Maes, si ustedes andan por Instagram, fijo se han topado con Logan, el Australian Cattle Dog que es más famoso que la mitad de la Sele. Sus videos nadando en pozas y recorriendo el país son una vibra increíble. Pero hoy la historia no es (del todo) sobre él, sino sobre su compa humano, Kevin Argüello. Resulta que Kevin se acaba de pegar una transformación que ya muchos la quisieran: se mandó 36 kilos menos en apenas cinco meses. ¡Qué nivel! Pasó de 114 a 78 kilos, y ahora los paseos con Logan son otra vara completamente distinta.
Pero, ¿cómo fue el despiche para llegar hasta aquí? Porque seamos honestos, bajar esa cantidad de peso no es soplar y hacer botellas. Kevin le contó a la gente de El Observador que por allá del 2023 la báscula ya estaba dando señales de alerta roja. Con 1.62 m de estatura, andar por los 100 kilos era un problema serio. Intentó de todo: dietas que duraban menos que un aguacero en verano, uno que otro tratamiento “mágico” y un montón de intentos que se iban al traste. La frustración era real. En ese momento, un doctor le mencionó la opción de la manga gástrica, pero a Kevin le sonó demasiado “drástico”. ¿Cortarse un pedazo de estómago? Suena a película de terror.
El problema es que, dos años después, la cosa no mejoró, sino que empeoró. La aguja llegó a los 114 kilos y con eso vinieron los dolores de espalda, el dolor de rodillas y el no poder disfrutar a plenitud lo que más le cuadraba: explorar Costa Rica con su perro. Ahí fue cuando dijo “diay, mae, hasta aquí”. La decisión drástica de antes ahora se veía como la única salida lógica. Y que nadie se engañe, esto no es una "pomada canaria". La cirugía bariátrica, como explicó él, es un viaje de ida. No hay vuelta atrás. Es un reseteo forzado de tu relación con la comida y con tus hábitos. Es, literalmente, volver a aprender a comer desde cero.
Aquí es donde la historia se pone realmente tuanis y se aleja del típico cuento de “me operé y adelgacé”. El verdadero brete, el que define el éxito o el fracaso, no está en el quirófano, sino en la jupa. La cirujana de Kevin fue clarísima: si no había acompañamiento psicológico, no había operación. Punto. Y esa, según cuenta él, fue una de las mejores decisiones. Porque una cosa es verte más delgado en el espejo, y otra muy distinta es lidiar con todos los cambios que esa nueva imagen trae a tu vida y a tu entorno. La cirugía es la herramienta, pero si la cabeza no está bien amueblada, el chunche no funciona. Hay que sanar la relación con la comida desde la raíz, no solo ponerle un parche.
Cinco meses después, los resultados saltan a la vista. Kevin no solo se ve diferente, se siente diferente. Ya no se agita, los dolores desaparecieron y tiene una disciplina de acero con el ejercicio. Su familia ha sido un pilar fundamental en este proceso, apoyándolo en cada paso. Y por supuesto, está Logan. El motor de todo. Como lo pusieron en un posteo que de verdad le llega a uno: "Yo te ayudé a convertirte en tu versión más salvaje de nadador, y hoy tú me ayudas a convertirme en mi versión más saludable de humano. Somos un dúo bien leyendosudo, campeón!". Al final, esta vara se trata de querer estar mejor para poder disfrutar más y mejor a los que uno quiere, ya sean de dos o de cuatro patas.
Ahora les paso la bola a ustedes, gente del Foro. ¿Qué opinan de una decisión tan radical como una cirugía bariátrica para darle un giro a la vida? ¿Creen que es un “camino fácil” o un acto de valentía que requiere un montón de disciplina? ¡Los leo!
Pero, ¿cómo fue el despiche para llegar hasta aquí? Porque seamos honestos, bajar esa cantidad de peso no es soplar y hacer botellas. Kevin le contó a la gente de El Observador que por allá del 2023 la báscula ya estaba dando señales de alerta roja. Con 1.62 m de estatura, andar por los 100 kilos era un problema serio. Intentó de todo: dietas que duraban menos que un aguacero en verano, uno que otro tratamiento “mágico” y un montón de intentos que se iban al traste. La frustración era real. En ese momento, un doctor le mencionó la opción de la manga gástrica, pero a Kevin le sonó demasiado “drástico”. ¿Cortarse un pedazo de estómago? Suena a película de terror.
El problema es que, dos años después, la cosa no mejoró, sino que empeoró. La aguja llegó a los 114 kilos y con eso vinieron los dolores de espalda, el dolor de rodillas y el no poder disfrutar a plenitud lo que más le cuadraba: explorar Costa Rica con su perro. Ahí fue cuando dijo “diay, mae, hasta aquí”. La decisión drástica de antes ahora se veía como la única salida lógica. Y que nadie se engañe, esto no es una "pomada canaria". La cirugía bariátrica, como explicó él, es un viaje de ida. No hay vuelta atrás. Es un reseteo forzado de tu relación con la comida y con tus hábitos. Es, literalmente, volver a aprender a comer desde cero.
Aquí es donde la historia se pone realmente tuanis y se aleja del típico cuento de “me operé y adelgacé”. El verdadero brete, el que define el éxito o el fracaso, no está en el quirófano, sino en la jupa. La cirujana de Kevin fue clarísima: si no había acompañamiento psicológico, no había operación. Punto. Y esa, según cuenta él, fue una de las mejores decisiones. Porque una cosa es verte más delgado en el espejo, y otra muy distinta es lidiar con todos los cambios que esa nueva imagen trae a tu vida y a tu entorno. La cirugía es la herramienta, pero si la cabeza no está bien amueblada, el chunche no funciona. Hay que sanar la relación con la comida desde la raíz, no solo ponerle un parche.
Cinco meses después, los resultados saltan a la vista. Kevin no solo se ve diferente, se siente diferente. Ya no se agita, los dolores desaparecieron y tiene una disciplina de acero con el ejercicio. Su familia ha sido un pilar fundamental en este proceso, apoyándolo en cada paso. Y por supuesto, está Logan. El motor de todo. Como lo pusieron en un posteo que de verdad le llega a uno: "Yo te ayudé a convertirte en tu versión más salvaje de nadador, y hoy tú me ayudas a convertirme en mi versión más saludable de humano. Somos un dúo bien leyendosudo, campeón!". Al final, esta vara se trata de querer estar mejor para poder disfrutar más y mejor a los que uno quiere, ya sean de dos o de cuatro patas.
Ahora les paso la bola a ustedes, gente del Foro. ¿Qué opinan de una decisión tan radical como una cirugía bariátrica para darle un giro a la vida? ¿Creen que es un “camino fácil” o un acto de valentía que requiere un montón de disciplina? ¡Los leo!