La Vía Láctea tiene un diámetro de 100,000 años luz. Nuestro sistema solar se sitúa en uno de los brazos de la misma, en lo que sería las afueras de la Galaxia. El lugar más propicio para encontrar vida extraterrestre es en las afueras.
Aún si existiera una civilización mucho más avanzada que la nuestra en la Galaxia, no tendría conciencia de nuestra existencia, al menos que estuviera a 10,000 años luz de distancia más o menos de nuestro planeta.
Eso es así porque, cuando miramos en un telescopio el espacio, lo que estamos viendo es el pasado, no el presente instantáneo. Estamos limitados por la velocidad en que la luz se desplaza.
Así como se sabe que el sol que miramos es reflejo del sol de hace 15 minutos, las estrellas y planetas que observamos de otros sistemas solares son el reflejo de las mismas hace miles de años. Entre más lejos están de nosotros, más antiguos son.
Por ende, un observador en un mundo situado a 10,000 años luz de nuestro planeta, por más avanzada que sea su civilización, al apuntar el telescopio a nuestra Tierra mirará el reflejo de la misma como era hace 10,000 años: un planeta con vida sin duda, pero sin ninguna civilización.
Sin duda que el observador de ese planeta, conocedor de la Teoría de la Relatividad (o algo más avanzado aún) comprende que es un planeta donde potencialmente hay vida. Y eventualmetne originará una civilización.
Ahora, lo más probable es que una civilización logre avanzar más rápido en detectar planetas viables y aumentar la amplitud de sus telescopios, que en generar tecnologías que le permitan hacer viajes interestelares. Aún así, un planeta que haya detectado los orígenes de nuestra civilización y haya iniciado un viaje de descubrimiento (o conquista) le tomará miles de años en viajar hasta nuestro planeta. A menos que haya descubierto un método de viajar más rápido que la luz, lo que hasta ahora se ha demostrado imposible.