospitalizado. Mandó un papelón de certificado médico, pero luego apareció otra incapacidad hasta el 10 de noviembre, justo cuando iban a entrevistarlo. ¡Menudo despiche! La presidenta de la Comisión de Nombramientos, Alejandra Larios, quedó más que fregada: “Imposibilita recibir la entrevista y cumplir los plazos, no solo del trámite legislativo, sino de su nombramiento”.
Ahora, los diputados van a debatir esto a fondo el próximo lunes. Dicen que cada uno tendrá tres minutos para soltarle flores o criticarle a Castillo, y luego van a votar. Necesitan 38 votos para que no le renueven y así, al fin, darle oportunidad a alguien más de aportar ideas frescas a la Sala. Porque, vamos a ser honestos, este caso huele a chorro.
Si logran reelegirlo, Castillo podría estar en la Sala Constitucional hasta 2033. ¡Imagínate esos 24 años dando vueltas! Se convierte casi en un ícono, ¿verdad? Pero algunos, como la jefa de la bancada oficialista, Pilar Cisneros, no están muy contentos con esto. Ella dice que no poder entrevistar al magistrado es algo raro, especialmente porque no es la primera vez que Castillo se sale con la suya.
Y es que hay que recordar aquel episodio en 2017, cuando también tuvo que enfrentarse a una sesión de reelección. Justo coincidió con la muerte del excongresista Juan Marín, y el Congreso no pudo votar por estar atendiendo el velorio. ¡Parece sacado de una telenovela! Castillo se salvó por un pelo gracias a esa mala pata. Cisneros, con toda la razón del mundo, lo acusó de hacerle costumbre buscar excusas para evitar el escrutinio público. ¡Es que no juega, eh?
Lo que más preocupa a Cisneros es que Castillo tiene fuertes vínculos con el Partido Liberal Progresista (PLP). Fue asesor del jefe de fracción, del Ministerio de la Presidencia durante el gobierno de Figueres y de la Primera Vicepresidencia. Parece que siempre ha andado pegao' a gente poderosa, ¿no creen? Con todo respeto, pero eso genera suspicacias, ¿verdad?
Castillo, para quien no lo conozca, es abogado graduado en la Escuela Libre de Derecho. Ha trabajado tanto en la Asamblea Legislativa como en el Poder Judicial, incluso fue Procurador Constitucional por varios años. Su currículum es largo y extenso, sí, pero algunos dicen que le falta transparencia, especialmente en cómo ha manejado estas situaciones de reelección. No sé ustedes, pero yo empiezo a sentirme un poco salado con todo este rollo.
En fin, el destino del magistrado Castillo está en manos de la Asamblea Legislativa. Esta es una vara importante para el país, porque define quién va a interpretar nuestra Constitución y proteger nuestros derechos. Ahora me pregunto, ¿crees que la Asamblea Legislativa tomará una decisión justa e imparcial, o será que la política y los viejos vicios terminarán pesando más que el interés público?